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Los brexit españoles y los tabloides que viven gracias a usted

Quim Torra

Se cumplen dos años y medio del referéndum del brexit y apenas unas horas desde que la Cámara de los Comunes rechazara el plan de salida que presentó Theresa May; y da la impresión de que la falla que se abrió el 26 de junio de 2016 será difícil de achatar. Entonces, los diarios sensacionalistas demostraron que la pegada que habían perdido como consecuencia de la crisis del papel se podía compensar -e incluso aumentar- con las posibilidades que ofrece Internet, con su enorme poder de difusión y de transmisión del conocimiento, pero también del contenido tóxico o altamente inflamable.

Los tabloides aprovecharon la enorme ceguera de David Cameron al someter a plebiscito la permanencia en la UE para apostar por el brexit; y enfangaron el debate, de forma intencionada, con temas que poco tenían que ver con la situación planteada, como la seguridad de las fronteras (sin pertenecer al área Schengen) o el que incidía en que la marcha de la Unión le saldría a cuenta al Reino Unido, toda vez que aporta a Bruselas más de lo que recibe de los Estados miembros.

Esto último recuerda de forma insoportable al argumento que durante años han empleado los partidos catalanistas para justificar su adhesión al independentismo. Es decir, el 'España nos roba'. O el 'la España subsidiada vive de la Cataluña productiva'. Una falsedad que no tiene en cuenta razones históricas ni circunstancias presentes que nunca hubiera alcanzado la misma repercusión sin el aparato mediático y propagandístico de la Generalitat.

Tanto Jordi Pujol como sus sucesores sabían lo que hacían cuando convirtieron TV3 en la segunda televisión pública más grande de España -tras TVE- y cuando decidieron emplear decenas de millones de dinero público para premiar y subyugar a los medios privados. En la práctica, eso ha implicado que los partidos de la Generalitat cuenten con decenas de altavoces en todo el territorio, que están perfectamente engrasados con los fondos que aportan los contribuyentes y que superan en número a los que defienden el constitucionalismo.

Por esta razón, sería un enorme fallo que el Gobierno se exponga a perder uno de los pocos aliados mediáticos con los que cuenta el constitucionalismo en Cataluña, El Periódico, que puede acabar en los próximos días en manos de Jaume Roures y emprender un viaje editorial hacia posturas bastante más hostiles con los partidos que rechazan la independencia. Como el PSOE.

Sería un enorme fallo que el Gobierno se exponga a que uno de los pocos aliados mediáticos con los que cuenta el constitucionalismo en Cataluña, El Periódico, pudiera acabar en manos de Jaume Roures, pues a buen seguro provocaría que su línea editorial se volviera hostil con los partidos que rechazan la independencia.

Decía hace unos días una persona que conoce bien el panorama mediático catalán que ERC lleva un buen tiempo anhelando que Jaume Roures compre El Periódico de Catalunya. Todo país necesita de un diario y, por eso, entre las filas independentistas se aplaudiría con las orejas el hecho de que este empresario adquiriera el rotativo más vendido en los quioscos de esta comunidad autónoma, que algunos quieren desgajar de España. Roures siempre ha negado que quiera la secesión de Cataluña, pero no hay más que ver el documental que su productora (Mediapro) realizó sobre el referéndum del 1-O para cerciorarse de que su visión de este conflicto es mucho más próxima a la de los rupturistas que a la del constitucionalismo. Por eso, la posibilidad de que Antonio Asensio, hijo, le venda el Grupo Zeta inquieta en unos cuantos despachos madrileños. El Gobierno ha transmitido entre algunos editores su preocupación sobre este tema, pero sotto voce, no sea que los partidos con los que negocia los Presupuestos se lo tomen a mal.

La instrumentalización del cabreo

Ciertamente, sería injusto negar que una parte de las adhesiones al independentismo se debe al descontento de una parte de la población con las condiciones económicas en las que vive y con el modo de actuar de sus representantes. De hecho, el brexit no se hubiera producido si en el retrovisor de los ciudadanos no se apreciara aún la larga sombra de la Gran Recesión iniciada en 2008. Y ni la izquierda radical ni la derecha populista hubieran crecido con tanta fuerza si no hubiera mar gruesa, aunque es evidente que la expansión de cada una responde a motivos muy diferentes.

Vox forma parte de esta última corriente y, al igual que Podemos ha disparado en varias ocasiones contra el proyecto de la UE y contra el euro, el partido de Santiago Abascal tiene difícil desmarcarse del antieuropeísmo del Frente Nacional de Francia, de Amanecer Dorado o del propio UKIP. De hecho, el discurso de Abascal está impregnado de referencias al patriotismo, la inmigración o la seguridad. Es decir, a los mismos temas por los que apostaron los Boris Johnson y los Nigel Farage en la campaña pro brexit; y los que más magnéticos resultan con un perfil de votante que, al contrario que transmiten los partidos de izquierda, no es necesariamente de "ultraderecha". Más bien, es alguien que está cabreado. El problema es que estas fórmulas surgen de análisis sesgados y ventajistas de la realidad y generan incendios que no ayudan a resolver los problemas.

Lo que ha quedado claro en los últimos años es que la prensa del establishment no tiene la capacidad de detener el crecimiento de movimientos como Vox, pues precisamente surgen por el descontento de los ciudadanos con los poderes. Entre ellos, con la prensa, desacreditada tras años de amistades peligrosas con el poder político y silencios cómplices con el económico.

Ahora bien, desde el punto de vista del negocio, no se puede decir que los medios de comunicación hayan resultado afectados por el auge de los partidos que causan agitación, pues eso atrae audiencia y actualmente, lamentablemente, no hay muchas empresas periodísticas que sepan ver más allá de esta variable.

Los tabloides apoyaron el brexit y respaldarán cualquier opción que ayude a mejorar ingresos a sus medios

La fórmula es clara: si algo genera 'clics' o ayuda a subir la cuota de pantalla, merece protagonismo, se llame Trump, brexit, Abascal, Puigdemont, Laura Luelmo o Julen Jiménez. Esta mezcla de política espectáculo y criminología mediática conforma un cóctel amarillista en sus páginas al que cada vez menos editores renuncian y que no contribuye, precisamente, a disipar la agitación que existe en los despachos y en la calle. La citada combinación de ingredientes genera un caldo de cultivo perfecto para que los anti-sistema prosperen y se aparte el foco de donde realmente se encuentran los problemas importantes. Pero, lo dicho, como sólo importa la audiencia, pues 'pelillos a la mar'.

En esta situación, cabe la posibilidad de que El Periódico caiga en manos de alguien que fue situado por la Guardia Civil como una de las referencias de los independentistas; y que no parece que vaya a contribuir a desinflamar la situación en Cataluña (como tampoco una parte de la prensa madrileña). Pinta mal, para qué nos vamos a engañar.

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