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Medios

La cólera de los amos de la televisión

Isabel Pantoja y Jorge Javier Vázquez

Pongamos que la relación entre el Gobierno y las televisiones podría equiparse con la de los novios que no aguantan bien la distancia, ni mucho menos la cercanía. En el día de San Valentín de 2005, el diario El Mundo publicó una entrevista a Paolo Vasile, en la que el comandante de Mediaset España ponía de vuelta y media al Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero por su intención de conceder a Prisa -entonces, con Canal Plus- una licencia para emitir en abierto. Sus palabras no sentaron bien en el PSOE, hasta el punto que Felipe González tomó un avión a Italia para sugerir a Silvio Berlusconi la posibilidad de cesar a su hombre fuerte en territorio español. Tanto por su actitud con el PSOE, como con Prisa.

Pocos años después de aquel viaje, en 2009, Telecinco compró Cuatro por unos cuantos cientos de millones de euros y conformó el mayor grupo audiovisual del país. Sólo habían transcurrido cuatro años, pero las cosas habían cambiado sustancialmente. España vivía los primeros meses de la Gran Recesión y había comenzado a respirar como un enfermo de neumonía. En Prisa, las cosas no iban mucho mejor, pues las malas decisiones tomadas o consentidas por Juan Luis Cebrián habían provocado que el grupo se endeudase hasta niveles obscenos -7,8 veces EBITDA-. Ese año, Sogecable perdió 56 millones de euros.

Mientras tanto, en Moncloa, desde donde se había mimado a Jaume Roures durante los años anteriores para indignación de la Prisa del viejo PSOE, habían comenzado a buscar aliados mediáticos en las televisiones, ante la evidencia de que, con la crisis económica, su imagen había sufrido un duro golpe. Esto fue clave, entre otras cosas, para que la publicidad desapareciera de RTVE, para alegría de sus competidores. ¿Y Vasile? En febrero de 2010, el hijo de Silvio Berlusconi, Pier Silvio, reconoció que el Gobierno de Rodríguez Zapatero se había mostrado “muy abierto” a la fusión entre Telecinco y Cuatro. El italiano ya no inquietaba tanto.

Esa operación dejó a Antena 3 con la mosca detrás de la oreja, pues le obligaba a batirse el cobre con un gigante a partir de ese momento. Se puso entonces en marcha el proceso de adquisición de La Sexta, concedida a Roures en tiempos en los que 'jugaba al baloncesto' en Moncloa, y la cual también perdía dinero a montones. La Comisión Nacional de la Competencia aconsejó que no se realizara esta fusión por los peligros que entrañaba para el mercado televisivo, pero se hizo, pues el Partido Popular había alcanzado el Ejecutivo y necesitaba aliados mediáticos. Pocas semanas después de realizar su particular 'purga' en los altos despachos de RTVE -como ha hecho ahora Rosa María Mateo-, se pasó por el arco del triunfo el criterio del regulador y autorizó el movimiento empresarial.

Mimadas y maltratadas

Pronto se cumplirán 7 años de todo aquello y Atresmedia y Mediaset son actualmente los medios de comunicación más rentables de España, con diferencia. Acaparan casi el 50% de la inversión publicitaria total en medios, el 85% de la que se destina a la televisión y el 95% de la que va a parar a la TDT. Todo hay que decirlo, también son las únicas empresas que han metido una cantidad significativa de dinero en el negocio, pues la mayoría de sus competidores -entre los que se encuentran Unidad Editorial y Vocento- se limitan a 'subarrendar' las licencias a compañías americanas, como Disney, Paramount o Viacom, que llenan la parrilla de programación con productos enlatados de importación a cambio de unos cuantos millones de beneficios. El hecho de que todavía dispongan de una concesión pública para emitir -pese a que ni aportan ni invierten apenas- se explica en el escaso deseo de los sucesivos gobiernos por confrontar a los grupos de prensa, a los que se ha cuidado tradicionalmente mediante este tipo de obsequios.

El caso es que en el camino de Atresmedia y Mediaset hay actualmente un obstáculo que les preocupa. Es un expediente sancionador de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) por sus presuntas prácticas para acaparar la inversión de los anunciantes, lo que algunos pequeños operadores de la TDT consideran que les deja sin oxígeno. Las dos empresas están amenazadas con una multa que podría ascender al 10% de sus ingresos si sus acciones son consideradas finalmente como “muy graves”.

En las últimas semanas, estos grupos han intentado convencer al regulador de que acepte lo que se conoce como ‘procedimiento de terminación convencional’, que se aplica cuando las empresas que dominan un mercado se comprometen a aparcar determinadas prácticas para que mejore el riego del resto de los competidores y los monopolios u oligopolios se debiliten.

El miedo a las campañas de desprestigio en televisión suele atenazar a los gobernantes.

Entre las propuestas que realizaron estos canales se encuentra la de volver a negociar las bonificaciones (extraprimas) que conceden a las centrales de medios por buscar anunciantes para sus espacios publicitarios. También se ofrecieron a renunciar a la “pauta única”, una práctica por la que emiten publicidad de forma simultánea en los canales del mismo grupo.

Incluso pusieron sobre la mesa de la CNMC la posibilidad de elaborar un ‘test de replicabilidad’, de modo que el propio regulador fuera el encargado de evaluar que las ventas de publicidad que realizan no ahogan a sus competidores. Es decir, algo parecido a lo que sucede con algunas de las ofertas de Telefónica, que pasan por el filtro de la CNMC para evaluar si pueden ser ‘replicadas’ por el resto de las empresas del mercado o si, por el contrario, son demasiado agresivas.

Un doloroso rechazo

La CNMC envió un mensaje a las televisiones antes del puente de mayo que procedía de la Subdirección de Sociedad de la Información, dependiente de la Dirección de Competencia, dirigida por Beatriz de Guindos, sobrina del exministro de Economía. En el documento, se aclaraba que no había sido posible alcanzar un acuerdo para la ‘terminación convencional’ del expediente. Eso quiere decir que en las próximas semanas se elaborará una propuesta de sanción que deberá ser aprobada por la Sala de Competencia o por el Pleno de la CNMC, según decida el organismo.

A la vista de los acontecimientos, Mediaset difundió el pasado lunes un duro comunicado en el que recordaba varias de las perlas que el presidente de la CNMC, José María Marín Quemada, había dedicado al “duopolio” durante los últimos años. La última, el pasado abril, cuando aseguró en el País Vasco que en la TDT existe “un duopolio tremendamente inquietante”.

A Marín Quemada la prensa le ha llegado a definir como “el hombre más valiente de España”, pero dentro de la institución existen opiniones displicentes con respecto a su forma de gestionar la CNMC. Ocurre lo mismo con algunas de las declaraciones públicas que ha realizado desde que llegó al cargo, como las que efectuó en 2015 durante una conferencia, en la que pidió a los partidos políticos que eligieran para el regulador consejeros “capaces y del máximo nivel”. Lo hizo en un momento en el que la tensión estaba a flor de piel en el organismo como consecuencia de las diferencias que le separaban con algunos vocales del Pleno. En el caso del ‘duopolio televisivo’, debería haber mantenido un perfil bajo, al menos durante la instrucción del expediente, y evitar declaraciones como las del pasado 8 de abril, según opinan entre sus críticos.

Evidentemente, entre las televisiones también han mosqueado los frecuentes ataques de Marín Quemada. Tal es así que en sus altos despachos se considera que este asunto se lo ha tomado como “algo personal”, lo que explica –a su juicio- que la CNMC no haya aceptado el procedimiento de ‘terminación convencional’. Por su parte, fuentes oficiales del regulador inciden en que ningún miembro del Pleno –incluido el presidente- ha tenido acceso al expediente, pues se encuentra en fase de instrucción. Por tanto, rechazan la teoría de la conspiración sobre el sesgo del procedimiento.

El precedente de Cepsa

No hay que olvidar que, en 2015, Repsol recusó a Marín Quemada –el Pleno de la CNMC lo rechazó- al considerar que no había sido imparcial al gestionar un expediente sancionador contra la compañía. El presidente de la CNMC –que fue directivo de Cepsa, competidor de Repsol- había arremetido contra las gasolineras en las fechas previas a la toma de una decisión sobre el expediente de Repsol; y había puesto en valor el trabajo del regulador. “Hemos conseguido que la gasolina sea más barata que un café de Starbucks”, dijo.

Entre los pequeños competidores de la TDT, esperan que el expediente que se cuece actualmente contra Atresmedia y Mediaset cambie las condiciones del mercado y esto les permita incrementar sus ingresos. Algunos, reconocen que su posición privilegiada en la televisión en abierto se debe a que han invertido cientos de millones de euros desde su nacimiento. Ahora bien, inciden en que no tendrían tanto músculo sin los sucesivos favores que han recibido por parte de los gobiernos del PSOE y del PP. Con todos ellos, han guerreado y han mantenido una relación de amor-odio. Pero de todos han obtenido réditos, dado que, a la hora de la verdad, el miedo a las campañas de desprestigio suele atenazar a los gobernantes.

Entre los pequeños competidores de la TDT, esperan que el expediente que se cuece actualmente contra Atresmedia y Mediaset cambie las condiciones del mercado y esto les permita incrementar sus ingresos.

Se habla estos días de Isabel Pantoja en una buena parte de los programas de Telecinco, pues Mediaset ha desembolsado un pastizal para que concurse en el reality Supervivientes. El concurso arrasa en audiencia y en todos los hogares se desayuna, almuerza y cena con noticias de la tonadillera. La misma potencia de difusión que estos dos grupos tienen para airear los asuntos de las celebrities (donde caben desde la Reina Letizia hasta petardillas siliconadas que se han pasado por la piedra a uno o a otro), también puede ser empleada para disparar contra un político. Y no hay cosa peor para quien se dedica a esta actividad que las campañas mediáticas de acoso y derribo. Lo que se podría definir como ‘la cólera de las televisiones’.

Esto explica, en parte, que exista un duopolio en la TDT con las actuales dimensiones. Aunque, por qué no decirlo, en este sector tampoco puede decirse que haya víctimas. Quien más, quien menos, tiene algunos asuntos de los que avergonzarse.  

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