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Cultura

El Prado echa mano de la lupa

Doscientas ochenta y un obras y diecisiete salas para contar una historia mínima, íntima. Se trata de La belleza encerrada. De Fra Angelico a Fortuny, una exposición inédita en la que el Museo del Prado ensaya un recorrido cronológico de la pintura de pequeño formato.

Según la comisaria de la exposición, Manuela Mena, se trata de un Prado dentro del Prado. La selección de piezas ofrece una lectura alternativa de la colección, desde finales del siglo II -la escultura de mármol Atenea Partenos- hasta los umbrales del siglo XX con Fortuny, Madrazo o Rosales.

El resultado es un resumen de la colección del Museo y de los orígenes del arte que incluye todos los géneros: mitología, imágenes de devoción, bocetos, retratos o escenas de batalla, ejecutadas sobre distintos soportes: cristal, mármol, tabla, lienzo, pizarra, cobre y hojalata.

La preparación de la muestra tomó más de un año. Durante ese tiempo se puso en marcha un importante esfuerzo para limpiar y restaurar cerca de unas setenta piezas. La mitad de las obras se encontraban en los almacenes; unas 81 estaban en otros depósitos, y muchas de ellas no se mostraban desde hace muchos años.

"Es un acto de generosidad del Museo consigo mismo y con quienes lo visitan. Es un ejercicio narcisista del Prado para observar su propia belleza", dijo el director Miquel Zugaza, para quien  "desde hace mucho tiempo” la pinacoteca no se mostraba “tan extensa y abundante".

 Obras de Fra Angelico, Roger van der Weyden, Durero, Rafael, Velázquez, Rubens, Pieter Brueghel el Joven, Murillo, Luis Paret, Goya, Fortuny, Madrazo, Rosales o Carlos de Haes confeccionan un recorrido íntimo, que se refugia en la miniatura como muestra de perfección técnica y sensibilidad estética.

 

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