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Las series de la crisis: adiós a los chalés en las afueras

Dos chicas sin blanca (CBS)

Hubo una época feliz en la que las series que nos llegaban del otro lado del Atlántico mostraban un mundo de clase media-alta, con chalés en las afueras, muchos niños guapos (a ser posible rubios y agrupados en felices familias numerosas), zonas verdes, perros felices y todos los demás accesorios del 'american way of life'. Nadie tenía problemas para pagar las facturas del médico, y mucho menos un pluriempleo para poder llegar a fin de mes.

Pero todo eso ha cambiado, queridos lectores. Resulta que hay otra realidad que no nos habían contado. Y la estamos viendo en la tele.

Shameless

Les presento a los Gallagher, probablemente la familia más desestructurada del mundo: madre bipolar fugada, padre desempleado alcohólico y aficionado a las drogas y seis hijos, cinco de ellos del mismo padre. De la abuela mejor no hablamos, pero no es precisamente de las que hacen bufandas de punto.

La versión americana veía la luz en 2011 (hay otra británica anterior) y ya va por su cuarta temporada. Cuatro años de subempleo, estafas, trapicheos, robos, drogas, adolescentes embarazadas, niños en casas de acogida, alguna que otra visita a la cárcel, negocios ilegales y facturas impagadas. Y lo que llegará, porque han dejado el nivel muy alto, especialmente con ese equilibrio entre lo cómico, la exageración y el drama que se ha convertido en una de las señas de identidad de esta serie.

Arrested development

Aunque su estreno es anterior al 'pinchazo' de la burbuja, el tema casa muy bien con la corrupción -ese mal hábito que parece que tanto nos gusta a los periodistas porque no hacemos más que publicar noticias sobre ella- que dejó la resaca de la bonanza. En este caso, corrupción relacionada con el sector de la construcción, que de eso sabemos mucho en España. Pero no, los Bluth (otra familia desestructurada, pero en este caso forrada) viven en California, no en Marbella.

Arrested development es la descacharrante "historia de una familia adinerada que perdió todo… y de un hijo que no tuvo más remedio que mantenerlos a todos unidos", como anuncia en su propia cabecera. Y así, durante tres temporadas maravillosas (y una cuarta que se grabó para la plataforma de series on-line Netflix y nunca debió existir) acompañamos a Michael (Jason Bateman), ese sufrido hijo, a través de un vía crucis lleno de parientes parásitos y tramas de corrupción que harían enrojecer a toda la prisión de Soto del Real.

Dos chicas sin blanca (2 broke girls)

¿Qué haces cuando tu padre acaba detenido y con las cuentas embargadas por una estafa financiera como un Madoff cualquiera? Que le pregunten a Caroline Channing (Beth Behrs), la niña rica neoyorkina que pasó del jet privado con azafata francesa a servir como camarera en un diner de Brooklyn (pero por nada del mundo renunciará a su caballo ni a sus taconazos de marca). La otra 'chica sin blanca' es Max (Kat Dennings), que lleva toda la vida en el mismo (lamentable) estado financiero y guiará a Caroline en su nueva vida de 'chica de barrio' que tiene que hacer la compra con cupones.

Además de un caballo y mucha moral, las 'dos chicas sin blanca' tienen un sueño muy acorde con los tiempos actuales: fundar una empresa de 'cupcackes', esas omnipresentes magdalenas decoradas que parecen de plastilina y que se han expandido durante los últimos años cual plaga bíblica.

Breaking bad

Si hay algún país desarrollado donde sea poco recomendable para la economía familiar caer enfermo ese es Estados Unidos. Si por desgracia es un cáncer, ya ni te cuento. Y si ya de por sí estás pluriempleado para llegar a fin de mes, las consecuencias pueden ser fatales. ¿Qué hacer en esta situación? Walter White (Bryan Cranston) lo tiene claro: sintetizar droga para pagar las facturas del médico y dejarle un buen colchón económico a la familia. Y, ya de paso, acabar consagrado como el mayor capo de la droga del estado de Nuevo México. Vamos, lo que haría cualquiera en una situación de necesidad.

Poco más queda que añadir sobre una serie de la que se han escrito auténticos océanos de tinta, pero que no deja de ser un botón de muestra de esa otra realidad en la que apenas nos habíamos fijado cuando las cosas iban bien y sobre la que la televisión empieza a ser vagamente consciente.

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