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Aznar se enmienda la plana junto a Zaplana

No sólo se cubrió completamente el aforo sino que hay quien asegura que hasta 1.000 personas, las otras 300 de pie, aguardaban las sacudidas de Aznar ahora que su bigote se ha vuelto tan crítico con el Gobierno de Rajoy.

La presencia en la sala de Carlos Floriano -mano derecha de Cospedal- pero sobre todo la de la vicepresidenta, Soraya Saénz de Santamaría -la izquierda y la derecha de Mariano- nos maliciaba que igual se trataba de una puesta en escena para demostrar que se habían malinterpretado las palabras de José María en recientes ocasiones. No cuento en la comitiva presidencial al ministro de Industria, José Manuel Soria, porque todos saben que es un aznarista convencido y no sólo porque sea igual que el expresidente físicamente, solo que más alto.

Entre el público asistente se pudo ver a gente que se ha criado en los generosos pechos del heredero de Fraga; el cuestionado consejero de Sanidad madrileño, Javier Fernández-Lasquetty, la brillante cabeza del secretario de Comercio, Jaime García-Legaz, la bella Cayetana Álvarez de Toledo, el fontanero Carlos Aragonés, las orejas siempre abiertas de Ignacio Astarloa o el jovial Pedro Antonio Martín Marín conformaban un mosaico que nos recordaba al que algunos califican como el PP auténtico. 

Introducción de Zaplana

Contemporáneos del exlíder carismático como Juan José Lucas, Pío Cabanillas o Gabriel Elorriaga también ocupaban puestos principales para que su mujer, Ana Botella, que no sabe cuánto durará de alcaldesa, no olvidara que lo que es el PP hoy también se le debe a su marido. Catalina Luca de Tena, editora de Abc, el librepensador y experto en técnicas de sexualidad tántrica Fernando Sánchez Dragó o el académico Luis María Anson acudían por motivos bien distintos, aunque todos confesables, a la lectura de 12 sencillos folios que esperaban revolucionasen, otra vez, el ruedo político.

Eduardo Zaplana, con su pinta de galán de Hollywood de los años 50, introdujo al personaje hablando de lo mucho que ha hecho Aznar por España, por el PP y que no es un piernas, pues la voz del expresidente se busca en muchos foros de análisis internacional.

Ante él, un público trufado de señoras estupendas con mechas rubias, caballeros bien plantados con pulseritas con la enseña nacional y jóvenes que ven la crisis desde la tranquilidad de sus casas de la zona centro que probablemente quedaron defraudados cuando de la boca de Aznar no salieron improperios contra Mariano Rajoy y su exasperante cachaza, sino una clase sobre la historia de España y la Transición.

Aunque sigue muy en forma y se vuelve a dejar el bigote, Aznar rebajó varios puntos sus críticas y se limitó a decir que se recorte el gasto de las administraciones en vez de subir los impuestos a los votantes del PP (clases medias) y que se acabe con el desafío soberanista en Cataluña pues las CCAA se hicieron para que todos los españoles tengamos los mismos servicios y seamos más solidarios, algo que está en el ADN de todos los peperos de bien aunque el Gobierno lo disimule.

Le parece fundamental la reforma educativa para terminar con paradigmas fracasados, hay que ser más europeos pero con un ojo puesto en el atlantismo (rentabilizar nuestra herencia en Hispanoamérica y la fuerza que están cobrando los hispanos en la primera potencia mundial, EEUU) y, en definitiva, hacer un uso suficiente de la mayoría absoluta obtenida en las urnas. 

Sin pelea de gallos

Es decir, un compendio de lo que ya nos contó sin alusiones al presidente Rajoy y con unas formas exquisitas que no hacen sospechar que el expresidente quiera volver a liderar el partido. Repitió que él no está contra nadie, sino con los españoles, como forma de expresar que el PP, que tantos éxitos electorales ha cosechado a lo largo de los años, no debe tener miedo de mostrarse tal y como es, un partido liberal conservador que debe ser capaz de explicarle a los españoles que o cambiamos o no saldremos del pozo nunca. 

La notaria Isabel Estapé, cuyo atuendo nos recordaba que ya ha llegado el verano, tomaba notas sin cesar mientras que una cerrada ovación despidía al interviniente. Soraya salió corriendo sin contestar a los medios, no sé si para contárselo a Rajoy o porque esperaba más melaza del expresidente de Castilla y León, mientras que en el ambiente flotaba una sensación de decepción, pues somos muy morbosos y en el fondo queríamos asistir a una pelea de gallos. 

Es la tercera vez que Aznar repite sus recetas. Ahora la pelota está en el tejado del inquilino de la Moncloa: ¿cambiará Rajoy su estilo de hacer política ante el miedo de que las diferencias internas continúen acrecentándose o se limitará a esperar en la confianza de que el tiempo le dé la razón a su forma de hacer las cosas?

Aznar, por su parte, ¿qué hará si sus mensajes no son aplicados? Esta situación me recuerda la famosa noche del 23F cuando los capitanes generales a la pregunta del Rey de con quién estaban le respondían “estamos con Usted, señor: si por la democracia adelante; si no, sacamos los tanques a la calle”. Confío en que no se den las circunstancias para que Aznar tenga que llamar a los barones del partido y recordarles cuál es el ideario del partido, pues mentir sería no afirmar que las aguas del PP empiezan a revolverse. 

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