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Tarantino, otro que la sigue y la consigue

Uma Thurman y Quentin Tarantino en el festival de Cannes de este año / Gtresonline.

Uma Thurman-Quentin Tarantino

Uma Thurman selló con un beso el cambio de relación de amigos a por lo menos eso que ahora se llama “amigos con derecho a roce”. Lo hizo delante de todos después de una cena en Mr. Chow, en Los Ángeles. Uma tiene 44 años y tres hijos de dos parejas anteriores. Quentin Tarantino tiene 51, el título de soltero raro de oro y sin hijos conocidos.

Desde que se conocieron en 1994 -Pulp Fiction- Quentin no ha dejado de soñar con ella. De hecho, Kill Bill se escribió para ella. Ambos gozaron lo que no está escrito en el pasado festival de Cannes, cuando celebraron, bailando como en la película -ella lo cambió por Travolta- , el 20 aniversario de Pulp Fiction.

Rainiero de Mónaco-Grace Kelly

Rainiero -que era un señor y príncipe- tuvo que soportar los repetidos desplantes de la Kelly. Pero es que la Kelly era un bellezón -25 años y con un Oscar en el bolso- y se podía permitir eso de “Siento no poder acudir con usted a una sesión de fotografías porque a esa misma hora tengo cita en la peluquería”.

El de Mónaco insistió, le habló de lo bonito que era ser princesa, le llenó de joyas y palacios… Pero los Grimaldi querían pruebas fisiológicas para saber si Grace podría darle descendencia. Ella, ante la evidencia de que la prueba determinaría que Rainiero no sería el primer hombre en su vida, le rogó que la librase de esta humillación y el Príncipe accedió -y se la jugó-. Un año más tarde estaban casados y ella, retirada de la industria. A él le bastó con insistir sólo un poquito.

John Lennon-Yoko Ono

La pareja a la que todo el mundo achaca el fin del cuarteto de Liverpool. Yoko Ono, artista plástica -especialista en la manipulación no sólo de las materias primas-, conoció a John Lennon en Londres en una galería de arte. Yoko tenía seis años más que él y era casi casi fan del famosísimo Lennon. Le persiguió durante tres años hasta que consiguió cazarle.

Su famosa luna de miel, exponiendo su mensaje de paz mundial en la cama -durante siete días y múltiples desnudos-, pasó a la historia de la fotografía. John, después de peleas, drogas, manifestaciones y protestas, la dejó cuatro años más tarde. Pero en solo seis meses volvió y tuvo a su único hijo, al que se dedicó íntegramente, dejando incluso la música en un segundo plano y a Yoko, en el primero.

Elizabeth Taylor-Richard Burton

Dos bellezones a cual más pasional y locoide. Se conocieron en Cleopatra y aunque ambos estaban casados, se olvidaron de todo para fundirse en un amor pasional que los devoró a los dos. Se divorciaron de sus anteriores parejas y se casaron. 10 años les duró. Y uno sólo la soltería porque se volvieron a casar otra vez.

Un año les duró esta segunda vez el matrimonio… Las discusiones y el alcohol… Insultos y retozones hasta caer exhaustos… No podían estar juntos, ni separados. ¡Qué sinvivir! Su anécdota más sonada fue cuando Burton irrumpió en una fiesta y le ordenó a la Taylor que se fuera con él esa noche porque era el único hombre que podía satisfacerla. Ella recogió sus cosas, se acercó a su marido y le espetó: "Tengo que irme, me necesita". El marido era Richard Wagner.

Katherine Hepburn-Spencer Tracy

Desde luego Katherine Hepburn le siguió durante 27 años -que fue el tiempo que estuvieron juntos como amantes- porque Spencer Tracy estaba casado, era católico y practicaba estupendamente lo de la “doble moral”. Así es que nunca se divorció, pero tampoco abandonó jamás a Katherine. Fueron capaces de trabajar juntos durante años y ambos de soportar mutuamente sus tremendos egos.

En la primera película que compartieron, Tracy ya tenía dos Oscars y ella, al ponerse la primera vez a su lado le comentó: “Oh, señor Tracy, soy muy alta para usted”. Y él, en menos de un segundo contestó: “No hay problema, querida. Pronto estarás a mi altura”. De hecho, Tracy siempre exigió aparecer primero en créditos y un periodista le preguntó una vez: “Pero Señor Tracy, ¿no se supone que las mujeres van primero?” Y Tracy replicó: “Esto es una película, no un bote salvavidas”.

 Marilyn Monroe-Arthur Miller

Pobre Miller, la Monroe que era mucha Monroe, le persiguió hasta que consiguió que se divorciara. Miller que nunca le había hecho ni caso, resistió estoicamente hasta que Marilyn se le acercó demasiado en una fiesta y él ya no supo mantener la defensa numantina. Claudicó, se casaron y cuando Marilyn vio en qué consistía estar casada con un escritor, casi enloquece. ¡Qué horrible! ¡Nunca sale de casa! ¡Se pasa las horas muertas delante de una mesa de trabajo! ¡Esto es un rollo! Así es que la Monroe se fue a hacer una película con Yves Montand y de paso, a tener una aventura con él.

Tanto Miller como Simone Signore -la mujer de Montand- aguantaron elegantemente hasta el final del rodaje que unía a sus respectivas parejas -El Multimillonario-. La Signoret se llevó a casa de vuelta a Montand -debía estar acostumbrada a estas cosas- y Miller pidió el divorcio y regresó con su esposa.

Claro que todo podría haber sido peor y terminar como Ennis y Jack en Brokeback Mountain; Christian y Satine en Moulin Rouge; Paris y Helena de Troya; Izzie y Denny de Anatomía de Grey; Peter y Mary Jane de Spiderman; o los infalibles Rick e Ilsa, un clásico, en Casablanca. Al menos, a todos nos quedó París.

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