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La costa de Vizcaya: elegantes villas sobre el Cantábrico

La historia nos habla de lugares habitados por aguerridos marineros que salían a la mar con frágiles embarcaciones a enfrentarse con las ballenas. La tradición pesquera se mantiene hoy en día, pero han cambiado a los cetáceos por excelentes merluzas y el afamado bonito. Entrando a Ondarroa por su puente Viejo se percibe ese aire de antigua villa marinera, adaptada sin embargo a los nuevos tiempos: el último de los puentes que cruza el Artibai es obra de Calatrava. Siempre Calatrava.

En la vecina localidad de Lekeitio, asentada sobre las laderas de los montes Opio y Lumentza, destacan palacios como el de Upaletxea, que aparece flanqueado por casas de pescadores. Es un verdadero espectáculo contemplar los cambios que causa la marea en el paisaje de las playas de Isuntza y Karraspio. El anfiteatro urbano de Elantxobe es una de las estampas más impresionantes de toda la costa. El 22 de julio, la villa rememora el enfrentamiento de Mundaka y Bermeo por la Isla de Ízaro, en el que ésta actuó de juez.

Urdaibai, el estuario entre el cabo Matxitxako y cabo Ogoño, está incluido en la lista de parajes naturales Reserva de la Biosfera. A once kilómetros de Mundaka, capital del surf, se encuentra la villa tristemente conocida por los hechos plasmados en el cuadro de Picasso. En una colina de Guernica está el roble donde se reunían las Juntas Generales del Señorío de Vizcaya y en el jardín adyacente las esculturas de Chillida y Henry Moore. La sinrazón no ha podido, sin embargo y pese a numerosos intentos, acabar con la obra de Agustín Ibarrola en el bosque de Oma. Un agradable paseo por un pasillo de pinos lleva hasta allí en algo menos de una hora.

Es conveniente llegar a Bermeo cuando su flota pesquera regresa del Cantábrico y queda amarrada en el puerto, con sus característicos barcos de colores. El puerto Viejo ha quedado para embarcaciones de poco calado y la nota de color la ponen un conjunto de fachadas apiladas en complicados equilibrios. De origen templario y unida a tierra por 231 escalones, la ermita de San Juan de Gaztelugatxe está rodeada de leyendas, como la que habla de su fundación por San Juan, que llegó hasta el lugar en tres pasos. El pirata Francis Drake fue uno de los primeros en hacer turismo por allí. La idiosincrasia de esta tierra está muy presente en los paisajes de Gorliz, donde sus verdes laderas se mezclan con el intenso azul del Cantábrico. Más allá, Plentzia ha perdido un poco del encanto de villa residencial debido a la llegada del metro, la expansión de Bilbao ha alcanzado con su redes a una localidad a poco más de una veintena de kilómetros de la ciudad.

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