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‘El País’, Rubalcaba y sus ‘cadáveres’ en el armario del PSOE

Alfredo Pérez Rubalcaba

El 18 de julio de 2011, día en que se conmemoraba el 75 aniversario del inicio de la Guerra Civil española, El País publicó un editorial titulado Final de ciclo que fue interpretado como un golpe de Estado contra José Luis Rodríguez Zapatero. Como una estocada mortal de necesidad contra un político amortizado que había anunciado su intención de no concurrir a las próximas elecciones y que apenas si contaba con apoyos en el cuartel general de Ferraz. En ese momento, el PSOE ya había elegido como candidato a Alfredo Pérez Rubalcaba, un hombre con una especial habilidad para forjar alianzas en la sombra y alterar los equilibrios internos sin mancharse las manos de sangre. Para destronar a Rodríguez Zapatero recurrió a Prisa. Es decir, apeló a una amistad que a lo largo de la últimas décadas ha granjeado pingues beneficios a ambas partes.

La edición de El País de aquel 18 de julio guarda ciertas similitudes con la del pasado 29 de septiembre, en la que Prisa pidió la cabeza de Pedro Sánchez sin demasiada sutileza. "Ha resultado no ser un dirigente cabal, sino un insensato sin escrúpulos que no duda en destruir el partido que con tanto desacierto ha dirigido antes que reconocer su enorme fracaso", expuso, en un duro editorial en el que exigió la dimisión del político en pos de la formación de un nuevo gobierno. Es decir, para facilitar la abstención del PSOE en la investidura de Mariano Rajoy.

Dentro del grupo de críticos con Sánchez se encontraba Pérez Rubalcaba, como era bien sabido en el partido desde hace meses y como reconoció el ex líder socialista este domingo durante su entrevista en el programa Salvados. "Hubo personas que desde el primer momento dijeron que teníamos que abstenernos. Entre ellas, estaba Rubalcaba", el ex secretario general del partido y el hombre cuya influencia se ha mantenido a lo largo las últimas décadas en Ferraz haya llovido o haya tronado. Haya tenido o no mando en plaza.

“Hubo personas que desde el primer momento dijeron que teníamos que abstenernos. Entre ellas, estaba Rubalcaba"

En Prisa, ocurre lo mismo. Hace unas semanas trascendió su nombramiento como miembro del Consejo Editorial de El País, y no causó una especial sorpresa ni en el PSOE ni en el sector periodístico, puesto que suponía el reconocimiento de una larga relación de mutua confianza que ha generado réditos en los dos bandos y que hasta entonces se había desarrollado entre bambalinas.

Una amistad a prueba de bombas

El nexo se construyó a principios de los 90, con Rubalcaba como ministro de Educación, primero, y ministro Portavoz, después, y Prisa en plena expansión, con Jesús de Polanco como poder fáctico y El País y la Cadena SER como potentes altavoces de sus intereses. En esos últimos años del 'Felipismo', con la corrupción asomando por varias de las esquinas de la Corte y la popularidad del Gobierno en caída libre, el periódico más vendido de España no abandonó a los socialistas, a quienes defendió hasta que fueron desalojados de la Moncloa. Y más allá.

Cuando el PSOE volvió a ganar las elecciones, en 2004 y regresó al poder, la situación cambió, pero no así la conexión entre Prisa y Rubalcaba. El Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero decidió construir su propio grupo de apoyo mediático y, con Miguel Barroso como secretario de Estado de Comunicación, apostó por Jaume Roures como pintor de cámara, quien durante los años en los que el político leonés regentó el poder fundó La Sexta y Público; y sentó las bases de su actual conglomerado empresarial audiovisual.

Prisa se posicionó del lado de Pérez Rubalcaba en las batallas intestinas que libró contra Zapatero y Chacón.

Aquel trato de favor al empresario catalán fue considerado como afrentoso dentro de Prisa, que no dudó en desatar toda su ira contra Zapatero y sus aliados en cuanto se presentó la ocasión.

Cuando vio que el presidente estaba maduro, pegó varias patadas al árbol para precipitar su caída. La más dura, el 18 de julio de 2011, cuando a través de un editorial y de un duro artículo de Juan Luis Cebrián exigió su marcha para no perjudicar los intereses de Alfredo Pérez Rubalcaba, quien durante las semanas previas se había ocupado –cuentan los cronistas- de aislarle dentro del partido y del Gobierno. Diez días después, el entonces presidente convocó elecciones.

Chacón, enemiga pública número 1

Cuando Carmen Chacón, exmujer de Miguel Barroso, se interpuso en el camino de Rubalcaba hacia el poder, también en 2011, emprendió una contundente campaña contra la política que aminoró sus opciones de abanderar el PSOE.

Realmente, la política catalana ya había sido señalada por su evidente cercanía a Barroso, quien había perjudicado seriamente los negocios de Prisa por sus 'favores' a Roures. Por esta razón, Cebrián esperó, agazapado, a que tomara su primera decisión polémica como ministra de Defensa para lanzar toda su artillería contra ella. Sucedió cuando ordenó la retirada de las tropas de Kosovo. Entonces, desde El País, la Cadena SER y Cuatro, lanzó una ofensiva que debilitó la posición y perjudicó a la popularidad de esta representante.

Dos años después, cuando expresó su deseo de encabezar la candidatura del PSOE a las elecciones generales, también sufrió la ira de Prisa. Y, en 2012, cuando quiso heredar la Secretaría General del PSOE, más de lo mismo.

El ex secretario general del PSOE forma parte desde hace unas semanas del Consejo Editorial de 'El País'

Rubalcaba era el protegido de Cebrián, tanto por lo que representaba la figura de Chacón, aupada y sustentada por enemigos del holding de los Polanco, como por los favores que había concedido a Prisa durante el ejercicio de su cargo de ministro del Interior. Principalmente, en forma de exclusivas sobre temas candentes, como el proceso de paz con ETA.

A Sánchez le protegió mientras contó con el apoyo de los pesos pesados del partido más asociados a Prisa (Felipe González y Rubalcaba, principalmente) y defendió sus intereses en algunos de sus momentos más delicados, como cuando decidió decapitar a Tomás Gómez. Pero, llegado el momento, al político le dio a elegir: o con El País a favor o con El País en contra. El exlíder socialista decidió saltarse el guión establecido y sufrió la embestida de un gigante en decadencia, pero todavía influyente.

Dos historias de decadencia

El PSOE padece la misma enfermedad degenerativa que muchos de sus homólogos socialdemócratas europeos. Unos partidos que han sufrido la pérdida de una buena parte de sus votantes, seducidos por la izquierda radical o hastiados por la ineficacia de los progresistas moderados en la lucha contra las peores consecuencias de la globalización social y económica. Ahora bien, cabría preguntarse si el papel de Prisa ha ayudado a cerrar heridas o a aumentar el cisma entre la militancia socialista.

Pedro Sánchez, hoy en el papel de víctima, pero hasta principios de octubre en el de líder que no dudó en reescribir varias veces sus principios para conservar sus privilegios, tiene claro que Prisa perjudicó al PSOE y a los votantes de izquierdas.

Sus críticos dentro del partido defienden que el grupo presidido por Juan Luis Cebrián adoptó la postura más coherente, que ha sido la que ha permitido el desbloqueo de la situación política y ha evitado la celebración de unas terceras elecciones. Y Pablo Iglesias y los suyos, que actuó para beneficiar a las grandes empresas españolas, verdadero poder en la sombra.

Sea como fuere, lo que llama la atención es que, pese a que el viento ha soplado en varias direcciones sobre Ferraz en los últimos años, las posturas de Prisa y Alfredo Pérez Rubalcaba han estado, por lo general, sospechosamente alineadas. ¿Casualidad?

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