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Cinco pueblos de Lleida para descubrir este invierno

Salardu es una pequeña aldea que permite disfrutar de los inviernos turísticos del valle de Arán / Conselh Generau d’Aran - Turismo de Lleida - aralleida.cat.

Vielha

Es algo más que un túnel. Vielha es el prototipo de pequeña ciudad de montaña con encanto. Ubicada en pleno centro del Valle de Arán y dispuesta a lo largo del río Nere, la localidad está circundada por grandes picos y una frondosa naturaleza que permite diversas rutas e itinerarios ideales para el senderismo y las excursiones.

Pero Vielha no vive sólo de su entorno privilegiado. Dada su ubicación, entre Lleida y Baqueira, estamos ante un activo centro comercial con muchos puestos y tiendas dedicadas al deporte de riesgo y artesanía, con todos los servicios que le exigimos a una localidad de 4.000 habitantes y un notable legado artístico renacentista, gótico y barroco.

Su museo etnológico recoge la historia viva del valle, y sus casas señoriales completan la oferta cultural a la que hay que sumar actividades más movidas. Su romería, a finales de mayo, congrega a habitantes de todo Arán. 

Durro

Entre los bucólicos bosques de pinos, robles, y hayas del valle de Boí se alza Durro, famoso por sus caserones tradicionales, sus fallas anuales cada mes de junio y su ermita de la Natividad, declarada Bien de Interés Cultural en 1992 y una de las grandes joyas del románico catalán.

Su torre de cinco pisos proporciona unas vistas privilegiadas de los picos circundantes, los tejados de pizarra que coronan sus bucólicas casas de piedra y los senderos que deleitan a los caminantes más activos del valle. La estación de Boí-Taüll Resort situada en el valle dispone de la cota más alta de todas las situadas en los Pirineos.

Dicen en el valle que los de Durro son las arrogantes de la zona, y algo de razón tienen. Son gente que valora sus bosques, con el mismo orgullo que su ganado, porque saben aquí se premia la valía. En la naturaleza, las cosas valen por sí mismas.

Salardu

Antes o después de una buena aventura pirenaica, Salardu aparece en nuestro GPS como la parada perfecta para una escapada romántica y en solitario. Estamos en una pequeña aldea que permite disfrutar de los inviernos turísticos del valle de Arán. Los días de cielo azul, es la foto perfecta. La poderosa silueta de la iglesia de Sant Andreu se recorta por encima de los visitantes, con una elegancia poderosa. Por algo se recuerda luego con tanta facilidad.

Los restos de la muralla medieval y casas de estilo lombardo, muy bien conservadas, le dan un espíritu tranquilo y distinto. Esas calles empinadas y empedrados nos permiten respirar el aire puro y limpio del Valle de Arán por el simple placer de pasear.

La iglesia de Sant Andreu y las pinturas que acoge en su interior merecen una visita después de alojarnos en algunas de las casas o pensiones del pueblo y pedir que nos preparen algunos de los guisos típicos de la cocina aranesa.

Sort

La aventura y la lotería han hecho famoso a este pueblo. Sort es la capital de los deportes de riesgo, pero les advertimos que su nombre no puede ser casual: aquí ha caído nada menos que tres veces el primer premio de la Lotería de Navidad en su administración de La Bruixa d'Or. Aunque si miramos alrededor, nos daremos cuenta de lo evidente: estamos ante una apuesta segura también para escapadas rurales, no sólo para jugadores.

La capital de la comarca del Pallars Sobirá, rodeada de picos y elevadas cumbres que harán las delicias de escaladores y senderistas, tiene también una notable industria de quesos artesanos que bien valen la visita por sí mismos, como también el Museo Camino de la Libertad, dedicado a ilustrar el paso de los represaliados de la Segunda Guerra Mundial por la zona. El río Noguera Pallaresa llamará a los fanáticos de la pesca, y la multitud de circuitos de aventura a elegir acaban de hacernos la visita.

Bagergue

Bagergue es sinónimo de desconexión total. Se trata del pueblo habitado más alto del Valle de Arán, una pequeña aldea de apenas unas decenas de vecinos y que parece casi esculpida en la roca. En medio de un ambiente absolutamente rural encontraremos, sin embargo, no sólo naturaleza sino también arte. Podremos visitar la Iglesia de San Félix, románica del siglo XIII, su museo etnológico y también degustar su comida y quesos tradicionales que ofrecen los negocios familiares del lugar. Los más deportistas serán, sin embargo, los más felices de recalar aquí, gracias a las rutas que lo conectan con Beret, cuyos picos se divisan en los alrededores, por no hablar de la exuberante fauna y flora pirenaica que rodea la aldea. Una joya que merece guardar para unos escogidos. 

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