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Cultura

¿Es posible traducir el agua?

La traducción no le resta belleza, pero sí -acaso- una textura, un ritmo, una cadencia; y eso que Javier Calvo ha hecho un trabajo impecable al procurar un trasvase perfecto –sin derramar ni perder una gota-  del sentido que encierran unas palabras en un idioma, en este caso el inglés, a otro: el español.

Nos referimos a Esto es agua, las palabras más hermosas que alguien haya leído en público jamás: un discurso que el escritor David Foster Wallace pronunció en el año 2005 -tres años antes de su muerte- ante los alumnos de Artes Liberales del Kenyon College. Este texto llega ahora a España traducido y editado por Penguin Random House.

Dueño de una obra narrativa ciclópea, tan culta y renovadora como a veces hermética y distante, el norteamericano David Foster Wallace (1962-2008) se muestra claro, cercano y tremendamente humano en Esto es agua, un discurso que concilia la reflexión sobre dos actos esenciales: vivir y pensar. Porque todo ejercicio de la razón debe teñir la existencia de quien lo produce, y toda vida debe sostenerse sobre la condición plural y consciente de su devenir.

Esto es agua reflexiona sobre dos actos esenciales: vivir y pensar.

Esto es agua interpela en principio a un grupo de jóvenes a punto de completar su ciclo académico. Sin embargo, nos habla a todos: a los distantes lectores de un acto en el que no estuvimos y cuyas palabras –reproducidas en la grabación que circula en la red o repasándolas con la mirada en una hoja de papel- alborotan y remueven a quienes las leen.

A medida que busca respuestas a preguntas sobre la forma en la que conocemos y vivimos, cómo nos relacionamos con los otros y cómo los vemos, David Foster Wallace hace agudas observaciones acerca de la vida contemporánea y pone de manifiesto los fundamentos de la naturaleza humana. Al hacerlo, revela la forma en la que elaboramos y ponemos en práctica una de las cuestiones más importantes e inconscientes con la que lidiamos día tras día: qué pensamos sobre el mundo que nos rodea y cómo colocamos en orden el universo del que cada uno se cree el centro.

“El mundo, tal como lo experimentas está en frente de ti, o detrás de ti, o a la izquierda o a la derecha de ti, en tu televisor, tu monitor, o en lo que sea. Los pensamientos y sentimientos de otras personas tienen que ser comunicados a ti de alguna manera, pero los tuyos propios son tan inmediatos, urgentes, reales”, escribe Wallace, quien se permite desplegar una serie de estampas y escenarios cotidianos -el supermercado, los embotellamientos, los modos compartidos de soledad- para construir lo que realmente le urge: una idea, una reflexión abarcante de lo que somos en conjunto.

¿Cómo alguien que decidió colgarse de una soga era poseedor de tal lucidez?

Escrito en 2005 y debatido ampliamente tras su muerte, Esto es agua puede que sea uno de los legados más potentes y hermosos de Foster Wallace, quien se vuelca -práctico, directo, poético- en el mayor reto que la vida diaria propone: sobrevivirla de la manera más lúcida posible. Y puede que sea justo allí, en lo desconcertante y conmovedor de su reflexión -obsesionada con el otro, con los demás- donde el lector se encuentra interpelado por el desconcierto: ¿cómo alguien que decidió colgarse de una soga era poseedor de tal lucidez; cómo alguien capaz de iluminar la vida entera de un barrido fue capaz de quitársela? La contradicción nos señala con el dedo; pregunta a la vez que nos pregunta.

Vale la pena leer este brevísimo discurso junto con Todas las historias de amor son historias de fantasmas (editada en España por Debate), la primera biografía de Foster Wallace escrita además por el periodista de The New York Times, D.T. Max. El título de la biografía, tomada de la novela póstuma El rey pálido (Penguin Random House), retrata a alguien a quien jamás  imaginaríamos escribiendo Esto es agua: un hombre tremendamente frágil, el mismo que asegura no ser el pez viejo de esta pecera. En el fondo ha de ser por eso, porque esto es agua; porque, como dice Foster Wallace, acaso lo más inmediato y directo es lo más difícil de ver… o traducir, o simplemente, comprender.

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