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Destinos

Las ciudades coloniales más bellas

Una calle de Cartagena de Indias (flickr | szeke - imagen con licencia CC BY 2.0).

Cartagena de Indias (Colombia)

La que, para muchos, es la ciudad más bella de América Latina cumple el sueño perfecto de la metrópoli tropical, la imagen radiante de ese Caribe en cuya orilla se asienta su explosión de impecables fachadas multicolores que le han merecido el título de Patrimonio de la Humanidad. Cartagena de Indias, la indiscutible joya arquitectónica colombiana, no sólo atesora la maravilla militar de las Américas, la imponente Fortaleza de San Felipe Barajas, sino también coquetas plazuelas donde desfilan las palenqueras con sus cestos de fruta sobre la cabeza, iglesias con claustros silenciosos y conventos reconvertidos hoy en hoteles boutique. Todo ello aderezado con los ecos literarios de García Márquez, quien situó, entre estas murallas, sus más deliciosas historias de amor.

Antigua (Guatemala)

Su emplazamiento espectacular en un cuenco flanqueado por tres volcanes (Del Agua, Del Fuego y Acatenango) supone también un desafío perpetuo a su belleza colonial, una de las mejor conservadas que existen. Sin embargo, la que fuera capital de Guatemala también ha sabido resistir a otros enfados de la naturaleza en forma de terremotos e inundaciones, de modo que la ciudad -ayudada por varias restauraciones- luce estos días como en sus orígenes. El empedrado íntegro de sus calles, las casas de una sola planta que esconden perfumados jardines y las muestras dispersas de arquitectura barroca la convierten en un encantador enclave oculto en una panorámica dramática, pero pequeño y recoleto, a la medida del hombre.

Cuzco (Perú)

Cerca del cielo, a 3.400 metrosde altura, se extiende la antaño ciudad principal del Virreinato de Perú con su despliegue de fachadas blancas, balcones de madera labrada y rincones porticados que recogen la nostalgia de los pueblos castellanos. Cuzco, o el ombligo del mundo, se jacta de ese mestizaje arquitectónico único que le confiere el haber sido levantada con sabor colonial sobre las ruinas de la capital de los Incas. Por eso la imponente Plaza de Armas, con la Catedral y la Iglesia de la Compañía de Jesús, convive a pocos pasos con los restos del Qorikancha o Templo de Oro, reconvertido en convento. Una dualidad que se aprecia también en sus museos con reliquias precolombinas o en el empuje alternativo de barrios como el de San Blas, refugio de la bohemia, desde donde se vierten las mejores vistas de esta deslumbrante urbe.

Viejo San Juan (Puerto Rico)

Apodado la ciudad inexpugnable por estar prácticamente circundado de fortificaciones, se trata de uno de los conjuntos monumentales más impresionantes del Nuevo Mundo. El empeño de los españoles por sembrarlo de obras defensivas -la Fortaleza, el Fuerte de San Cristóbal y el Castillo de San Felipe del Morro- no sólo propició su victoria sobre temibles piratas, sino también una barrera contra el atropello urbanístico. Abrochado por estos muros, el Viejo San Juan sigue brindando un paseo por 500 años de historia. Sus calles rectilíneas adoquinadas en azul y sus fachadas históricas de colores chillones conservan todo el encanto de la colonia, pese a estar hoy plagadas de bares y terrazas que alumbran una de las vidas nocturnas más animadas del Caribe.

Colonia de Sacramento (Uruguay)

Tan serena y apacible, con sus casas de estuco adornadas con jazmines y buganvillas y sus calles solitarias alumbradas en la noche con la luz amarillenta de los faroles, nada en un paseo por Colonia de Sacramento induce a pensar en su pasado tumultuoso. Y sin embargo, esta pintoresca ciudad recostada sobre el río de la Plata fue manzana de la discordia entre España y Portugal y hoy exhibe ambas herencias arquitectónicas. La iglesia Matriz (la más antigua de Uruguay), la Puerta de la Ciudadela y la capilla de la Concepción recogen un estilo colonial que tiene su máxima expresión en la emblemática calle de los Suspiros, catalogada como una de las más bellas de América.

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