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Cultura

Un huerto vertical para cambiar Alexanderplatz

Antena de TV en Alexanderplatz (Flickr | m.a.r.c. - imagen con licencia CC BY-SA 2.0).

Los arquitectos Agnieszka Preibisz y Peter Sandhaus, de la firma berlinesa Apcon, han ideado con el Green8 una “visión para el futuro de Alexanderplatz”, según los términos con los que sus responsables describen el proyecto. En él, un edificio de unos 150 metros de alto que parece girar sobre sí mismo da una nueva imagen al centro neurálgico de la extinta República Democrática de Alemania.

Concebido en parte como un “huerto vertical”, donde varios niveles del rascacielos están dedicados al cultivo, el Green8 recibe su nombre por estar diseñado en forma de ocho y por su carácter ecológico. Tanto es así que, Dickson Despommier, profesor de ciencia medioambiental en la Universidad de Columbia (Nueva York) y uno de los más ardientes defensores de la agricultura vertical entiende que este modo de producción de alimentos es la mejor y más saludable respuesta que necesita la humanidad, predestinada a vivir en grandes centros urbanos. Se estima que el 80% de la población mundial vivirá en grandes ciudades en poco más de tres décadas.

¿Un ovni o un pepino?

La idea de Preibisz y Sandhaus, que también incluye espacio para apartamentos, oficinas, un bar, un restaurante y hasta una guardería, tampoco es que haya sido acogida con gran entusiasmo. El diario populista Bild se ha referido al Green8 como, entre otras cosas más bien peyorativas, un “objeto volador desconocido” casi un OVNI – “recién aterrizado”. El periódico berlinés BZ, por su parte, ha preferido calificarlo de “pepino”.

“Desde que acabó la IIGM, Alexanderplatz siempre ha sido un problema”.

Guste o no, lo cierto es que la idea concebida en Apcon planta cara con argumentos más bien ecologistas a esa percepción de que Alexanderplatz es un “desperdicio de suelo céntrico”, según los términos de la antropóloga Gisa Weszkalnys, profesora de la prestigiosa London School of Economics y autora de la monografía Berlin, Alexanderplatz: Transforming Place in a Unified Germany (Berlín, Alexanderplatz: lugar de transformación en una Alemania unificada - Ed. Berghahn, 2010).

“Desde que acabó la Segunda Guerra Mundial, Alexanderplatz siempre ha sido un problema, es un lugar demasiado incómodo, difícil de ver”, dice a Marabilias Turit Fröbe, arquitecta de la Universidad para las Artes de Berlín. Ella reivindica la importancia de los edificios de Peter Behrens (1868-1940) en la plaza berlinesa. A fin de cuentas fue este arquitecto quien se ganó en 1929 la confianza de las autoridades para transformar Alexanderplatz, pero la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial convirtieron sus planos en papel mojado.

Reformas comunistas

Tras la última gran remodelación de Alexanderplatz, llevada a cabo en los años 60, el Alex tiene algo de tierra de nadie, por concurrida que esté. Sin embargo, sigue siendo un tesoro arquitectónico del modernismo comunista, representado en edificios como el ahora llamado hotel Park Inn, concebido por el colectivo de arquitectos formado por Roland Korn y Hans Eirch Bogatzky (1927-2009). Otro colectivo de arquitectos, con Josef Kaiser (1910-1991) al frente, ideó lo que es hoy la Galeria Kaufhof de Alexanderplatz, tan desprovista de aderezos como otros dos de los grandes representantes del socialismo arquitectónico identificables en Alexanderplatz. A saber, la Casa de los Viajes y la Casa de la Industria Eléctrica, terminadas, respectivamente, en 1971 y 1969.

Con los mismos planteamientos diseñó Hermann Henselmann (1905-1995) su Casa de Profesores, un complejo levantado entre 1962 y 1964. Compuesto por un par de edificios rectilíneos, destaca en uno de ellos las curvas de la cúpula de lo que es hoy el Centro de Congresos de Berlín. Claro que, para curvas, las de la esfera situada a casi 400 metros de alto de la Torre de televisión, otra obra atribuible a Henselmann finalizada en 1969. Junto a esa torre hay una reminiscencia del pasado centenario de la ciudad, la Iglesia de Santa María de Berlín, construida en sus orígenes en el siglo XIII. Ésta fue una de las pocas iglesias que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial, aunque su aspecto actual es el de templo remodelado siguiendo cánones decimonónicos. También es del Siglo XIX la estación de tren de Alexanderplatz, ideada - aunque igualmente reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial - por el arquitecto Johann Eduard Jacobsthal (1839-1902).

‘Hijos’ de la reunificación

Tras la reunificación alemana, “dejó de gustar la arquitectura socialista y se empezaron a cambiar cosas en Alexanderplatz, pero lo que se está construyendo ahora son edificios aislados, sin relación alguna con el lugar, son edificios egocéntricos”, constata Fröbe, la arquitecta de la Universidad para las Artes de Berlín. Sin pensar en proyectos como el del estadounidense Frank Gehry, que a partir del año próximo quiere plantar allí una torre de apartamentos de 150 metros de alto, ya han destacado la construcción de dos centros comerciales de grandes proporciones.

Uno de los últimos edificios incorporados a la plaza es conocido como la “tumba faraónica” por su escaso atractivo.

Se trata de los llamados die mitte – “el centro”– y Alexa. El primero fue inaugurado en 2009 y se caracteriza por su fachada dividida en cuadrados idénticos. Trata de adoptar este edificio el lenguaje del modernismo socialista para “traducirlo en uno propio y contemporáneo”, según indican en las oficinas sus arquitectos responsables en RKW, la firma de Helmut Rhode afincada en Düsseldorf. El Alexa, que abrió sus puertas en 2007, fue diseñado por el berlinés Oliver Roser, con más pena que gloria, al menos en lo estético. A su centro de ocio, que dispone de hasta 43.000 metros cuadrados de superficie comercial, se le llama “tumba faraónica” por lo poco atractivo que resulta desde fuera.

No obstante, esa construcción sienta un buen precedente para el Green8 de Agnieszka Preibisz y Peter Sandhaus. Porque no todo edificio que merezca un buen mote tiene prohibida su construcción en Alexanderplatz. Está por ver, eso sí, si ese proyecto ultramoderno acaba llegando a buen puerto. Y si su eventual construcción implica que hayamos cambiado de época, pasando la página del consumismo que sustituyó al comunismo en lugares como el otrora Berlín Oriental.

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