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Cultura

Agenda Marabilias: una ruta literaria por Córdoba

En 1585, durante un viaje a Granada que se prolongaba más de lo esperado, los amigos cordobeses de Luis de Góngora le escribieron una carta. En ella le preguntaban si se había olvidado de su ciudad natal. Interpelado por los afectos y la nostalgia, el poeta escribió un soneto –“Oh excelso muro, oh torres coronadas / de honor, de majestad, de gallardía…- que hoy puede leerse en una de las paradas que componen la ruta literaria por una ciudad que tuvo entre sus ilustres lugareños a escritores como el autor de Las soledades o el poeta Ricardo Molina.

La Torre de La Calahorra es la primera parada en este recorrido. El Puente Romano que se levanta a sus pies representa la entrada a la vieja Córdoba. Dividido su corazón entre su ciudad y Granada, Góngora vivifica este enclave en sus versos al referirse “las arenas nobles” del Guadalquivir pero “no doradas” como la del río Darro que baña Granada. Tras cruzar el Puente Romano y  el Paseo de Isasa, se llega al Paseo de Ribera donde hay un pequeño monumento en honor a Góngora y al soneto con el que comenzamos esta crónica.

Los poetas de la Generación del 27 admiraron la obra de este poeta del siglo XVII. Por eso, existen vínculos entre el libro de poemas Canciones de Federico García Lorca con el soneto de Góngora: ambos tienen el mismo itinerario, de Granada a Córdoba, y se sitúan en la entrada de la ciudad. Volviendo los pasos hasta el Arco del Triunfo de San Rafael, la ruta invita a leer el poema del santo que Lorca incluye en Romancero gitano. Desde el Arco se aprecian dos Córdobas distintas separadas por el Puente Romano: la romano-cristiana y la árabe-mahometana. En la ciudad existe además una gran devoción por San Rafael, representado en el arco del triunfo, y recogido por Lorca en su poema.

La mezquita, dice Antonio Gala, “fue el corazón de Córdoba cuando Córdoba fue el corazón del mundo”.

La antigua Mezquita, tercera parada en el paseo literario, alberga el Patio de los Naranjos, al pie de la torre catedralicia, a quien Ricardo Molina se refirió “isla de sombra, de silencio y perfume”. La mezquita, dice Antonio Gala, “fue el corazón de Córdoba cuando Córdoba fue el corazón del mundo”, y que en su patio, este patio, “administraban justicia los alfaquíes, y sabiduría los maestros; los adinerados pujaban en subastas de códices y extrañas obras de arte; recitaban los jóvenes amantes versos de amor; leían con las piernas cruzadas al sol los eruditos; tañían y cantaban las esclavas canciones de sus tierras, y erguían las bailarinas sus pechos en la danza...”. Alrededor de la fuente de Santa María, cuatro caños dejan correr el agua y las creencias populares, el más conocido de ellos el caño del Olivo, al que se le atribuyen poderes amorosos.

El camino continúa hasta la plaza del Potro, donde se ubica uno de los poemas del libro Elegías de Sandua (1948) de Ricardo Molina. En la Córdoba del Siglo de Oro, todos los caminos conducían al Potro, por lo que no es extraño que el recorrido literario pase por aquí, al igual que el poeta durante su paseo meditativo. El Potro fue durante varios siglos el centro de la vida comercial y de las comunicaciones de Córdoba con el resto de España. Ya Miguel de Cervantes cita esta plaza en El Quijote y en Rinconete y CortadilloLos oriundos de este barrio tenían fama de bravos, astutos, graciosos y vivos, de ahí la expresión popular “con eso a otro, que yo soy nacido en el Potro”.

Ya Miguel de Cervantes cita la Plapza del Potro en El Quijote y Ricardo Molina le dedica un poema. 

Cerca de esta parada, en la calle Lineros, en la casa número 26, vivió el poeta Ricardo Molina, tal como recuerda una sencilla placa de azulejo donde se puede leer “en esta casa creó su más importante obra literaria y flamenca el eximio poeta Ricardo Molina”. También los jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos ocupan lugar en este paseo literario. Este lugar inspiró a Molina cuando escribió el poema Carta a Vicente Aleixandre, que incluye dentro del libro A la luz de cada día.

Caminando hacia la Judería, última parada del recorrido, se halla la calle Tomás Conde, cerca de los Baños Califales, donde en una de sus casas nació el poeta Luis de Góngora. Fue la casa paterna el centro de frecuentes reuniones con sus amigos y donde poseía una gran biblioteca. Más al norte está la plaza de la Trinidad donde se alza una estatua-homenaje al poeta, ya que fue en una de estas casas donde murió. Concretamente en la casa que hoy es el Centro Zalima, esquina con la calle de Las Campanas. El amor secreto en los patios cordobeses es la clave de la sexta y última parada. El barrio de la Judería es el escenario principal de la Elegía IX de Ricardo Molina, dentro de Elegías de Sandua.

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