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Destinos

Nueva Inglaterra: el espíritu de una nación

No es un estado, pero es el símbolo de una nación. El concepto de Nueva Inglaterra hace referencia tanto a una cuestión histórica como geográfica. Da igual la región, zona, área o peculiaridad, New England es la suma de seis estados: Maine, Vermont, New Hampshire, Massachusetts, Connecticut y Rhode Island. Curioso es, de entrada, constatar que en el origen de sus nombres sólo se pueda encontrar una clara filiación anglosajona -New Hampshire- y que el resto evoque directamente sonoridades francesas -Maine, Vermont-, indias -Massachusetts, Connecticut- y griegas -Rhode Island, así bautizada por Giovanni da Verrazano dada la similitud de su perfil costero con el de Rodas-.

Aquí la historia se convierte en un vínculo. Que la unión de estados se fraguara en estos territorios es un valor añadido. Todo el proceso habría comenzado cuando los peregrinos del Mayflower, puritanos disidentes, algunos de ellos de origen holandés, llegaron a Cape Cod el 21 de noviembre de 1620.

Aquello sólo sería el principio del nacimiento de una nación que acabaría siendo conocida por el nombre que hoy le damos. Mucho tiene que ver con esa irrefutable circunstancia el, en tantos aspectos, espíritu pionero de esa tierra. Los datos que lo corroboran no son, en absoluto, escasos: es allí donde se funda la que hoy es la institución docente más antigua del país, el Harvard College; donde nace el primer periódico, el Boston News Letter, dirigido por John Campbell; donde se hace práctica por vez primera la abolición de la esclavitud; donde los trabajadores organizan la primera -y exitosa- huelga de la historia de Estados Unidos.

Un pedazo de Europa en América

Dicen los tópicos, tan certeros en ocasiones, que Nueva Inglaterra es lo más parecido a un pedazo de Europa en América. Hablan, sin duda, de Boston, con una estructura urbana directamente inspirada en ciudades centroeuropeas -el imperceptible legado holandés-. O hablan de urbes costeras como Kittery, un acceso natural al litoral del estado de Maine. O del aspecto invernal, rastreable en las europeas zonas alpinas, de Concord. O de Providence, trufada de casas victorianas. O quizás de Newport, comparable a cualquier centro marítimo inglés. Pero hablan también de un ritmo y una calidad de vida radicalmente enfrentados a la idea que habitualmente se tiene respecto del american way of life. Pasear, o mejor, correr por Boston, disfrutar palmo a palmo sus espacios abiertos, es suficiente para comprobarlo.

Injustamente, se atribuye a George Bush el que Maine fuese el estado "de moda" hace unos años. Injustamente, para muchos, habida cuenta que Stephen King, el novelista que más vende en Estados Unidos, lleva ambientando desde hace más de 30 años la mayor parte de sus trabajos en aquel estado. Él mismo no ha renunciado a vivir la mayor parte del año en una mansión de Bangor, donde protegido por un ejército de disuasorios gorilas sigue escribiendo sus historias de fantasmas y apariciones.

Al ‘orgullo local’ -los ciudadanos de Estados Unidos gustan de utilizar expresiones de este jaez con una ligereza a nuestros ojos pasmosa- parece que en los últimos tiempos le dejan en paz. Ahí sí, gracias a Bush y su casa de Kennenbunkport. Yuppies, brokers o simplemente millonarios, quienes siempre amaron tostarse al sol de California o Florida, han elegido las escarpadas costas de Maine como lugar de vacaciones.

Pescado fresco en Rhode Island

El estado más norteño de Nueva Inglaterra, cuyas dimensiones superan a las del resto de estados juntos, recoge en unos pocos kilómetros de litoral más población estacional que cualquiera de los destinos norteamericanos considerados como tradicionalmente turísticos.

Ni Connecticut, que ha de vivir con la tenaza que supone la cercanía a Nueva York (y una renta per cápita que supera a la de cualquier otro estado de la unión); ni la imposible mixtura (geográfica y humana) que se detecta en Rhode Island, donde se pasa en cuestión de minutos de un parque natural sin domingueros a un entorno netamente marino en el que los pescadores venden directamente a los viandantes el producto de su trabajo; ni siquiera las White Mountains de New Hampshire, estado que transcurre por lagos, montañas, riachuelos y arroyos; ni las sensacionales playas de la península al sureste de Massachusetts, Cape Cod, nada consigue atraer tanto la atención viajera como Maine.

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