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Cultura

Los locos 'musos' de los cineastas más excéntricos

Existe un buen número de actores que se han ganado la fama de raros por exhibir un comportamiento insólito tanto dentro como fuera de los platós. Trabajan siempre de la mano del mismo director que les cobija y comprende, cual figura del mentor. Algunos además optan por vestir de la manera más extravagante posible, como en el caso de Johnny Depp, que pasó de ser el guaperas de Hollywood al tío extraño que lleva sombreros de cowboy y camisas roídas. Hoy hacemos un repaso por los musos raros de los cineastas rarunos, una simbiosis única que consigue impregnar de ese ambiente excéntrico y delirante las películas de algunos directores del cine de autor.

Klaus Kinski- Werner Herzog

El actor alemán, recordado por su fuerte temperamento e irascibilidad, trabajó con Herzog en cinco películas, aunque su relación personal siempre osciló entre el amor y el odio. Tanto es así que se amenazaron de muerte en varias ocasiones, pero parece que la sangre nunca llegó al río. Eso sí, en su autobiografía publicada en 1992, Yo necesito amor, Kinski se dirige a Herzog con calificativos como “sucio bastardo” o “analfabeto”; entre otras lindezas.

En esa misma obra descubrimos el carácter obsesivo y obsceno del actor, su adicción al sexo y su amor por la violencia y la sordidez. En él todo era desmesurado, pero Herzog tampoco se quedaba atrás. Tenía fama de megalómano y de no tener ningún miramiento durante los rodajes, exponiendo a los actores a todo tipo de inclemencias y penalidades.

De hecho, en la primera película que rodaron juntos -Aguirre, la cólera de Dios (1972)- el equipo vivió dos meses en el Amazonas en condiciones casi infrahumanas, sin agua y durmiendo en balsas. Así lo narra Kinski en su biografía.

Por su parte, Herzog también ofrece un retrato de la locura del actor en el documental póstumo Mi enemigo íntimo (1999). En éste podemos ver a un Klaus Kinski desatado, completamente desquiciado y víctima de la coprolalia -enfermedad por la que se profieren insultos de manera incontrolada-.

A pesar de su mala relación y de las amenazas que ambos se dedicaban asiduamente, Kinski y Herzog trabajaron juntos en cuatro películas más. La más destacada, en cuanto a la interpretación del actor, fue Nosferatu, vampiro de la noche (1979), adaptación del clásico de Murnau que ganó el Oso de Plata en el Festival de Berlín.

Su última colaboración fue en Cobra verde (1987) donde el actor interpretaba al tratante de esclavos Francisco Manuel Da Silva. El rodaje terminó siendo caótico y delirante pues Kinski, en uno de sus arrebatos de ira, terminó agrediendo físicamente al director y se marchó de la película.

Johnny Depp- Tim Burton

La relación entre actor y director es de las más prolíficas. En 22 años han trabajado juntos en ocho películas, desde Eduardo Manostijeras (1990) a Sombras tenebrosas (2012). Depp representa a la perfección el mundo asombroso, gótico, extraño y fabulesco ideado por Burton. Y es que podría decirse que el actor es el verdadero alter ego del director, pues en él vierte todo su imaginario y Depp parece proyectarlo mejor que nadie.

El actor de 51 años ha protagonizado personajes de lo más excéntricos, no solo para Tim Burton sino para otros directores, recreando personalidades muy variopintas y peculiares, con un toque estrafalario muy próximo a su propia imagen, a la del hombre polifacético, pintor, cantante y actor, que ha vivido periodos de exceso y que ha sabido superarlos a golpe de trabajo.

Con Tim Burton forma esa extraña pareja perfecta en la que uno complementa al otro y donde el entendimiento es total. Depp ha encarnado a fantásticos personajes góticos, a un barbero asesino, al Sombrerero Loco, al excéntrico director de cine Ed Wood y a un chiflado Willy Wonka; y en todos ellos hay algo de Depp tanto como de Burton.

Pero la realidad es que fuera del tándem, el actor elige muy bien a los personajes que va a interpretar y se busca los más raros y excéntricos. Desde Jack Sparrow hasta Toro -el indio de El llanero solitario-. Ahora acaba de estrenar Trascendencia: identidad virtual en la que vuelve a meterse en la piel de un personaje fuera de onda, encarnando a un científico que trabaja en una máquina que sintetiza las emociones.

Bill Murray- Wes Anderson

 Llevan diez años trabajando juntos desde que Anderson le ofreciera a Murray el papel principal en Academia Rushmore (1998). Ya van siete películas contando la última, El Gran Hotel Budapest y la relación parece inquebrantable. El realizador texano piensa en Bill Murray cuando está escribiendo los guiones y es quizá por esa polivalencia del actor, por ese rostro neutro que, como un lienzo, se deja dibujar para proyectar todo el universo narrativo de Anderson.

Porque Bill Murray parece en la vida real alguno de sus personajes atípicos, los de Wes Anderson o los que ha realizado para otros directores como Sofía Coppola -Lost in Tralation- o Jim Jarmusch -Broken Flowers-.

El protagonista de Cazafantasmas tiene ese algo misterioso y bohemio que debe ser explorado y Wes Anderson ha sabido cómo hacerlo. Después de Academia Rushmore siguió Los Tenenmbaums (2001) en la que Murray encarna a un psiquiatra con una excéntrica familia. En Life Acuatic (2004) protagoniza a un peculiar explorador submarino, con un perfil inspirado en Jacques Cousteau.

Sus siguientes trabajos con Anderson fueron Viaje a Darjeeling (2007), Fantastic Mr. Fox (2009), Moonrise Kingdom (2012) y El Gran Hotel Budapest (2014).

 Tom Waits- Jim Jarmusch

Extraña pareja sin duda la formada por el músico-actor y el director de cine independiente. Aunque no aparece en todas sus películas, su presencia en dos de ellas es suficiente para reflejar el universo neo-noir de los filmes del excéntrico realizador. Su primera colaboración fue en Down By Law (1986) en la que Waits comparte reparto con Roberto Benigni -podría decirse que es su otro muso- y el músico y pintor John Laurie.

Como no podía ser de otra manera, la película, rodada en blanco y negro, está acompañada por una banda sonora original compuesta por John Laurie y por el propio Tom Waits, que además es amigo íntimo de Jarmusch.

En 2004, Waits y Jarmusch volvieron a trabajar juntos en Coffee and Cigarrettes, un conjunto de once cortometrajes con personajes hablando mientras fuman y toman café, también rodada en blanco y negro, con la participación de otros músicos como Iggy Pop o Jack y Meg White.

Y es que al director norteamericano, musicómano empedernido, le gusta rodearse de músicos con aire bohemio, magnéticos rockeros con vidas curtidas y voces quebradas que otorgan a sus películas ese tono indie tan reconocible. De hecho, ha dirigido varios videoclips musicales; entre los que no podían faltar dos piezas para su gran amigo y muso Tom Waits: It´s All Right With Me (1990) y I Don´t Wanna Grow Up (1992).

 

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