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Cultura

Libros para sobrevivir al cercanías y la lluvia

Train bound for Sol-Parla. Next Station: Atocha. Next Stop, Próxima Parada, Nuevos Ministerios. Cuántas veces se repite en la megafonía ese sonsonete. Quienes viajan en Cercanías lo saben muy bien: en los vagones de tren, la mañana y la noche parecen un baile de destinos demorados. Apretados en los asientos, experimentamos una vida en la que el único roce posible se consigue a empujones. Y si llueve, la cosa empeora: acaso porque la melancolía -como las plantas y los gremlins- , crece y se multiplica al contacto con el agua.

Justamente por eso, porque el viaje en tren tiene algo de supervivencia y condena, en Marabilias hemos confeccionado una selección que haga las veces de salvavidas. Historias que nos permitan soportar la semana que queda por delante –toda ella lluvia y hora pico-. La gracia está, no en el hecho de que hubiésemos escogido novedades –que lo son-, sino en la combinación que hacemos de ellas según el tipo de lector. Desde los líricos hasta los pragmáticos; los que quieren evadirse y los que desean meter los pies en el barrial de la realidad. Y aunque el orden de los factores no altera el producto, hay que aclarar que la posición de los libros no supone valoración alguna dentro de un ranking (sí, esas listas imposibles -¡absurdas!- a las que nos aficionamos con la determinación insensata de quien esnifa Cola-Cao).

B de Best seller

El desembarco otoñal de las novedades literarias para 2014 tuvo una sustanciosa ración de superventas, un género golpeado pero todavía fuerte entre quienes quieren anestesiar el tiempo con el ritmo desaforado de los thriller. Este último trimestre, ha llegado a las librerías nada más y nada menos que la santísima trinidad del bestseller: Ken Follet, Stephen King y John Grisham. De estos tres, toca sugerir la última de Stephen King. Se trata de su novela número 57: Mr. Mercedes (Plaza&Janés), un libro al que el diario The Guardian se refirió como “un buen thriller a la antigua usanza, en esa clásica carrera-contra-tiempo, aderezada con todos los tropos favoritos del género desde el principio”. En una ciudad del medio oeste de Estados Unidos, como todas las madrugadas, cientos de desempleados se alinean ante una feria de trabajo. Sin previo aviso, un conductor atraviesa la multitud al volante de un Mercedes. Ocho personas mueren; 15 resultan heridas. El asesino se escapa en la niebla de la primavera para no ser visto de nuevo. Será el detective Bill Hodges el encargado de arrojar luz sobre el crimen.

Dentro del mismo epígrafe, aunque con entidad propia y sin Mercedes, está Galveston, (Salamandra Black) el debut como novelista de Nic Pizzolatto, el guionista de la serie True Detective, quien saca pecho con una historia ambientada entre Nueva Orleans y la ciudad de Galveston, en la zona este de Texas, y que se comporta -a veces sí, a veces no- como un policía. En sus páginas, Pizzolatto cuenta la historia de Roy Cody, un alto y corpulento texano de barba, melena y botas de cowboy, quien lleva unos años ejerciendo de matón profesional. Vapuleado por la vida y de vuelta de todo, Cody deberá sobreponerse del diagnóstico de un cáncer avanzado: “Un médico me fotografió los pulmones. Estaban repletos de copos de nieve. Al salir de la consulta me pareció que todos los presentes en la sala de espera se alegraban de no ser yo”. Los problemas no terminan allí para Roy Cody. Su jefe, el matón y extorsionador Sam Ptitko, ha comenzado a salir con su exmujer, y quiere quitárselo de encima, así que decide enviar a Roy a una emboscada en la que sus asesinos mueren. Sólo Roy y una prostituta adolescente, Raquel (Rocky) Arceneaux, sobreviven. Su encuentro con esa joven desamparada, con la que huye en dirección a Texas, concede a Roy Cody la oportunidad de una nueva vida, incluso a pesar de que le queda poca.

También hay que mencionar El leopardo, una novela de Jo Nesbo que se publica en la colección Roja y Negra de Literatura Random House. Todo comienza, claro, con un comisario ue vive sus horas más bajas: Harry Hole, un hombre retirado del mundo y encerrado en una espiral autodestructiva, que tendrá que avanzar en una investigación criminal tras la pista de un astuto y brillante psicópata. Quizá no del todo bestseller -en Francia lo es- pero sí thriller, Alfaguara ha publicado Vestido de novia, de Pierre Lemaitre, premio Goncourt 2013. Y para los que sobrevivieron -y no se les desinfló en las manos La verdad sobre el caso Harry Quebert-, llega Los últimos días de nuestros padres, la primera novela de Joel Dicker.

Breves pero fulminantes

Arno Camenisch no cumple todavía los 40, pero escribe como alguien que hubiese vivido el doble. Su escritura tiene algo bruto y tierno, demorado a la vez que esencial, pero también muchísimo humor y hasta una cierta arbitrariedad que arranca risas de los lectores. Claro, no todo ocurre a la vez. En su llamada Trilogía Grisona, cada libro pone en marcha un atributo. Formada por las novelas Sez Ner (2009), Detrás de la estación (2012) y Última ronda (2012), todas traducidas y editadas en España este año por el sello Xordica (que acaba de sacar el último volumen), la trilogía de Camenish traza un arco largo, construido con historias breves. Desde Sez Ner, una novela que narra la vida cotidiana de cuatro personajes sin nombre a quienes sólo les define su oficio: el quesero, su ayudante, el vaquero y el porquero (viven todos en los Alpes suizos, donde transcurren también los siguientes libros), pasando por la tierna e hilarante Detrás de la estación, un libro que narra la vida en un pequeño pueblo suizo (Tavanasa, donde nació Camenisch) a través de la mirada de dos hermanos que convierten cualquier episodio -desde un Volkswagen hasta una tienda de tornillos- en algo singular e irrepetible y Última ronda, el volumen que cierra la trilogía, y cuyas páginas recrean la conversación de los parroquianos habituales que se reúnen en la taberna Helvezia -un bar que ya aparece en Detrás de la estación- y que deciden citarse allí por última vez antes de su cierre definitivo.

Como parte de este epígrafe -el de una vida que ocurre en otro lugar, que nos resulta remota pero cercana en lo esencial-, cometemos el desatino de mezclar el agua y el aceite, pero todo tiene su porqué. La fiesta de la insignificancia, la más reciente -y puede que la última- novela de Milan Kundera comparte con las de Arno Camenisch un atributo que parece anecdótico, aunque en realidad se trate de un rasgo fundamental. Son libros breves, construidos con fogonazos, incendios que viajan en el bolsillo de nuestros abrigos. Su lectura es intensa y concentrada, aunque se ubican, claro, en los extremos más separados que cualquiera podría imaginar. Confeccionada como un aparato de relojería, La fiesta de la insignificancia reúne la vida de una serie de personajes que discurren alrededor de la muerte, la enfermedad e incluso sobre los ombligos como centro del universo. Lo fundamental del libro radica en un aspecto: en sus páginas, Kundera traza un círculo perfecto y parece cerrar ciclo, vital o literario, apelando a la idea de la risa, al chiste que sostiene a la vez que propicia una demolición y que ya estaba presente en La broma.

Novelas catedralicias

Pronto seremos felices (Destino), la nueva novela del periodista y escritor Ignacio Vidal-Folch (Barcelona, 1952), no se lee, se sobrevive: es un estallido de literatura y belleza. Un viajante comercial cuyo nombre ignoramos emprende un viaje en tren hacia Praga. En el vagón, acompañado por desconocidos, piensa en Camila, aquella mujer que se comparaba con los arbustos y que jamás renunció a llevar el carné del Partido Comunista, incluso hasta el día final. Y así como los rieles tiran del tren en el que viaja, otro hilo conduce al protagonista a través de un tiempo áspero y remoto; extinto. Comienza entonces el viajante a reconstruir su paso por los países y las ciudades de Europa del Este en los que ha estado: Rumanía, Bulgaria, la entonces Checoslovaquia, pero también Brno, Sofia, Bucarest… 

También tejida, con fuerza, como una trenza en la que se unen literatura, historia y belleza, Como la sombra que se va, la nueva novela de Antonio Muñoz Molina retoma en la vieja obsesión del escritor por James Earl Ray, el asesino de Martin Luther King, un personaje desconocido, extraño y fascinante. La clave del libro está encerrada en Lisboa, el lugar donde Ray se escondió durante diez días tratando de conseguir un visado para Angola. Lo que hace Muñoz Molina es reconstruir los pasos de Earl Ray mientras recuerda su propio viaje a la capital portuguesa para escribir su novela El invierno en Lisboa.

Aunque esta no es una novedad -y considerando, también, que es la tercera vez que hablamos de ella-, hay que incluir aquí una de las mejores novelas publicadas en España en el último año. Se trata de La buena reputación (Seix Barral), de Ignacio Martínez de Pisón, una historia total en cuyas páginas el autor narra la vida de tres generaciones de una familia española de origen judío; una saga que comienza y termina en Melilla y en la que el lector se ve retratado en un tapiz bordado con el grueso estambre de los lazos sanguíneos y los nudos que se hacen entre ellos. Porque en las familias, como en los países o los clanes, las heridas se heredan y los “agravios no prescriben”, a decir de su autor. Y ese es el caso de esta magnífica historia que retrata una España a la vez que construye un artefacto narrativo potente y eficaz. Fue nuestra apuesta más firme para el verano y lo es también para el invierno.

Es verdad que en este epígrafe nos guarecimos en la enorme certeza de una catedral, pero echamos mano de la breve belleza de las capillas para incluir una recomendación adicional. Se trata de Patrick Modiano, premio Nobel de Literatura 2014, cuya última novela ha sido publicada por Anagrama, La hierba de las noches, una entrega más de ese París personal y espectral con el que Modiano ha levantado una biografía íntima y a la vez colectiva.

No ficción, merienda en el táper literario

A todos estos libros les une una sola cosa: no pertenecen a la esfera de la ficción. Tienen algo ligero a la vez que sustancioso. Empieza el tentempié con un volumen editado hace ya un par de meses por el sello Libros del K.O, y que aborda, con humor, la (in)capacidad de comunicarnos a través de la palabra escrita -“Si creemos tener tan claro lo que queremos escribir en un mail, ¿por qué nuestro destinatario no entiende nada?”, dicen sus editores-. La escritura transparente es un manual pensado para periodistas pero que cualquiera podría leer, justamente por eso: porque se ocupa de la claridad que deben tener aquellas cosas que nos interesa que otros sepan.

Aunque, es cierto, ya hablamos de este libro la semana pasada, no mencionarlo sería un error. Brevísimo y delgado, pero jamás leve, se acopla a esta selección Esto es agua (Penguin Random House), el hermoso discurso que ofreció David Foster Wallace a los alumnos que completaban sus estudios de Liberal Arts del Kenyon College y cuya sola lectura nos hará entender que cualquier vagón es un salón de espejos. En otra tónica completamente diferente, más bien leve y de risa facilona, Dichosos dichos. Frases y expresiones del mundo clásico, escrito por Victor Amiano y editado por Ariel, es un volumen curioso que podría funcionar para matar el tiempo leyendo en lugar de hacerlo a dedazos en la pantalla del móvil. Este ensayo recopila un amplio número de expresiones que tienen su origen en la antigüedad greco-romana, por ejemplo: "La ocasión la pintan calva", "Quedarse de piedra", "Aunque la mona se vista de seda", "Andar con cien ojos", "Zapatero a tus zapatos". La pregunta sería... ¿conocemos de dónde provienen? Y todavía más importante: ¿las usamos correctamente? Un vistazo ayudará a muchos a salir de dudas.

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