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Golf y medio ambiente: un matrimonio polémico

Golf (flickr | jdhancock - imagen con licencia CC BY 2.0).

Tras muchos años dedicada a la extracción de áridos, esa misma finca, ya totalmente destrozada, fue utilizada como vertedero. Esa misma finca, hoy es el Button Hole Golf Course. Afortunadamente para los vecinos de la zona, una fundación ha construido un campo de 9 hoyos donde se intenta popularizar este deporte entre todas las capas sociales.

Necesitamos huir del tópico del binomio golf = urbanización.

La pregunta está abierta: ¿puede un campo de golf ser ecológico? Si juzgamos por la opinión general, sobre todo en la mente de muchos autodenominados ecologistas, esto es imposible. Antiecológico, deporte para pijos, derrocha agua, enemigo de la fauna, especulador inmobiliario… son muchos los calificativos negativos que se asocian a este deporte y a sus instalaciones. ¿Es siempre así? ¿Es tan malo? Veamos algunos ejemplos en los que fijarse.

Aunque muchos de los proyectos de golf se construyeron para hacer viables urbanizaciones de hasta 4.000 viviendas, huyamos del tópico del binomio golf = urbanización. También hay otro tipo de proyectos cuyos fines son más deportivos y buscan su oportunidad en terrenos baldíos y degradados.

Más ejemplos en Estados Unidos

En Estados Unidos tenemos muchos ejemplos, como Harbor Shores, en Michigan. La ribera del río Paw Paw era un obsoleto corredor industrial a tiro de piedra de los Grandes Lagos. Existían aquí 70.000 metros cuadrados de terrenos contaminados y radioactivos, al lado de viviendas y un medio acuático muy deteriorado, resultado de 50 años de almacenamiento y distribución de instrumentación aeronáutica. Harbor Shores está incluido en la lista Superfund Site, que recopila los terrenos más contaminados de Estados Unidos.

El coste diario para el aficionado al golf y al esquí es equivalente, pero éste tiene mejor fama.

El mayor de los pecados del golf es sin duda su imagen elitista. Lo demás es muy discutible. El esquí, que podríamos comparar en coste diario para el aficionado, consume también ingentes recursos en terrenos siempre muy sensibles y no tiene esa mala fama. El coste diario para un aficionado es equivalente, pero la diferencia está clara: el esquí es un deporte al que nos hemos habituado.

En Hammond, Indiana, existía un inmenso vertedero de escorias de minería de 1,4 millones de metros cuadrados. Las escorias eran vertidas directamente al lago George, provocando la contaminación de las aguas y de los sedimentos y poniendo en jaque a la flora y fauna local. Dentro de las medidas de rehabilitación se descontaminaron de 152.000 metros cúbicos de fangos del lago, construyendo posteriormente un campo de golf de 18 hoyos, el Hammond Youth Golf Academy.

También en España

En España tenemos ejemplos más humildes, pero igual de válidos. En el extrarradio de Logroño, en pleno camino de Santiago, hoy podemos disfrutar del Parque Natural de la Grajera. Hace 10 años era un inmenso erial donde se  habían abandonado los cultivos y que había sido aprovechado parcialmente como vertedero municipal. El campo de golf, que ocupa unas 60 hectáreas, fue construido sobre este vertedero y el proyecto incluía la plantación de  400.000 árboles y la construcción de varios senderos y áreas recreativas en un parque de más de 300 hectáreas.

Un campo de golf puede recuperar terrenos altamente degradados.

Algo parecido ocurría en Benalmádena Golf, que recuperó otro vertedero municipal que había quedado, merced a la expansión urbanística, en el centro del municipio. Hoy es una escuela municipal y ha reincorporado a la ciudad un espacio de 144.000 metros cuadrados.

En definitiva, considerado como instalación aislada, un campo de golf puede recuperar terrenos altamente degradados, convirtiéndolos en espacios de alto valor ambiental –no deja de ser un parque– que pueden devolver la dignidad perdida a nuestros vertederos de basura, escombreras y escoriales.

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