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Hotel Villa de Laguardia: otra forma de cuidar el cuerpo

Spa del Hotel Villa de Laguardia.

Estamos ante un buen ejemplo de enoterapia hispana. El Hotel Villa de Laguardia. Está a 15 kilómetros de Logroño, pero en tierra alavesa. Su singularidad es su peculiar spa. Aunque las habitaciones son espaciosas y sumamente cómodas el aspecto más singular es este espacio de wellness.  Siempre es un placer relajarse en el vaso de más de 200 metros cuadrados con un sistema de cromoterapia espectacular. Está enteramente cubierto por una cúpula semiesférica que cambia de colores mientras uno se relaja en la piscina.

Los tratamientos que ofrecen se han especializado y aunque tienen como base el vino, lo han abierto a otro de los productos que se pretende recuperar en la zona: el aceite de oliva de la variedad autóctona (Arróniz). Aunque este inquieto equipo de profesionales innova constantemente y  también aprovechan todo lo que esta tierra da: tratamientos con castañas, endrinas, trufas de la Montaña Alavesa, plantas aromáticas como el tomillo, la lavanda o el romero.

Su spa ha sido galardonados con el premio Best of de servicios de turismo vitivinícola nacional e internacional.

Este es uno de los atractivos añadidos de sus 15 cabinas individuales de tratamiento. Cada una está decorada en un estilo distinto, aunque la joya de la corona es un jacuzzi para dos hecho en una barrica de roble. Todos los tratamientos se pueden dar en pareja: camillas en paralelo, música según la cabina que se elija y unas manos que están dispuestas a quitarte el stress al lado de tu pareja… Existen bonos y también ofertas reservando con antelación a precios interesantísimos. Una seguridad extra es que han sido galardonados con el premio Best of de servicios de turismo vitivinícola nacional e internacional.

Restaurante sorprendente

El hotel cuenta además con varios restaurantes, pero nos permitimos aconsejar El Medoc Alavés, Aquí, en Laguardia te sorprenden con cosas como el carpaccio de buey Wagyu con láminas de parmesano, setas y trufa al aroma de mango; la brocheta de langostinos al sarmiento sobre hogaza de ajo, o el brazuelo de cordero asado con bouquet de ensalada… En los postres, la elección correcta es, sin duda, la torrija caramelizada con helado de leche merengada, aunque también resulta tentador el biscuit crocante de dátiles y almendras con chocolate caliente. Han ideado un menú de degustación por debajo de los 40 euros y la carta de vinos es apabullante. Juan Antonio Gomez es quien está al mando de la cocina.

Con tanto comer se impone algo de actividad. ¡Obligado! Un paseo por la Sierra de Cantabria y el Mirador de Gándara, ofrecen una vista panorámica de toda la zona. Es el último límite antes de adentrarse en las vegas del Ebro. Ahora que está tan de moda observar pájaros y visitar lugares en función de los observatorios, las lagunas son un biotopo excepcional. Está protegido y engloba a tres pequeños humedales. Carralogroño y Carravalseca, que son lagunas temporales y el Prao de la Paul, un pequeño embalse creado sobre una antigua zona encharcada. A caballo, en bici o andando. Pero sobre todo, en silencio.

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