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Cultura

No todo lo que brilla es novela negra: 10 clásicos lo confirman

Sobre el género negro hay escritas grandes páginas de la literatura universal pero también enormes flecos cuando se trata de entenderlo. Puede que sea, probablemente, uno de los más complejos y difíciles al momento de escribirlo y también uno de los más exquisitos para diferenciar las falsificaciones de sus originales. Los lectores más avezados son, justamente, los de novela negra. Distinguen, al vuelo, la paja del trigo.

¿A qué se llama novela negra ahora que todo presume de serlo? Es un género que comparte tronco, por supuesto, con la novela policíaca clásica en la que el crimen e intriga son los ingredientes básicos... pero no totales. En ese esquema, aparentemente sencillo pero en el que muchos escritores se han dejado la vocación,  se mezcla un elemento prototípico del siglo en el cual esta novela eclosiona: la realidad social.

La novela negra se debe a la violencia tanto como a la propia reflexión sobre ésta. No basta cómo ocurrió el crimen sino porqué. De ahí su necesario y oscuro paisaje detectivesco  y por supuesto, su carácter de estampa social. No necesariamente todo cuanto obedece a una trama policíaca reúne las condiciones para ser una novela negra. Hay muchas que se quedan cortas.

Si bien es cierto desde el siglo XIX existe una alargada sombra del género en la literatura, cada día se complica más determinar cuáles de los libros que se publican son novela negra, especialmente en un momento en el que algunos iniciados echan mano del género sólo gracias a su dividendo realista en una época de crisis social y económica.

Algunos citan a Edgar Allan Poe como padre del género con sus relatos Los asesinatos de la calle Morgue (1841), El misterio de Marie Roget (1842) y La carta robada (1849), que tienen como principal protagonista al detective aficionado Auguste Dupin. Sin embargo, para algunos críticos, hablar de novela negra o género negro exige mencionar a dos grandes pioneros Raymond Chandler, creador del detective Philip Marlowe, y de Dashiell Hammett, creador del detective Sam Spade. Pero... ¿dónde dejamos, por ejemplo, a Sir Arthur Conan Doyle?

Toda recomendación –y más si se precia de ser numérica- es una temeridad. Casi un desatino. Sin embargo, y evitando las pretensiones, planteamos, un modesto Abc de la novela negra partiendo de un recorrido por las que podrían considerarse una versión de las diez novelas clásicas. Se trata sin duda de un apresto que sirve más para distinguir que valorar, ya que en esta selección se quedan fuera autores esenciales para el disfrute del género que muchos echarán en falta como Andrea Camilleri  con su célebre Montalbano,  Patricia Highsmith con sus Extraños en un tren (1950), el Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán en sus Mares del Sur (1979) o El delantero centro fue asesinado al amanecer (1988).  Eso, sin contar también con la tradición de novela negra nórdica con exponentes como el matrimonio Maj Söwall y Per Wahlöö. A pesar de eso, lo intentaremos.

  • Los crímenes de la calle Morgue. Edgar Allan Poe. También suele encontrarse bajo el título Los asesinatos de la calle Morgue. No es una novela sino un relato corto, el primero de la trilogía protagonizada por el detective Monsieur C. Auguste Dupin junto con El misterio de Marie Rogêt  y La carta robada. Está calificado por muchos como la primera obra del género. El texto fue publicado por primera vez en el año 1841 en Graham’s Magazine. Para escribirlo, Poe se inspiró  en un caso real. Se trata del  asesinato de dos mujeres, madre e hija, quienes son halladas sin vida en un apartamento de una concurrida calle de París. Las pesquisas policiales hacen dudar que el crimen lo haya cometido un ser humano. Será el detective Monsieur Dupin quien, tras una quisquillosa investigación, resuelva el caso al dar con el paradero de un pirata maltés, quien le llevará directamente a la explicación del horrible crimen.
  • El sabueso de los Baskerville. Arthur Conan Doyle.  También traducido como El perro de los Baskerville o El mastín de los Baskerville, se publicó en  The Strand Magazine entre 1901 y 1902. Es la tercera novela de Conan Doyle que tiene como protagonista principal a Sherlock Holmes, el detective protagonista de cuatro novelas y 56 relatos. Según los biógrafos e investigadores, Conan Doyle se encontraba con un amigo cuando éste le habló de la leyenda del perro en Dartmoor, en el condado Oeste de Inglaterra. El escritor se entusiasmó con la historia y los dos viajaron al lugar. En ese mismo viajé nació el argumento del libro. El detective Sherlock Holmes, escoltado por el doctor Watson, acude a una antigua mansión para intentar resolver un misterioso crimen. ¿Cuál? Sobre los habitantes de la casa de los Baskerville pesa una terrible leyenda: un demonio, en forma de perro gigantesco, se les aparece justo antes de la muerte de alguno de ellos. La desaparición inesperada de sir Charles, el último de los Baskerville, trae de vuelta los terribles aullidos. Pero no todo es sobrenatural y fantástico, aunque lo parezca.  Sir Conan Doyle explota y administra esos detalles en medo  del suspense y terror de la trama.
  • El halcón maltés, de Samuel Dashiell Hammett. En 1930 se publicaba esta novela protagonizada por Sam Spade, un detective inflexible e irónico creado por el escritor estadounidense Dashiell Hammett. Una estatuilla con figura de halcón que los caballeros de la Orden de Malta regalaron al emperador Carlos V en 1530 ha sido objeto, durante más de cuatro siglos, de robos y extravíos. Cuando ésta llega a la ciudad de San Francisco, un grupo de delincuentes trata de apoderarse de ella. Esta novela de Dashiell Hammett dio origen a la película del mismo nombre realizada por John Huston en 1941, que fue protagonizada por Humphrey Bogart, Mary Astor y Peter Lorre.
  • El cartero siempre llama dos veces, de  James M. Cain. Ha llegado a ser reconocida como una de las novelas policiacas más importantes del siglo XX. Fue publicada en el año 1934. Se trata de una novela breve (sus ediciones suelen tener entre 100 y 134 páginas), de acciones cortas y contundentes narradas con un potente nerviosismo. Al momento de su aparición, causó tanta fascinación como polémica. Fue prohibida por algunas autoridades en Estados Unidos por considerarla sórdida e inmoral, debido la mezcla de violencia y sexo. En ella,  Frank, un hombre sin arraigo ni empleo, narra en primera persona la atracción que siente por Cora, la esposa de un emigrante de origen griego propietario de una fonda en California. Empujados por el deseo y la ambición, matan al griego con la intención de que el asesinato pueda pasar por un accidente. Pero las cosas no son tan sencillas y no será tan fácil librarse del viejo marido. Los reveses debilitan la confianza mutua de la pareja, que termina sumiéndose en una enloquecedora maraña de nervios. El título del libro encierra la clave del desenlace, en la que destino, oh fortuna, no escatima en avisos para anunciar su llegada. Para muchos críticos, la brevedad e inmediatez narrativa de El cartero siempre llama dos veces, impidió a James M. Cain profundizar en la crítica social que tanto Frank como Cora encarnan en el Estados Unidos posterior a la  Gran Depresión.
  • El largo adiós, de Raymond Chandler. Fue publicada por Hamish Hamilton en Estados Unidos en 1953. Forma parte de la serie de libros protagonizada por el detective privado Philip Marlowe y está considerada una de las obras cumbres del género. En ella Philip Marlowe entabla una breve amistad con Terry Lennox, millonario y veterano de guerra. La frágil naturaleza existencial de Lennox hace que Marlowe sienta simpatía por él. Es por ello que le ayuda a llegar a la frontera, donde Lennox tiene la intención de recuperar su vida lejos del entorno de su acaudalada mujer. La cosa se complica cuando ésta  aparece brutalmente asesinada en el domicilio conyugal. Marlowe, que se ve implicado como sospechoso y cómplice del crimen, está firmemente convencido de que Terry Lennox no tiene nada que ver en el asunto. El largo adiós indaga en la realidad social de Los Ángeles, que se convierte en un  personaje más de la novela. La “gente bien” de los barrios acomodados, la delincuencia organizada, el funcionamiento de la ley y la justicia como extensión del poder,  los débiles confines de las relaciones humanas, los diques entre amistad e interés, amor y codicia.
  • ¿Acaso no matan a los caballos?, de Horace McCoy. Publicada en el año 1932, en California, está considerada como un ejemplo clásico de la novela negra. La Gran Depresión de los años treinta obligó a mucha gente a tomar medidas desesperadas para sobrevivir.  La historia cuenta la tragedia ocurrida durante uno de los maratones de baile en los que solían inscribirse muchas personas para ganar unas monedas. Gloria, una de las participantes, cansada de buscar trabajo, pide a su compañero que la libere de su sufrimiento y la mate de una vez. Robert se apiadará de ella como si de un caballo herido se tratara. "Me puse en pie. Por un instante vi nuevamente a Gloria sentada en aquel banco del muelle. El proyectil había penetrado por un lado de la cabeza; ni siquiera manaba sangre de la herida. El fogonazo de la pistola iluminaba todavía su rostro. Todo fue de lo más sencillo. No sufrió. Estaba completamente relajada y tranquila y sonreía. Era la primera vez que la veía sonreír. ¿Cómo podía decir pues el fiscal que sufrió? Y no es verdad que careciera de amigos. Yo era su mejor amigo. Era su único amigo. Por tanto, ¿qué era eso de que no tenía amigos?", narra McCoy en la primera página del libro.
  • Diez negritos, de Agatha Christie.  Esta novela no está protagonizada por ninguno de los detectives habituales de Ágata Christie -Poirot y Miss Marple- entre otras cosas, porque no existe la figura del policía investigador. Diez personas reciben cartas firmadas por un desconocido Mr. Owen, quien las invita a pasar unos días en la mansión que tiene en uno de los islotes de la costa de Devon. La primera noche, después de la cena, una voz los acusa de ser culpables de un crimen. Lo que parece ser una broma macabra se convierte en una espantosa realidad cuando, uno por uno, los diez invitados son asesinados. La clave parece estar en una vieja canción infantil: ‘Diez negritos se fueron a cenar, uno se ahogó y quedaron nueve. Nueve negritos trasnocharon mucho, uno no despertó, y quedaron ocho…’.
  • 1280 almas, de James Myers Thompson.  Está catalogada como un clásico de la novela negra. Fue publicada por primera vez en el año 1964. En 1280 almas el delincuente es el protagonista. Se desarrolla en Potts County, una pequeña población rural de la América más profunda, en la que el sheriff,  Nick Corey,  dedica gran parte de su tiempo a comer, dormir y eludir los problemas. Su máximo deseo es que la gente lo deje en paz. Pero, ante la proximidad de las elecciones, Nick Corey ve que su permanencia en el cargo peligra y por ello decide poner remedio a la situación. La solución que adopta no es la que anhelan los 1.280 habitantes del pueblo, es decir, que ponga fin a su haraganería y corrupción, sino que más bien consiste en "limpiar" el pueblo. Empezará por un par de sujetos que tienen por costumbre mofarse de él y seguirá con unos cuantos más…
  • Asesinos sin rostro. Henning Mankell. El escritor y dramaturgo sueco ha sido reconocido internacionalmente por su serie de novela negra sobre el inspector de policía Kurt Wallander. Asesinos sin rostro, es la primera novela de esta serie. Fue publicada por primera vez en el año 1991. En sus páginas, el inspector Wallander debe resolver un caso casi tan complicado como su vida personal. Mientras procura desenmascarar a los despiadados asesinos de una anciana, Wallander debe enfrentar el abandono de su esposa, la hostilidad de su hija, la demencia senil de su padre y hasta su propio deterioro. Racismo, miseria xenofobia... un paisaje social de entramado mucho más complejo que el crimen que Wallander intenta desentrañar.

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