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Estilo

Vuelven los parches. Ahora se llevan, no es cosa de pobres

Rihanna (Gtres)

No me he vuelto a poner nada de pana en la vida.

También odiaba los parches. Los parches en los años de mi infancia y adolescencia, los setenta y ochenta, indicaban que venías de una familia humilde que tenía que reciclar la ropa y que no podía permitirse pantalones o jerséis nuevos cuando rodillas, culo o codos se desgastaban. Que era muy a menudo. En los parques de mi infancia no había suelo de caucho ni columpios diseñados para no caerse. Nosotros éramos unos salvajes subidos a barras de hierro.

Pero en los parches, ay, en los parches sí que he caído. 

 
Se viene San Valentin Estas buscando un para tu novia?? Que mejor que una #vigilia ?
Una foto publicada por V I G I L I A (@byvigilia) el9 de Feb de 2016 a la(s) 3:21 PST

Porque este año, por si aún no lo habéis visto, se llevan los parches. Este verano van a inundar  todas las prendas de ropa. En mi política de no-compro-más-algo-para-sólo-una-temporada, el otro día me metí en Aliexpress –lo confieso, de vez en cuando peco en el mega-chino-online- y encargué unos cuantos parches. Muchos, en realidad.  Darth Vader. La lengua de los Stones. Calaveras. 

Me consuelo pensando que eso nunca me lo habría cosido mi madre a la ropa, y así me creo moderna y reaccionaria. Pero en realidad soy una ovejita más del rebaño que he vuelto a caer víctima de las tendencias. ¡Mira un parche!

Eso sí, este año no me pasará como con los jerseys de calaveras, las camisas con tachuelas o los vestidos con flecos. Este año no acumularé ropa que en unos meses se verá vieja y desfasada. Ponte algo con una calavera y todo el mundo sabrá que lo compraste hace dos años y que ahora estás ridícula con ello.

Este año, lo he decidido, los parches de mi ropa serán de quita y pon.  Los coseré, no los pegaré, a un par de vaqueros y a una camisa –que para algo tienen que servir las clases de costura que me dieron las monjas del cole- Y el verano que viene, voilà. Fuera. Vaqueros reciclados para otra temporada como si no hubiera pasado nada.

Qué pena me doy a veces, la verdad. 

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