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Canales de Kerala, donde el agua es camino

Hay lugares que siempre dejan huella en la mochila. Dentro de la gran variedad que vamos a encontrar en la India, en este territorio podemos disfrutar de un armonioso equilibrio y conceptos tan avanzados para la India como la igualdad entre hombres y mujeres, la pluralidad religiosa y un alto nivel cultural, que conviven con tradiciones milenarias como el Ayurvera, el Yoga o la Meditación.

Cuentan que el guerrero Parasunam realizó un único lanzamiento de su hacha para reclamarle Kerala al mar. Esto forma parte de la leyenda, pero lo que sí es cierto es que estamos en una tierra atravesada por intricados canales, lagunas, lagos y ríos. ¿El resultado? Sus canales conocidos como Backwaters, que son una vía cómoda y rápida de transporte en un territorio donde los caminos son malos y están cubiertos de espesa vegetación. Cuando los portugueses se instalaron en Cochin lo hicieron por ser un magnífico puerto de mar, todavía sigue siéndolo, pero también por su red de canales que permitía traer las mercancías desde el interior.

La herencia colonial en Kerala se percibe unas veces de una manera sutil, y otras de una forma más explícita como en el caso de Cochin. En las calles del casco viejo podemos visitar la vieja sinagoga, cuidada por la misma familia desde 1568. La huella portuguesa también se hace evidente. En las cercanías de Church Rd. La historia se recupera. Lo que servía para demostraciones militares se ha convertido en campos de cricket y fútbol. Aquí, la religión y el comercio han ido de la mano durante siglos. Los niños todavía presumen de un rico vocabulario en portugués y los nombres de Ronaldo o Neymar sirven como tarjeta de presentación.

En un lateral, casi escondida detrás de los árboles se levanta la iglesia de San Francisco, que es la iglesia cristiana más antigua de la India y en la que estuvo enterrado durante años el navegante portugués Vasco de Gama.

Enclave de la ruta de las especias y hogar para europeos

Estamos en plena ruta de las especias, y precisamente en este punto de la India fue donde los navegantes portugueses encontraron pimienta, iniciando un fabuloso negocio que duraría siglos. Estos intrépidos navegantes también se encontraron con una comunidad de cristianos y otra, muy reducida, de judíos que habían mantenido su fe y que perduraría a pesar de la presencia permanente de los misioneros portugueses. Estas comunidades procedían de los lazos comerciales que Kerala mantuvo siempre con europeos y árabes desde la antigüedad: primero con los griegos y romanos y después con los pueblos árabes. 

Sin embargo, no fueron los portugueses los únicos europeos que habitaron en Cochin. Holandeses e ingleses encontraron en estas tierras un lugar donde vivir alejados de las encorsetadas y estrictas reglas de sus sociedades de origen. Posiblemente, el mejor testimonio de su paso es el Palacio de Bolghatty, en la isla del mismo nombre, construido en 1744 por los holandeses. Fue residencia del gobernador inglés durante la colonización británica de principios del siglo XIX.

Ahora Fort Cochin es una ciudad para callejear. Desde la iglesia, se llega al palacio de Mattancherry, levantado por los portugueses y reconstruido por los holandeses. En su interior, se disfruta del sincretismo cultural de esta ciudad. Las paredes están decoradas por murales que describen la historia del Ramayana, la gran historia épica tan querida por los hindúes. A pocos metros, abrasados por el sol del mediodía encontramos la citada sinagoga del siglo XVI, que pertenece al único barrio judío de la India. La historia del origen de esta comunidad judía no está muy clara. Según unos, se remonta a la época del rey Salomón. Otras versiones defienden la teoría de que los judíos de Cochin pertenecen a la Tribus Perdidas, o a los que fueron expulsados de Israel por Nabuconodosor

Munnar o Trivandrum, Kerala más allá de Cochin

Después de Cochin, se puede visitar Munnar, lugar de veraneo de los colonos ingleses que huían de los calores, ya que su altitud, 1.600 metros sobre el nivel del mar, le confiere un clima suave. Las plantaciones de té se alternan con valles y colinas en todas las tonalidades de verde posibles. Las flores y las plantas exóticas salpican de color y fragancias el paisaje; algunas tan esperadas como la Neelakurinji, que cada doce años cubre de azul las colinas. El mundo de Kipling, con lenguaje del siglo XXI.

También hay que dejar un hueco para la capital de Kerala, Trivandrum, que tiene el nombre casi impronunciable de Thiruvananthapuram, exhibe en sus calles toda la complejidad de la India: desde templos con banderas de partidos musulmanes a los anuncios de festivales culturales y de artes marciales, que sólo existen en Kerala y que se practican en el kalari Sangham. El kalari es una de las disciplinas marciales más antiguas del mundo; mezcla de gimnasio, templo y ambulatorio médico, y no sólo enseña una forma de lucha, sino también una filosofía de vida.

Más conocido es la Ayurveda, una ciencia que en su simplicidad esconde una gran sabiduría: una vida sana en que la meditación, el ejercicio y el ayuno contribuyen a mantener el equilibrio necesario entre el cuerpo y la mente. Sus masajes son casi una pequeña excusa para disfrutar de los placeres cotidianos.

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