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Vuelven la F1, las motos… y sus comentaristas

Antonio Lobato y Fernando Alonso.

¿Realmente es tan terrible el trabajo de estos dos hombres como para amargarles la temporada a los espectadores? ¿Acaso los aficionados a estos deportes son más duros que el resto?

Pues un poco de todo. Hay que reconocer que son deportes muy técnicos, con reglamentos más pesados que la obra completa de Ken Follet, y una parroquia de seguidores muy fieles y muy al día que se van a dar cuenta del más mínimo fallo. Prueba de ello es que parte de las críticas que despiertan estos dos periodistas se dirige hacia las cadenas por no haber escogido a alguien con más experiencia.

Las redes sociales e Internet se han convertido más de una vez en un espacio para el escarnio público de ambos. Nico Abad incluso tiene su propio grupo de haters en Facebook, llamado 'Por un Moto GP sin Nico Abad', y algunos aficionados enfurecidos han pedido su cabeza a Telecinco en Change.org. Pero nada, absolutamente nada, podrá superar el Lobato drinking game para 'tajarse' con las frases recurrentes del periodista de Antena 3. Aunque (afortunadamente) ninguno de los dos llega al punto del #graciasSara como para llegar a convertirse en protagonista del evento deportivo por encima de todo, Nico Abad y sus gritos en Le Mans sí que ha llegado a ser trending topic en Twitter.

Pero el mayor defecto que ambos comparten, además de parecer que no dan con el tono adecuado (¿por qué hay que gritar en las cabinas? ¿De dónde sale ese afán por retransmitir los eventos deportivos a grito pelado, y además un domingo al mediodía, cuando media España está de resaca?), lo que les pierde es el forofismo. Que sí, que está muy bien tener españoles despuntando en los deportes de élite, y todos nos alegramos mucho, pero que me obliguen a apoyar a una escudería italiana porque han fichado a un piloto español sigue la misma lógica que decirme que tengo que ser del Chelsea porque Fernando Torres también es de Fuenlabrada.

La nada disimulada debilidad de Antonio Lobato por su paisano Fernando Alonso le ha convertido en no pocas ocasiones en blanco de las críticas. Hasta cierto punto se puede llegar a comprender (que no compartir) por el único motivo de que Alonso es el único español al volante de un monoplaza. Lo de Nico Abad ya no está tan justificado: con varios pilotos españoles en la parrilla, apoyar a uno sólo por encima del resto puede herir muchas sensibilidades.

Y ahí es donde pinchan, porque hay que ser consciente en todo momento de que entre tantos miles de espectadores hay de todo, y hay que retransmitir para todos.

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