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Cultura

Nadie hablará de nosotras porque vamos muy mal vestidas

Así serán utilizadas por becarios de periodismo en su estancia estival en las redacciones o en los fines de semana donde todo el mundo desaparece aunque se esté en alerta por un niñato malcriado de Corea del Norte -híbrido entre Falete y Carmen de Mairena con tupe y fijador Giorgio- a punto de lanzar un par de misiles al infinito y más allá de otras menudencias.

Estoy muy enfadado; me han chafado de pleno el fin de semana. Lo suelo dedicar a leer otras cosas, pensar otros temas, reflexionar sobre lo divino y la insoportable levedad del ser humano. Otras Voces, otros ámbitos. Aprovecho dos horas de sol desde mi terraza entre la Plaza Mayor y la degradada Puerta del Sol y como un bofetón en toda la jeta se ha interpuesto un gran nubarrón entre el astro rey y mi epidermis ansiosa de melanina. La radio, siempre a mi lado, espeta que ha palmado otro más. Se ha ido por el puto cáncer Bigas Luna. La Vanguardia dice Juan José Bigas Luna que es lo que más le deprimía, RNE y Yahoo News comentan lo más brillante y destacable de su biografía; que fue el descubridor y mentor de “Ja” Bardem y de “Pe” Cruz. La simplificación de las cosas me ha sulfurado. He fumado medio paquete de Ducados en 3 segundos y he pensado algo terrible: “Con la cantidad de gente impresentable, deshonesta, envidiosa, sobreestimada y profesionalmente desconocedora de su oficio los más limpios, generosos, creativos rompedores, modélicos y verdadera “marca España” salen despavoridos como ratas sabias de este barco que se hunde” y nos dejan aquí con la cochambre.

No quiero que nadie muera pero habría que dar ciertas prioridades para compensar. Me molesta hablar bien de los que se van pero -ya digo- no pienso escribir más de los que toman atajos y que ejercían su oficio con dignidad a pesar de este patio de vecindad repleto de premios Nobel de la mediocridad y Pulitzer de mesa camilla. El otoño ha sido horrible con montones de profesionales de la cosa. Muchos ninguneados por el sublime hecho de no ser famosos. ¡Qué asco! La lluviosa primavera con Jess Franco, Mariví Bilbao y ahora Bigas. Se lo dije una vez a Agustín “Tano” Díaz-Yánez cuando vi el copión de “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto” con las magníficas Victoria Abril y Pilar Bardem hablando entre ellas en una mesa de cocina con hule y tazones de leche para unos niños que el personaje de Pilar daba “los deberes”. Mientras la Abril maniobraba con un capote y lo desdoblaba como para hacer un paseíllo torero. “Deberías Tano –decía yo- titularla <Nadie Hablara De Nosotras Porque Vamos Muy Mal Vestidas> que tiene mejor tirón almodovariano para dar carnaza y satisfacción a los de la Pasarela Cibeles y la prensa del mondongo en papel cuché. No me hizo caso y así fue de escasa taquilla esa magnifica producción de atracos, venganza, rififis con butrón y gran atraco en una boutique.

Con Bigas Luna trabajé, a pesar de ser amigos, en La Teta y La Luna y en Bambola. La primera en la Mostra de Venecia con gran aparato de anécdotas y comentarios. Me he manejado bien siempre por los festivales internacionales en mi anterior reencarnación y modus vivendi. Como Dircom (Director de Comunicación) o vendedor de humo intoxicado para que los espectadores de este u otro país vayan al cine con tanta rapidez y ganas como lo hace con películas infames repletas de estrellas de Hollywood y todas sus multinacionales millonarias. Un publicista blanco, un responsable de marketing con el colmillo retorcido (como me tildaban Román Polanski cuando “La Muerte y la Doncella” o Kristof Kieslowski en su trilogía Tres Colores Azul, Blanco, Rojo”) o el rompe-pelotas que es lo que pensaban -incluso con resultados favorables- no tan amigos como Julio Medem en Tierra o Isabel Coixet en Cosas Que Nunca Te Dije.

Con Bigas Luna nacían situaciones con las que suele uno familiarizar el verdadero 7º Arte: una especie de mezcla entre Circo y Casa de Putas. Bigas en plan universal con la mediterránea en La Teta y La Luna con un par de hermanos donde el pequeño (Biel Durán) soñaba con estar en lo más alto de una torre humana de castellets mientras pensaba en ubres y pezones exultantes y lácteos. El otro, adolescente, electricista y copulador de una adultera francesa insatisfecha (Mathilda May), encabronaba a su cornudo (Gerad Darmon) –sobre una moto ensordecedora- con el aire comprimido de su escroto rememoraba marchas militares y baladas atronadoras vía esfínter. En un montaje paralelo Miguel Poveda, en pleno mete saca, le daba magníficamente al Flamenco Cante de las Minas donde tantas veces ha sido premiado. Frente a esto un Jurado Internacional con –entre otros- Uma Thurman y Vargas Llosa. Entre las favoritas Asesinos Natos. La Thurman no es que estuviera de mi lado pero si estaba visceralmente contra Oliver Stone. Vargas Llosa no atendía razones y afirmaba ser independiente (!). Hubo que recordarle que acababa de estrenar nuevo pasaporte (español) y que se dejara de prejuicios peruanos.

Bigas se llevó el Premio Ossella (no es femenino de oso; es la moneda de curso legal veneciana cuando Marco Polo mercadeaba por el aquel entonces epicentro mercantil)- al Mejor Guión de la Biennale di Venezia.

Con Bambola era otra cosa. Uno de los coproductores -el mismo comendatore Berlusconi- se la cargó al no prohibir a la diva decrépita Valeria Marini que no simulara ser la pilingui del amo de la cossa nostra del espectacolo o que la virtual putana del impresentable podía ser la nueva Elsa Maxwell de rubia cabellera. Lo cierto es que con Jorge Perugorría y Manuel Bandera en el reparto la cinta (siendo un soft porno a lo Tinto Brass) se popularizó muy bien por países cabestros y machistas con un montón de premios para el ego. De 119 películas donde he sudado la camiseta y batido el cobre por el cultural elemento tan solo me han dado las gracias los citados Polanski, Kieslowski y Manuel Gutiérrez Aragón. Bigas Luna me regaló un par de testículos en latón del Toro de Osborne que tanto le obsesionaba. Te lo debía Bigas Luna; y es que de los que hemos hecho de Goebbels de la Promoción ni aún vivos nadie se acuerda de la gran asignatura pendiente española de la no industria del cine; esto es sólo artesanía del barro.

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