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Cultura

Lo mejor y lo peor de noviembre

Silvia Marsó tira sola en su interpretación de Amanda, desdibujada entre el ñoño reparto de El zoo de cristal.

A punto está de caer la última hoja del almanaque. Noviembre termina y toca hacer balance, esa arbitraria costumbre de agrupar las cosas en función de un criterio: lo que brilló por encima de aquella otra apagada lista de medianías. Teatro, exposiciones, libros… intentamos una panorámica imposible que sólo hemos podido confeccionar –subjetivamente, por supuesto- reduciendo  la selección final, de lo contrario, conseguiríamos una interminable enumeración. Y no creemos que sea eso lo que queráis leer. Así que: a mojarse. Lo bueno y lo malo; lo mejor y lo peor.

Si hubo un montaje teatral que destacó durante este mes en Madrid, ése fue el Ricardo III de José Sanchís Sinisterra y Carlos Martín en el  teatro Español en Madrid. Apodada por el propio Sanchís como una (per) versión, la obra readapta la estructura del texto original y coloca como centro de la acción la escena tercera del quinto acto de la obra de Shakespeare, que se fusiona con algunas escenas del cuarto acto, justamente para afinar el cierre y redondear la obra. La intención es confeccionar una síntesis que permita llegar a la esencia de la tragedia: la derrota y la muerte de un ser acorralado por sus propias debilidades y conflictos. Todo ocurre la víspera de la gran batalla de Bosworth, en la que Ricardo III habrá de morir.

Hay que hablar del ñoñísimo montaje de El zoológico de cristal en el Fernán Gómez.

Sin ensombrecer el texto, Sanchís Sinistierra consigue que Shakespeare retumbe en el escenario del Español; y lo hace realzando, acaso, un acre humor que descongestiona a la vez que fortalece a Ricardo III, al que  Juan Diego insufla  vida sin decaer jamás durante las dos horas que dura el espectáculo. Le acompaña un reparto excepcional en el que hay que destacar a Asunción Balaguer. A sus 89 años, la actriz devora el escenario al interpretar a la reina Margarita, viuda de Enrique V. Tiene momentos brillantes, uno de ellos cuando maldice a los demás personajes del drama como causante de sus desgracias; el segundo, en la tercera escena del cuarto acto, cuando se dirige a Isabel, viuda de Eduardo IV: "Ya que usurpaste mi lugar, usurpa ahora mi dolor". Interpretada por ella, las palabras de Margarita, más que un verso parecen un esputo. Sueños y visiones del rey Ricardo III la noche que precedió a la infausta batalla de Bosworth se presenta en el Español hasta el 28 de diciembre, lo que la hace firme candidata a repetir en lo mejor del próximo mes.

En el otro extremo, hay que hablar del ñoñísimo montaje de El zoológico de cristal, una obra de Tenesse Williams adaptada por el escritor Eduardo Galán y dirigida por Francisco Vidal. que se presenta hasta el 30 de noviembre en el teatro Fernán Gómez de Madrid. Para algunos un trasunto de la vida del propio Williams, El Zoo de cristal opone en escena la fuerza de Amanda,  una mujer abandonada por su marido y que debe salir adelante con sus dos hijos -Laura, una joven coja e introvertida, y Tom un aspirante a escritor que sueña con recorrer mundo-. Todo ocurre  en la Norteamérica de los años treinta. La historia pide nervio, sin duda. Y sin embargo eso es justamente lo que falta. Mejor dicho: no se percibe por ninguna parte. Aunque la actriz Silvia Marsó tira sola y salva los muebles con su interpretación de Amanda y Alejandro Arestegui intenta llevar a Tom a buen puerto, Pilar Gil desfigura a Laura –que queda cual plano y desabrido personaje-. Una vez que aparece en escena Jim -el pretendiente, interpretado por Carlos García Cortazar-, el asunto se vuelve soporífero, largo y repetitivo.

Bernini en el Prado deslumbra con Éxtasis de santa Teresa y La Verdad desvelada por el Tiempo.

Otro protagonista del mes ha sido el maestro barroco Bernini, de quien se exhiben 39 piezas en el Museo del Prado. Acaso en un montaje demasiado severo, Las Ánimas de Bernini ofrece la posibilidad de observar –lenta, muy lentamente -  piezas tan impresionantes como el boceto en terracota del Éxtasis de santa Teresa o La Verdad desvelada por el Tiempo, un dibujo pco conocido del italiano. Comisionada por Delfín Rodríguez, Las ánimas de Bernini. Arte en Roma para la corte española hace las veces de desagravio para con el escultor y arquitecto. En la muestra se exhiben así los encargos a Bernini hechos tanto por mecenas españoles en Roma (desde el duque del Infantado o el cardenal Pascual de Aragón hasta el marqués del Carpio) como de la propia corona. Los retratos del alma y de sus emociones se suceden en una selección de bustos y rostros - representaciones de personajes históricos o religiosos, mitológicos o de autorretratos- que, contemplados así, acaso inofensivos y acristalados, cobran un poder todavía mayor.

En lo que a novedades literarias se refiere, un libro se alza por encima del resto este mes: Como la sombra que se va (Seix Barral), de Antonio Muñoz Molina,  una novela que se libra en la barrera que separa lo imaginado de lo escrito; lo vivido de lo percibido; una ciudad de otra; al hombre que vive de aquel que recuerda. En sus páginas, Muñoz Molina toca un tema histórico para profundizar en uno personal. Así, mezcla el viaje de fuga del asesino de Luther King, James Earl Ray, con una narración en la que revela cómo fue escrita una novela 27 años atrás. Ambas historias –la del al asesino y la del novelista- están unidas por una ciudad: Lisboa, el sitio en el que James Earl Ray pasó diez días en mayo de 1968; la misma ciudad en la que un joven Antonio Muñoz Molina escribió, en 1987, El invierno en Lisboa, novela por la que recibió el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura. Más allá de una geografía, de una ocasión, ¿qué tienen en común el James Earl Ray que escapa del FBI con el Muñoz Molina que deja a su mujer y a su hijo recién nacido para irse a escribir durante los primeros días de enero? Pues una cosa: la escritura potente que las funde y las realza.

Uno de los descubrimientos del mes ha sido Los Ladrilleros (Lumen),  de la argentina Selva Almada.

Uno de los descubrimientos del mes ha sido Los Ladrilleros (Lumen), la segunda novela de la narradora argentina Selva Almada, quien visitó España para participar en el Festival Eñe. Publicado por Lumen, este libro es una tragedia rural, una historia de amor masculina, un escenario de tierra seca y bruta en el que los Capuleto y los Montesco –en verdad los Tamai y los Miranda- son seres toscos, que fabrican azulejos y libran una lucha -y una vida- a navajazos. Metida en el barro familiar, en el paisaje viscoso de los afectos, Selva Almada explota el amor travestido en agravio y el abrazo en abrasión. Toca mencionar otra novedad publicada por Lumen, se trata de: Todo queda en casa, un volumen que reúne 24 relatos de Alice Munro y   Noticias felices en aviones de papel (Lumen), la décima cuarta novela de Juan Marsé. Tres años después de Caligrafía de los sueños, el libro está pensado como un álbum ilustrado –un verdadera confitura, una belleza de edición-, en este caso a cargo de la catalana María Hergueta, quien ha hecho trabajos magníficos para editoriales como Anaya o Ariel así como para publicaciones como The New York Times Review of Books. Literatura Random House ha publicado además, en un solo volumen, el ciclo de cuatro novelas sobre la vejez y la muerte: Elegía, Indignación, Humillación y Némesis.

Entre los sellos independientes, saca pecho Sexto Piso con una nueva versión ilustrada de Moby Dick, de Melville.  Traducida por el escritor Andrés Barba, la edición ve la luz como parte de una serie de clásicos ilustrados (entre ellos Drácula y Robinson Crusoe). El volumen embellece el genio de Melville con las ilustraciones de Gabriel Pacheco e intenta colocarse a la altura de un libro que es a la vez monstruoso y sublime, escrito con la sustancia de quienes experimentan lo que describen.

"Ningún ser humano vale lo que un buen perro"…  habrá que pensárselo mejor, ¿no?

Las apuestas literarias más irregulares se las lleva esta vez Alfaguara, que ha editado una selección magnífica de los cuentos completos de Rodrigo Rey Rosa, una apuesta que afea acaso con esa rara antología de Arturo Pérez Reverte, que reúne sus artículos protagonizados por perros  y publicados entre 1993 y 2014. Se trata de Perros e hijos de perra, en cuyas páginas hay desde la historia de perros de presa adiestrados por gente sin escrúpulos hasta la canes que, muerto su amo, siguen esperándole a la puerta del hospital donde falleció. Se trata de 150 páginas a veces exageradas –muy personales, eso sí- . pero que se atragantan. Esto de "ningún ser humano vale lo que un buen perro", pues, caramba…  habrá que pensárselo mejor, ¿no?

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