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Valle del Boí: románico de cinco estrellas

Para los que no podemos ir frecuentemente, desde El Pont de Suert suelen abrirse las rutas que irán descubriendo este pequeño y profundo valle pirenaico de la Alta Ribagorça. No es un lugar para ir deprisa. A medida que se avanza hacia el norte, la ribera del Noguera de Tor se va convirtiendo en un peculiar laberinto de pequeños caminos asfaltados que conducen a otros pueblos recostados en las laderas. Puentes y casa de piedra completan el paisaje del río transparente y como sacado de la mejor historia medieval. En la zona, muchas carreteras sin salida animan a buscar la ruta por otros medios.

Cerca de Durro, donde comienza la ruta del románico, se encuentran los pueblos más emblemáticos de la zona, Erill la Vall, Boí, Taüll o Pla de l’Ermita. Son nombres que dan acceso a un lugar tan emblemático como el Parque Nacional d’Aigüestortes i Estany de Sant Maurici.

Iglesias viejas, iglesias nuevas

Si hay tiempo y podemos inventar alguna excusa, es obligado pararse y visitar Coll y Cardet, con la iglesia más "trabajada" de la zona y la más joven, respectivamente. Desde Durro y por la carreterilla estrecha y empinada que se agarra a las laderas del valle, se tienen unas vistas incomparables del valle y de las grandes montañas que lo rodean. Durro, a sus 1.386 metros, es un pueblo pintoresco con casas soberbias que se elevan rodeando la iglesia de Santa María de la Nativitat, del siglo XII.

Los más aficionados a bicicleta de montaña, suben hasta la Ermita de Sant Quirze de Durro, situada a 1.500 metros sobre un pequeño saliente de la montaña y desde donde las vistas ya pasan a ser impresionantes. Volviendo al camino hay que pasar de nuevo por Barruera, digamos la “capital administrativa” del valle, y cuyo nombre evoca los tiempos en que los osos se paseaban con tranquilidad entre los bosques, “Vallis Orcera”, o “valle de los osos”. De aquí el camino se dirige a Erill-la-Vall, donde habitó el Barón de Erill, responsable del impulso del románico en toda la zona.

Y de Erill se desvía la carretera y se entra en la parte realmente imprescindible a la hora de visitar el valle de Boí. El nuevo camino conduce directamente al pueblo que da nombre al Valle y a Taüll, un pueblo encantador colgado de la montaña y bastante cerca de la estación de esquí Boí-Taüll, que alcanza cotas entre 2.038 y 2.457 metros. Aquí se encuentran dos de los conjuntos artísticos más importantes del valle: la iglesia de Santa María de Taüll y Santa Clemente de Taüll.

Lagos, cascadas y riachuelos

Toda la zona parece vigilada por el Parque Nacional d’Aigüestortes i Estany de Sant Maurici se halla al final del valle. Con la retirada de la nieve es fácil ver los rebaños de ovejas de los pueblos vecinos pastando en los grandes y verdísimos prados, entre picos de pizarra y granito y más de 50 lagos azules que emocionan a los visitantes. Las cascadas y riachuelos también decoran el entorno y se dejan ver entre bosques espesos de pino rojo, negro, abetos, hayas y abedules, que en otoño convierten aquello en un espectáculo. La roca, el agua y el verde forman paisajes de puzzle difícil de imaginar. La fauna del parque no tiene nada que envidiarle a la riqueza de la flora: rebecos, urogallos, pito negro, truchas, lirones grises...

Un lugar imprescindible para amantes de la naturaleza es el Centro de Reproducción de Nutrias de Pont Suert, donde se pueden observar estos simpáticos animalillos que sólo habitan determinadas zonas de Cataluña, como esta del Atla Ribagorça. Si queremos cuidar nuestro cuerpo siempre podemos dejarnos mimar en las aguas de las Caldas de Boí, balnerario que puede presumir de estar activo desde 1732. Es otro motivo más para pasar unos días en la zona…

Más información:

www.vallboi.com

www.lleidatur.com

www.carrosdefoc.com

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