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Ana Patricia, Cebrián y el negrísimo panorama mediático español

Juan Luis Cebrián

Hace poco menos de un año, Juan Luis Cebrián y el fondo buitre que ha conspirado para destronarle –Amber Capital- mantuvieron una reunión que terminó como el rosario de la aurora. Los representantes de la entidad estadounidense exigieron al periodista que hiciera las maletas y dejara la presidencia de Prisa en manos de alguien que tuviera la capacidad de reflotar Prisa y disipar la desconfianza de los mercados. Ni corto ni perezoso, el periodista mostró a los allí presentes un ejemplar de sus memorias y les invitó a que lo leyeran para poder hacerse una idea de su importancia y su influencia. Cebrián contaba entonces con el apoyo de la mayoría del capital del grupo y con el respaldo de Moncloa y de los dirigentes del PSOE. Pero las cosas han cambiado y Santander, Caixabank, HSBC y Telefónica, que hasta ahora se habían puesto de perfil dentro de la guerra accionarial de la compañía, han dado un paso al frente y han provocado la caída de jefe de Prisa, que se oficializará en noviembre.

Desde 2012, Cebrián ha vivido con un ojo puesto los accionistas institucionales de Prisa. Ese año, el Consejo Empresarial de la Competitividad (CEC) decidió cruzar una de las líneas rojas que se estableció en el momento de su fundación -no tocar la prensa- y lanzó un salvavidas a varias compañías de medios de comunicación que se encontraban con el agua al cuello. Tres de los grandes del Ibex-35, Telefónica, Santander y Caixabank adquirieron bonos convertibles en acciones y pasaron a formar parte de la lista de socios de los Polanco.

El perro estaba flaco y moribundo y el poder económico le ofreció comida y techo; en principio, sólo a cambio de que le devolviera la importante suma que le debía. Pero es bien sabido que nadie muerde la mano que le da de comer, máxime cuando arrastra deudas de 10 cifras -por vivir por encima de sus posibilidades- y sus ingresos se han hundido. En el caso de Prisa, como consecuencia de la crisis del papel, de la dramática caída de la inversión publicitaria y, por qué no decirlo, de la falta de visión y de prudencia de sus dirigentes, con Cebrián a la cabeza.

El problema de convertir a un deudor en socio es que cuando la situación empeora, es raro que no intente cercenar cabezas. Los acreedores aceptaron en 2012 convertirse en accionistas de Prisa y suavizar su calendario de pago de deuda a cambio de que el grupo vendiera Digital Plus (a Telefónica), Ediciones Generales, su millonaria participación en Mediaset y su filial portuguesa (Media Group) para poder hacer frente a sus compromisos financieros. El problema es que su deuda era tan grande que esta desinversión no sirvió para solucionar todos los problemas financieros, lo que hizo perder la fe a algunos de los accionistas y la paciencia a sus deudores, que decidieron tomar cartas en el asunto para evitar que se hundiera el barco.

Entonces, emergió la figura del Banco Santander, que diseñó una doble ampliación de capital para Prisa que contó con el apoyo de Caixabank, HSBC, Telefónica y los Polanco. El plan pasaba por poner 450 millones de euros sobre la mesa -y 100 adicionales en deuda convertible en acciones- para aliviar las urgencias financieras, calmar a los acreedores y evitar la venta de la editorial Santillana. A cambio, Juan Luis Cebrián debía renunciar.

Uno de los refugios con los que contaba Cebrián era Ferraz, pero tras la victoria de Pedro Sánchez, se quedó sin aliados en la Dirección del PSOE.

Cuentan quienes le conocen que el presidente ejecutivo de Prisa ha pasado los últimos meses ciertamente preocupado. Una parte de los socios de la empresa a la que ha dedicado 40 años de su vida le han hecho caminar por el tablón hasta caer al agua, lo que no ha sido precisamente agradable. Durante el proceso, ha perdido su relación con César Alierta, quien otrora le apoyaba, pero quien medió en favor de los rebeldes. A esto hay que sumar que, en los últimos tiempos, su nombre ha aparecido vinculado al polémico empresario iraní Massoud Zandi -con sus pozos de ambición en la África profunda-. Para colmo, la izquierda radical vinculó su nombre a 'la casta' y eso le valió desde un escrache en la universidad hasta la aparición en el Tramabús de Podemos.

Uno de los refugios con los que contaba hasta ahora el presidente de Prisa era el PSOE, con quien mantuvo una excelente relación durante décadas que fue provechosa para ambas partes. Sin embargo, tras la toma de Ferraz por parte de Pedro Sánchez y su troupe, se quedó sin aliados en la Dirección del partido.

Para sustituirle, Santander pensó en Javier Monzón, un directivo que guarda en su mochila algunos asuntos espinosos, pero que cuenta con la confianza y el aprecio personal de Ana Patricia Botín.

Para sustituirle a los mandos del 'cañón Bertha' que erigió Jesús de Polanco, el Banco Santander pensó en Javier Monzón, un directivo que guarda en su mochila algunos asuntos espinosos –como el relativo al supuesto uso indebido de un avión privado cuando era presidente de Indra-, pero que cuenta con la confianza y el aprecio personal de Ana Patricia Botín. Caixabank, HSBC y los Polanco recibieron la propuesta y se sumaron al plan, después de varios meses adoptando un perfil bajo. Y el propio Cebrián aceptó.

También lo hizo Telefónica y, además, contra todo pronóstico. José María Álvarez-Pallete dejó claro antes del verano –en una entrevista en El País- que la compañía que encabeza “está para ayudar a invertir, y no para otras cosas”, lo que se interpretó como un mensaje para quienes pensaban que se iba a sumar al ‘bando rebelde’ de Prisa. Pocas semanas después, la telco situó su participación en el grupo (13%) dentro de su lista de activos en venta, lo que causó sorpresa en el sector de los medios de comunicación, donde no se esperaba ningún movimiento al respecto. Ahora bien, por alguna razón, la opinión del Alto Mando de Telefónica ha cambiado en las últimas semanas, puesto que se ha decantado por apoyar el cambio de poder en Prisa.

El desacuerdo de Moncloa

La decisión de situar a Monzón al frente de este grupo de comunicación cogió con el pie cambiado a los moradores del Palacio de la Moncloa, que, durante la tarde del martes, dejaron claro a los autores intelectuales de esta ‘conspiración’ –al menos a una parte de ellos- que el movimiento era inoportuno y el sustituto, manifiestamente mejorable, por decirlo de alguna forma.

Mariano Rajoy, y especialmente Soraya Sáenz de Santamaría, aprecian la labor de Juan Luis Cebrián, entre otras cosas, porque los medios de comunicación de Prisa han reducido ostensiblemente el nivel de crítica hacia el Gobierno durante los últimos años. De hecho, en poco tiempo pasó de ser el azote de la derecha a mantener una relación cordial con Moncloa, lo que le valió a El País el apodo del periódico del establishment por parte de la izquierda radical.

Esta buena sintonía se ha mantenido intacta en las últimas semanas debido a la responsabilidad con la que el grupo ha actuado -a juicio de Moncloa- durante la crisis en Cataluña. Desde luego, nadie esperaba que Monzón fuera a iniciar una cruzada contra el Ejecutivo y ni mucho menos a poner a El País del lado de la Generalitat. Pero el Gobierno hubiera preferido que el cambio de poder de Prisa, si tenía que llegar, se realizara cuando el incendio estuviera controlado. Por si las moscas.

Nadie esperaba que Monzón fuera a iniciar una cruzada contra el Ejecutivo o a poner a 'El País' del lado de la Generalitat. Pero Moncloa hubiera preferido que el cambio de poder de Prisa, si tenía que llegar, se realizara cuando esta crisis hubiera perdido intensidad.

La elección de Monzón y el diseño de la ampliación de capital se realizaron a espaldas del principal accionista de la compañía, Amber Capital (19,28%). De hecho, en la reunión del Comité de Nombramientos de este viernes ha escenificado su rechazo a la candidatura del exdirector de Indra, al considerar que no es la persona indicada para hacer que Prisa remonte el vuelo.

El fondo buitre veía con buenos ojos la opción que se ha barruntado en las filas rebeldes durante las últimas semanas, que es la de situar por encima del consejero delegado de Prisa a un presidente no ejecutivo que realice las funciones de representación institucional. El nombre que se ha intentado impulsar en los últimos tiempos es el de Manuel Polanco, cuyo ascenso devolvería simbólicamente el trono de Prisa a la familia de su fundador.

Otras fuentes sitúan como candidato a Manuel Pizarro, consejero de Grupo Henneo desde el pasado mayo y hombre impulsado por César Alierta, quien ha jugado un papel protagonista durante la guerra de Prisa.

Algunos medios de comunicación le han situado a la cabeza de una operación que se estructuraba en dos partes: la primera, perseguía la compra del 13% de las acciones de Telefónica por 25 millones de euros, a través de un grupo de inversores. La segunda, pretendía la toma del control del grupo con el apoyo de Amber Capital. No obstante, las fuentes del Consejo consultadas por este periódico afirman que ni los bancos (Santander, Caixabank y HSBC) apoyarían esta candidatura, ni la compañía de telecomunicaciones tendría la voluntad de desprenderse ahora mismo de esta participación.

¿Prensa libre?

Lo que han vuelto a poner de manifiesto estos últimos movimientos es que la salud de los medios de comunicación españoles flaquea. La crisis económica provocó que el Ibex y los carroñeros de los mercados (fondos buitre) accedieran a posiciones en el sector de la prensa que por definición no les corresponden. En teoría, lo hicieron para evitar la quiebra de los grandes grupos de comunicación, pero, en la práctica, con estas maniobras se han asegurado recibir un trato privilegiado en sus páginas. A tenor de estos antecedentes, resulta sospechoso, por ejemplo, que El País censurara, en 2015, una información que hablaba de la supuesta obligación que tiene Soraya Sáenz de Santamaría de abstenerse en las decisiones del Consejo de Ministros que tengan que ver con Telefónica, donde trabaja su marido, Iván Rosa, desde hace un lustro. ¿Qué ocurrirá a partir de ahora, cuando la presencia de los bancos aumente aún más en Prisa?

Desde luego, el panorama no resulta muy alentador. Es cierto que la llegada de internet arrebató el monopolio de la información a las grandes cabeceras y eliminó las barreras de entrada en el sector de la prensa, lo que ha provocado que haya una mayor diversidad de medios. Pero la sensación es que el ciudadano no tiene actualmente más probabilidades de encontrar buena información que hace unos años. Entre otras cosas porque el mercado es limitado y al final, tarde o temprano, una gran parte de las empresas periodísticas condicionan su independencia al pagador. Que suele estar en una Institución o dentro de un rascacielos acristalado del Paseo de la Castellana.

Los acreedores de Prisa pensaron en Javier Monzón para sustituir a Cebrián. Es decir, eligieron un 'hombre del sistema', no a un periodista o a un editor con experiencia en la gestión de este tipo de conglomerados de medios. Prueba de que sitúan sus intereses muy por encima de la información. Es lógico, sí, pero también triste.

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