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La importancia de llamarse Anabel Pantoja

Anabel Pantoja (Cordon Press).

Aunque pueda parecer incomprensible, Anabel Pantoja aterrizó en nuestras vidas hace apenas cuatro años. Una desconocida sobrina de Isabel Pantoja se sentaba en el plató de Supervivientes para defender a su primo Kiko, gran fichaje de la edición -primera presentada por Jorge Javier Vázquez- y que acabaría siendo una de las grandes decepciones también. Nerviosa, aunque con la lección aprendida tras muchos años viendo como su tía lidiaba con las cámaras de televisión, Anabel consiguió hacerse un hueco gracias a erigirse como la portavoz de la familia más popular del folclore nacional. Aunque, claro, nada hacía presagiar que aquella jovencita se convertiría en la estrella más demandada de la cadena amiga. 

La presencia de Anabel Pantoja en televisión ha ido incrementándose con el tiempo, pero siempre de forma muy paulatina. Nada de booms mediáticos a lo Mario Vaquerizo, que pasan de cero a cien en cuestión de dos meses. La evolución de la sobrinísima ha sido tan imperceptible que cuando nos hemos querido dar cuenta ya había conquistado toda la parrilla de Telecinco. Anabel comenzó como defensora, pasó a comentarista, de ahí a aspirante a tertuliana, luego gancho, colaboradora y, por fin, reina de Mediaset. Y todo sin tener prácticamente nada que ofrecer. Anabel interesa como rareza importada de Cantora, como mera presencia testimonial del entorno de Isabel Pantoja, ya que contar, contar, no cuenta nada, y cuando lo hace no deja de ser una 'versión oficial' que nadie cree y a nadie contenta. Sin duda, escalar con semejante mochila es todo un mérito. 

La marca blanca de los Pantoja 

Anabel es la marca blanca de los Pantoja. Es la mejor opción al mejor precio. Ni tiene el carácter de su primo Kiko Rivera, capaz de conceder una entrevista e interponer una demanda al día siguiente, ni la pasividad de su prima Chabelita, aspirante a it-girl con tan poco desparpajo que no consiguió ni mantener una colaboración estelar -su paso por Supervivientes está dejando claro que lo suyo es mantenerse en un segundo plano, alejada de conversaciones y situaciones incómodas-. Eso sí, cuenta con el beneplácito de la consanguinidad pantojil. Hasta ahora estábamos acostumbrados a conocidos y allegados sacando la cara por la tonadillera, pero esto nada tiene que ver con contar con carne de su carne, sangre de su sangre. Anabel podrá no dar el juego esperado pero tiene el Pantoja detrás por herencia, y ya se sabe que el apellido es un grado. 

Con todo, su presencia mediática ya le ha generado más de un enemigo. Colaboradores que ven como la sobrinísima, sin haber hecho prácticamente nada, factura más que todos ellos juntos -Víctor Sandoval, expresentador y exconcursante de GH VIP, cuantificaba la colaboraciones de Anabel en unos 12.000 euros al día y se quedaba tan tranquilo-. Polemistas que ven en ella el pase directo a un Deluxe aunque sea de madrugada. Y los propios íntimos de la tonadillera, apartados de sus sillas y condenados a pasar información bajo mano a los periodistas especializados en corazón. Y, si con eso no tenía bastante, la sombra de su padre, Bernardo Pantoja, oveja negra del clan, y las reprimendas de su madre, que no ve con buenos ojos el trabajo de su hija, son la gota que colma el vaso. ¡Si es que mucho hace la pobre con aguantar la cordura! 

Ahora, ¿no va siendo hora de que cortemos ya el cordón de los Pantoja? ¿No va siendo hora de que les dejemos que se marchen a casa? ¿No va siendo hora de que pasemos página y nos dediquemos a cosas más interesantes? Entendemos que Anabel acuda a Supervivientes para defender a su prima, todavía en la isla, pero, ¿es necesario que se pasee por todos los demás programas? ¿Tanto acredita el apellido Pantoja? ¿Tanto al alza se cotiza? Mediaset es especialista en crear sus propios iconos, desde Belén Esteban hasta la misma Terelu, pero, ¿qué aporta Anabel Pantoja? ¿No le hubiesen dado carpetazo si Chabelita hubiese funcionado como colaboradora? Ay, los segundos platos. Siempre dispuestos para calmar el hambre, pero nunca suficientemente sabrosos.

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