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Cultura

Juan Lara Izquierdo, el pintor de la luz

Embarque de Botas, de Juan Lara (Propiedad de Bodegas Osborne, fuente: gentedelpuerto.com).

A estas alturas todos estarán pensando que a continuación vamos a hablar de Sorolla, el pintor que supo fotografiar la luz y el mar de nuestras costas levantinas. Pues no. Con permiso de don Joaquín, al que admiro y con el que me puedo deleitar horas ante sus obras, vamos a hablar de otro pintor que también hace de la luz su razón fundamental. Y ese no es otro que el porteño (del Puerto de Santa María, Cádiz) Juan Lara Izquierdo.

Una de nuestras características nacionales, sálvese el que pueda, es el cainismo. Y así nos va. Nos vendemos muy mal (véase si no la cantidad de vinos y quesos de gran calidad españoles en comparación con los franceses o italianos que conocen allende nuestras fronteras), y siempre estamos prestos a alabar lo ajeno y a menospreciar lo nuestro.

Juan Lara Izquierdo nace el 9 de mayo de 1920, como queda dicho, en el Puerto de Santa María, Cádiz. Quien haya visitado Cádiz y sus entornos alguna vez, coincidirá conmigo que tiene una luz especial, blanca la mayor parte del día y con unas tonalidades doradas al atardecer en magnífico contraste con el azul de su Atlántico. No es pues de extrañar que, habiendo nacido Juan Lara en el Puerto, desde muy niño se fijara en la luz como componente esencial de sus cuadros de temática siempre costumbrista, bien de su Andalucía, bien de México, país en el que residió temporadas, por cierto, alojado en la mansión de don Mario Moreno Cantinflas, con el que tuvo una buena amistad.

Joven académico

Con ocho años entró en la Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia, de la que llegó a ser académico de número, allá por octubre de 1986. Con su salero gaditano afirmó que era el único que había entrado en la Academia a los ocho años y aún seguía allí (tenía sesenta y seis). Y allí se formó técnicamente, con influencias de Rembrandt (uno de sus pintores favoritos y otro maestro de la luz y la sombra), Goya (cuya influencia, a mi entender, está subyacente en  su obra), Delacroix y tantos otros.

Pero Juan Lara tiene su propio estilo, no plagia, no copia, se hace original (permítaseme el término si es que es aplicable a una obra de cualquier artista y de cualquier materia). Y por eso realiza obras que a mi, personalmente, me parecen maestras: El arranque de la calle Pagador, desde la Plaza España, con la casa palacio del Marqués de Candia, Las Escuelas Pías de la Aurora, El embarque de botas (hecho para Bodegas Osborne), El resbaladero... en todas ellas la luz es lo que resalta. El propio maestro, en su discurso de entrada a la Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia, afirmaba: “Cuando el artista ve la luz por primera vez no la abandona nunca. El artista vive de y para la luz. La luz, en suma, es la razón fundamental, el color es hijo de la luz y, por tanto, ese binomio es inseparable”.

Muestra igualmente de su especial relación con la luz son los cuadros de“La Charrería y Los pueblos rosas mejicanos, hechos en su estancia en México. Sin embargo, su fama viene, vean ustedes si no es injusta, por sus carteles de feria. Juan Lara fue quien realizó los carteles anunciadores de la Feria de Primavera y Fiesta del vino fino, que en el Puerto se viene a celebrar entre la quinta y sexta semana después de la de Pasión. En ocho ocasiones llamó a la buena gente porteña a la diversión que sigue al recogimiento de la Semana Santa hasta que en 1989, con su cartel Dos Gitanas terminó la serie y tocó techo de elegancia y buen hacer en ese género .

Éxito en EE.UU.

Pero Juan Lara Izquierdo es mucho más, creo que ya está acreditado, que el “pintor de la Feria”. Y si no que se lo digan a los norteamericanos, a los californianos más concretamente, que en 1993 organizaron la que a la postre fue la última exposición de Don Juan, con 40 cuadros de Pueblos blancos de Cádiz y la Ribera del Guadalete. Los compraron todos coleccionistas privados. Para que luego digan que los americanos no entienden.

Dos años después, el 22 de marzo de 1995, Don Juan Lara Izquierdo, “el pintor de la luz”, fallecía y, de seguro, está allí, en ese cielo que supo pintar magistralmente, en la segunda nube a la izquierda, según se entra, disfrutando de un catavino de fino y, a lo mejor, si es que en el cielo los hay, viendo una corrida de toros o una doma de caballos.    

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