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¿Qué habría pasado si la patente de la Coca Cola se hubiera quedado en España?

Eso, al menos, es lo que dicen desde Aielo de Malferit, en Valencia. Un descendiente de Aparici, Juan Mica, reclama la autoría moral del refresco. Un cóctel magistral que inventó Bautista con otros dos amigos en su destilería: jarabe de nuez, azúcar, un poco de alcohol y hojas de coca. El germen, con subidón potenciado, de lo que hoy nos ha llegado en forma de calimocho. De hecho estos tres amigos pararon en una feria en Filadelfia en 1885, antes de la invención del refresco año después.

Espiando como se debe, he averiguado que el verdadero origen está en Paris. Menudos colocones se agaraban Dumas, Conan Doyle o Julio Verne a base del Vino de Mariani. Angelo Mariani fue el primero en descubrir los efectos benéficos, cual bálsamo de fierabrás, de la mezcla de la coca con el alcohol. No sólo erradicaba el dolor sino que potenciaba la creatividad, el genio y... la potencia sexual. O al menos eso se creían ellos en el éxtasis del subidón del Mariani’s Wine. ¡París, literatura, orgías y vino!

Como todo lo que triunfa en París, esta panacea universal cruzó el charco y llegó a oídos de Pemberton, en Atlanta, un farmaceútico convaleciente y sufridor empedernido por las graves secuelas que le dejó la Guerra Civil Norteamericana. Le dió su toque personal y empezó a comercializarlo como el Pemberton French Wine Cola, aunque poco después y debido a una prohibición sobre el alcohol, eliminó el vino, que no la coca, de la bebida (cosa que haría años después, en 1903, intercambiándola por cafeína y algo más de azúcar, aunque la coca se declaró ilegal en 1914).

El secreto, por 550 dólares

Aunque el verdadero salto de la compañía lo dió Asa C. Candler, que le compró a Pemberton, casi en su lecho de muerte, las últimas acciones y el secreto de la fórmula por 550 dólares. En 1892 nació Coca Cola Company y desde entonces Atlanta, que no Valencia, es equivalente a Coca Cola. Un tal Edwards diseñó la botella y un tal Root la registró como obra de arte: Los dos se convertieron en millonarios en pocos años. Las acciones, que salieron a la venta por 100 dólares, en 1914 cotizaron por 17.000 y los hijos de Candler la vendieron por más de 25 millones de dólares, la transacción más grande en la historia comparativa de la industria norteamericana.

España y Portugal, que dentro de la compañía configuran la División Ibérica, es la sexta sección de ventas más importante del mundo (por delante tenemos a EE.UU., Japón, México, Brasil y Alemania). Da empleo a 250 trabajadores y son empresas 100% de capital patrio (una excepción dentro de la marca); tiene 14 plantas de producción y 6 embotelladoras con otros 6.000 trabajadores, facturando 3.000 millones de euros en el último ejercicio. Es la marca internacional más conocida en nuestro país y en 2006 fue elegida como compañía global más creíble, de las más valoradas y preferidas para trabajar. ¡Ay, Bautista!...

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