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Valor y heroísmo con Pedro Morenés

Se encontraba don Pedro Morenés Eulate, elegante Ministro de Defensa (la verdad es que echando la vista hacia atrás todos los responsables de esta cartera, incluyendo por supuesto a la resultona Carmen Chacón, son gente que al menos en lo estético dignifican este cargo), en la Casa de América para presentar el libro Valor y Heroísmo, II Centenario de la Real y Militar orden de San Fernando. 

El característico verde benemérito se mezclaba con el oliva del ejército de tierra, el azúl del aire y los favorecedores blancos de la Armada en período estival con una profusión de galones y la corrección en las formas a la hora de saludar. De hecho, me llamó la atención pues al entrar Morenés todo el mundo permaneció en pie, supongo que por aquello de oficial en la sala, hasta que don Pedro tomó asiento. Teresa Lizaranzu, presidenta de Acción Cultural Española -también hay organizaciones así, aunque supongo que no reciben muchas subvenciones- nos explicó que esta obra pretendía no ser un mero tributo histórico sino saber qué hay detrás de la más prestigiosa de las condecoraciones del Ejército Español, la Cruz Laureada de San Fernando, en un país que si por algo se caracteriza es por ser bastante ingrato.

El actual responsable (maestrante para ser más exactos) de esta orden es el laureado general José Rodrigo, que se limitó a dar las gracias a todos para demostrar la austeridad militar. Cedió las emociones al director de la investigacion, Joaquín Puig de la Bellacasa, encargado de recopilar y glosar historias sobre esta condecoración. Lo primero, contarles que se trata de la mayor distinción militar que se concede en el Ejército español para las tres armas; lo segundo, que la puede recibir cualquier soldado (al margen de su graduación y origen social), cualquier paisano o miliciano por haber participado en hechos de armas y tercero, que es la más democrática pues la establecieron las Cortes de Cádiz en plena Guerra de la Independencia y podía y puede recibirla cualquiera. De hecho, la primera que se concedió fue al duque de Wellington por su decisiva ayuda en la expulsión de las tropas imperiales de Napoleón de España, cuyo ejército no fue derrotado frente a la mayor máquina de guerra de la época. 

Como estamos necesitados de una dosis de ánimo patrio les recreo alguna de las gestas heroicas que se contaron sobre gente que dio la vida por España. Por ejemplo, Gómez de Liaño, supongo que familia del juez, que se rebeló contra una goleta levantisca en Argentina y llegó junto a 8 hombres hasta Cádiz, los últimos de Filipinas que aguantaron un año de asedio, los aviadores que recibían la Cruz Laureada de San Fernando por volar tan bajo que les ponía a tiro de los rifles enemigos, la Guardia Civil que siempre acompañó a nuestro Ejército, un cabo de Infantería de Marina que en el buque Baleares cogió con sus manos un proyectil y lo tiró al mar para salvar a la tripulación (lo que le provocó la muerte por quemaduras), o el teniente coronel Fernando Primo de Rivera, que cargó al frente de su regimiento de caballería Alcántara contra el enemigo para cubrir la retirada de nuestras tropas. La última carga la hicieron a pie porque no quedaba un caballo vivo. Así son los españoles para lo bueno y para lo malo, se respiraba en el ambiente. 

El último en intervenir fue Pedro Morenés, que aclaró que se premia el valor y la abnegación, pero no la irresponsabilidad de los insensatos. Es un acto de generosidad entregar la vida por la patria porque el militar no busca la muerte, sino cumplir fielmente con el encargo recibido y la patria no debe olvidarlo, Morenés dixit. Hay que hacer aquí un inciso, pues la Legión y los Regulares son los dos cuerpos que más Laureadas acumulan en individual y en colectivo, ya saben, esos que dicen que son el novio de la muerte y que los legionarios no se mueren sino que se reagrupan en el Infierno. También le interesa mucho al ministro que se involucre a la sociedad civil en la defensa de España en su más amplio sentido para, entre otras cosas, poder salir de esta maldita crisis.

Entre el público se pudo ver al comandante Calvo Izquierdo, que es el hombre de mayor edad poseedor de esta prestigiosa condecoración. Rodrigo Campos fue el encargado de moderar la charla, pues el director de Casa de América tenía otras cosas que hacer. Todos los actos militares son una maravilla pues no se oyen móviles, ni ruidos, empiezan y terminan a la hora convenida y la gente se retira en perfecto orden.

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