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Cultura

La corrupción, nada nuevo bajo el sol

El duque de Lerma pintado por Peter Paul Rubens.

Y sin embargo el tema no es nuevo. La corrupción política en España viene de lejos. Centrémonos hoy (quizás, si la bondad del preclaro director de Marabilias lo permite, podamos publicar mas casos históricos sobre el tema), en un caso que, en su época, fue sonoro, sonado y de gran calado.

Nos referimos al valido, privado o, en jerga política de hoy, primer ministro (aunque ya quisieran los de hoy tener el poder, casi omnímodo, de aquellos) del Rey Felipe III (el primero de los llamados Austrias Menores) y que fue Don Francisco Gómez de Sandoval-Rojas, que pasó a la historia con su título de duque de Lerma, si bien cuando ascendió al ducado (y, en su consecuencia, a la Grandeza de España) era V marqués de Denia y primer marqués de Cea.

Nació don Francisco en Tordesillas (Valladolid) allá por el año de 1553, de familia noble (tanto, que su bisabuelo y su abuelo fueron los carceleros de Doña Juana La Loca allí, en Tordesillas, y su padre lo fue del infortunado infante Don Carlos, hijo de Felipe II). Precisamente de este Infante fue menino (paje) por los auspicios de su tío, el arzobispo de Sevilla don Cristóbal de Rojas y Sandoval.

Colocar a la familia

En 1592 es nombrado “gentil hombre de cámara de la casa del príncipe” (futuro rey Felipe III) comenzando allí su amistad con él, de tal forma que cuando asciende al trono inmediatamente lo llama a  su lado. Y nunca mejor dicho, porque el marqués de Denia se va a vivir, precisamente, a Palacio, “para estar más cerca del rey”. En poco tiempo, y en un ejercicio desaforado de nepotismo, concede a su primogénito el marquesado de Cea; a su segundo hijo lo nombra comendador mayor de Calatrava; a su hermana le concede el título de marquesa de Altamira, más tarde conocida como la esponja de Dios pues su pasatiempo favorito era repartir cargos eclesiásticos recibiendo de los agraciados fuertes sumas de dinero; al esposo de esta hermana le hizo grande de España; a su consuegro, el conde de Miranda, le nombró presidente del Consejo de Castilla; a su tío, don Bernardo de Rojas, le nombró arzobispo de Toledo, etcétera. Total, que en poco tiempo había colocado a su familia y amiguetes en puestos de gran relevancia y que reportaban pingües beneficios. ¿Les suena?

El duque fue durante años, de facto, el auténtico rey de España.

Pero el marqués se preocupaba también de sí mismo y así, en 1599 se autoconcedió el título de duque de Lerma, con Grandeza incorporada y por el que, a la postre, pasó a la Historia. Ante la abulia del rey le propone que su firma valga tanto como la suya, siendo nombrado sumiller de Corps, por lo que, además, utilizaba el sello real a su antojo durante los años de 1599 a 1618, época en la que, entre otras cosas, se firmó una tregua con los Países Bajos y se expulsó a los moriscos de España. En suma, que con la firma y el sello a su libérrima disposición, el duque fue, de facto, el auténtico rey de España.

En un alarde de anticipación a los tiempos actuales, el duque compró casas y tierras en Valladolid. Y para revalorizar sus inversiones convence al Rey, nada menos, de trasladar la corte de Madrid a Valladolid, cosa que se produce en el mes enero del año del Señor de 1601. Durante los cinco años de permanencia de la corte en Valladolid, Madrid se hundió en la ruina económica. Los costes de traslado fueron enormes para la Corona aunque, indudablemente, las inversiones del de Lerma se revalorizaron ad infinitum. Los comerciantes de Madrid, que conocían al duque, le ofrecieron la bonita suma para la época, de 250.000 ducados para que retornara la Corte a la Villa.

El parador como ejemplo

La fortuna que amasó el duque fue colosal. Como ejemplo visiten, si pueden, el Hotel-Parador Nacional de Lerma. Esa impresionante construcción fue “la casita” del duque. En una Descripción de las rentas, bienes y hazienda del Cardenal Duque de Lerma, hecha por él mismo tres años antes de su muerte a requerimientos del nuevo rey Felipe IV, da fe de su impresionante fortuna (y seguro que algo se calló). Destacamos aquí, por pintorescas, algunas partidas: censo sobre la Villa de Madrid 462.562 maravedíes; oficio de tesorero de las Casa de la Moneda de Burgos (1618-19), 8.397.880 mvds; rentas de las villas de Lerma, Cea, Valdemoro, Arganda y otros pueblos sin especificar, por más de 10.000.000 mvds; renta de la Encomienda Mayor de Castilla, 4.125.000 mvds, y así un largo etcétera.

Para que nos hagamos una idea a monedas actuales, un obrero ganaba al día 4 reales, o lo que es lo mismo, 136 maravedíes. Si trabajase todos los días del año podría ganar, a equivalencia actual, la increíble suma de… ¡5,48 € anuales!

Al final, el de Lerma cayó, y para evitarse males mayores pidió al papa Pablo V, y obtuvo, el capelo cardenalicio. De ahí que el pueblo de Madrid le cantara una coplilla: “Por no morir ahorcado,/ el mayor ladrón de España/se vistió de colorado”.

De donde se deduce que el pueblo es manso, pero no tonto.

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