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El conde de Godó no quiere que nadie vuelva a llamarle independentista

El conde Javier Godó

A la noble familia Godó nunca le ha importado cambiar de parecer para salvar los muebles. Liberales y monárquicos por definición, catalanistas hasta donde sea posible; independentistas, en principio, no; y “apolíticos de derechas” cuando es menester. Su capacidad camaleónica se refleja en la historia de La Vanguardia, el periódico que perdió la palabra “española” de su nombre al poco de morir Franco y el que bailó las aguas a Artur Mas cuando puso en marcha la mediocre opereta soberanista. Los Godó miran al cielo y en función de la grisura de los nubarrones, avanzan o reculan. Ahora que los clarines anuncian un cambio de tercio en Cataluña, don Javier y su hijo Carlos quieren sacudirse de la panza las migas del independentismo y han planeado una serie de cambios en sus medios de comunicación para que no se les vuelva a asociar con esta ideología. Es una cuestión de imagen.

A don Javier le han llovido palos desde todos los frentes en los últimos tiempos. Síntoma inequívoco de la esperpéntica realidad política y social de Cataluña. Los independentistas le han acusado de traidor, los constitucionalistas, de cómplice de la Generalitat; y el selecto club de nobles al que pertenece, de “notoria villanía”. Hace unas semanas, un grupo de artistócratas elevó una petición a la Diputación de la Grandeza de España para solicitar que el conde sea desposeído del privilegio -grande de España- que le concedió Juan Carlos I. Le culpaban de haber traicionado a su país. Embarazosa situación la de este noble, a quien en Barcelona le acusan de servir a Dios y, en Madrid, al diablo. Quizá porque sus medios han hecho desde el inicio del proceso separatista de 'la puta y de la Ramoneta'.

Los Godó han padecido en sus medios un fenómeno que podría equipararse al ‘entrismo’ trotskista -salvando las distancias-, al igual que ha ocurrido en otros tantos periódicos y televisiones en Cataluña. La ideología de los partidos secesionistas -especialmente, de ERC- ha conquistado poco a poco algunos de los puestos más privilegiados sus redacciones y eso ha provocado un giro ideológico que no se ha notado en sus editoriales, pero sí en el resto del producto. La situación se hizo evidente a partir de 2012, cuando La Vanguardia inició un idilio con el independentismo que fue impulsado por su antiguo director José Antich, alimentado por su redacción y consentido por su dueño. Este último, al igual que una gran parte de la alta burguesía catalana, hizo la vista gorda ante la Generalitat, que pagaba y muy bien, dicho sea de paso.

Con el ex-Govern enjuciado, su presidente en 'el exilio', los máximos responsables del agitación callejera en Soto del Real y cientos de empresas catalanas, de camino a Madrid, Valencia, Sevilla o Mallorca, el conde de Godó ha realizado varios movimientos para que nadie le vuelva a asociar con quienes quieren la independencia.

Recientemente, ha completado dos fichajes de peso que pueden ayudarle a cumplir ese fin. Uno de ellos es el de Ramón Rovira, exdirector de Comunicación de Banco Sabadell, jefe de Informativos de TV3 en el ocaso del 'pujolismo' y persona de gran influencia en el periodismo catalán. Tanto por su labor en las redacciones como por el papel que interpretó dentro de una de las compañías que más invierte en los medios de comunicación dentro de esta comunidad autónoma.

El antiguo director de RAC1, Eduard Pujol, ha sido nombrado jefe de campaña de Junts per Catalunya, el partido que encabeza el expresident. Nada sucede porque sí.

El grupo le ha asignado la misión de apartar a RAC1, la radio más escuchada de Cataluña (casi 1 millón de oyentes), de las sendas que se encuentran más allá del constitucionalismo. Los Godó no quieren que este potente altavoz sirva a partir de ahora para difundir mensajes separatistas a cada rato. El medio puede disentir -y disentirá- sobre las políticas de Mariano Rajoy y comulgar con el catalanismo, pero no debe hacer proselitismo del independentismo. ¿Lo hacía hasta ahora? Basta con comprobar que el antiguo director de RAC1, Eduard Pujol, ha sido nombrado jefe de campaña de Junts per Catalunya, el partido que encabeza el expresident. Nada sucede porque sí.

Los tres de 'El Punt'

Rovira coincidió con Carles Puigdemont en El Punt cuando eran veinteañeros. En ese diario, también trabajaba Albert Gimeno, exdirector de comunicación del Ministerio del Interior de Jorge Fernández Díaz, dimitido de ese puesto en 2014 después de que su departamento informara de la detención de unos interlocutores de ETA antes de que se produjera el arresto. A partir de ahora, Gimeno se encargará de la Comunicación del Grupo Godó y de la ardua tarea de disociar la imagen de la compañía del independentismo.

Cuentan a Vozpópuli fuentes de El Punt –hoy El Punt Avui- que Puigdemont, Rovira y Gimeno mantenían una relación de amistad durante esa etapa de su carrera profesional. El único independentista de esa terna era Puigdemont, por entonces, ya relacionado con las juventudes convergentes. El expresident representaba entonces a esa Cataluña profunda -sea más o menos grande, más o menos pequeña- que tiende a recluirse en sí misma y que ha entregado una parte de su alma a los líderes del procés.

Sus caminos se separaron en unos años y los de Rovira y Gimeno se han vuelto a cruzar en el grupo de medios de comunicación más importante de la región. El cuarto pilar de una sociedad que tradicionalmente ha mirado a La Caixa, al Barça, al abad de Montserrat y a La Vanguardia.

Su tarea no será sencilla, puesto que obligará a modificar el rumbo de un transatlántico en marcha y a hacer frente a fuertes resistencias externas e internas. Resulta complicado pensar que pesos pesados de RAC1 como Jordi Basté –que rechazó la DUI, pero que ha estado tradicionalmente más cerca de Junts pel Sí que de los constitucionalistas- van a asumir el giro editorial sin rechistar. También habrá que ver si este cambio afecta al dato de audiencia. Máxime si se tiene en cuenta que en el micrófono de enfrente, el de Catalunya Ràdio, se encuentra Mónica Terribas, independentista confesa.

Una vez más, siga usted el rastro del dinero...

Más allá de todo esto, lo cierto es que ninguna inercia se rompe por ciencia infusa y nada en este mundo sucede porque sí. Algo se ha movido en el panorama mediático catalán en las últimas semanas y, como siempre, la explicación más sencilla se encuentra al seguir el rastro del dinero. Y el camino de baldosas doradas lleva hasta el poder económico. Y hasta Isidro Fainé.

La sombra del ‘nasi’ del sanedrín empresarial catalán es alargada y su influencia en el panorama mediático de esta región, más que evidente. Tal es así que resulta difícil pensar que alguna de las principales empresas periodísticas de Cataluña se vaya a posicionar en la trinchera contraria a la Fundación Bancaria La Caixa, en cuyo entorno se encuentran la caja de ahorros y grandes compañías como Gas Natural, Abertis y Cellnex Telecom. Hubo un tiempo en el que la prensa podía comparecer con ciertas garantías en este tipo de batallas contra el poder empresarial. Pero después de sufrir los efectos de la crisis económica y de la revolución digital, parece imposible que casi cualquier cabecera tenga la más mínima opción de salir indemne en un conflicto de este tipo.

Javier Godó ‘comparte mesa’ con Fainé en el patronato de la Fundación Bancaria La Caixa. Y no es ningún secreto que sus medios son regados cada año con el dinero procedente de las campañas publicitarias de las compañías que se encuentran bajo su influencia. Lo dicho, no conviene estar en la trinchera contraria que el gran jefe del empresariado catalán. Máxime si se tiene en cuenta que un gran terremoto ha afectado a otro de los grandes pagadores: la Generalitat.

La burguesía catalana ha guardado durante el proceso soberanista un silencio que muchos interpretaron como cómplice. En octubre, Fainé se movió hacia Madrid y varias de las grandes empresas de esa región secundaron su movimiento. Entre ellos, se encuentra Godó, quien ya hizo un guiño a Zarzuela en 2015 cuando, tras ser ‘abroncado’ por el Rey Emérito, despidió a José Antich y puso a dirigir La Vanguardia a Màrius Carol, periodista experto en la Casa Real. La noble familia ha decidido efectuar cambios de mayor calado y alejar definitivamente su grupo mediático de la órbita independentista. Habrá que ver si la estrategia funciona.

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