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Internacional

Una hora en la cárcel de Barcelona: el otro turismo que crece también en España

Un informe del programa de Turismo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) pone de relieve este éxito del turismo penitenciario con el ejemplo de la cárcel de La Model en Barcelona: desde su cierre definitivo en el 2018, ya ha recibido la visita de más de 154.000 personas

Fachada de la cárcel de La Model, en Barcelona Pere López / WikiCommons

Más de un millón de visitantes anuales a la cárcel de Alcatraz y 30.000 a la de Karosta (Letonia). En todas partes del mundo, el turismo penitenciario no para de crecer y se está convirtiendo en una moda de lo más extravagante que ya ha llegado a España: un informe del programa de Turismo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) pone de relieve este aumento con el ejemplo de la prisión de La Model en Barcelona. Desde su cierre definitivo en el 2018, ya ha recibido la visita de más de 154.000 personas.

Según los autores del mismo, "es una especie de variante del dark tourism (turismo oscuro), por la vertiente tétrica que supone visitar antiguos centros penitenciarios con cierta historia, donde, en definitiva, se privaba de libertad". La pasión por este tipo de turismo queda reflejado en los datos de visitas de las cárceles: cada vez son más los que quieren conocer "cómo era la vida al otro lado de los gruesos e inexpugnables muros carcelarios". La última en unirse a este fenómeno ha sido la cárcel de La Model, en Barcelona, que es los últimos años ha experimentado un repunte de visitas "excepcional". Durante una hora, y en este caso de manera gratuita, puedes pasear por los pasillos de la prisión, visitar las celdas y descubrir cómo era la vida de los presos.

¿Los motivos del aumento de este tipo de turismo? Rendir homenaje a las víctimas, hacer una excursión cultural o satisfacer el morbo de ver de cerca el horror que supuso para sus víctimas, probablemente el motivo más recurrente. José R. Ubieto, psicoanalista, profesor de Psicología de la UOC y uno de los autores del citado artículo, clasifica los motivos en tres tipos: "En primer lugar, razones morales, que son las que se dan cuando el público que visita estos centros quiere conocer las condiciones en las que vivían los presos históricos encarcelados por motivos injustos de otras épocas. La mayoría de los turistas quieren aprender un poco de historia con la visita. En segundo lugar, se encuentran los visitantes con fascinación o curiosidad morbosa por escenarios de sufrimiento humano. Finalmente, están aquellos que van por simple moda o interés por compartir esta experiencia, que ciertamente puede ser impactante, en las redes sociales".

En el caso concreto de la cárcel barcelonesa, nada tiene que ver con los presos políticos, pese a que la apertura al público y la encarcelación de los líderes catalanes sea muy próxima en el tiempo, pues no es en ella donde estuvieron presos, así que ese factor de 'morbo' no influye en este caso.

El nivel 'pro' del turismo de prisiones

Es cuanto menos curioso analizar este 'curioso' fenómeno. La cárcel de Alcaraz lleva años recibiendo visitas sin parar. La media es de 1 millón de visitantes anuales (5.000 diarios) y la cola de espera es de semanas. Uno de los casos más curiosos, y la expresión máxima de este morboso placer por descubrir los secretos de las prisiones, es la antigua prisión militar de Karosta (Letonia), una cárcel militar de la época soviética que funcionó hasta 1994.

Aparte de la propia historia de las prisiones soviéticas, esta cárcel ofrece un ingrediente especial: un 'show' en el que los visitantes pueden sentir en propia carne lo que pudo ser 'vivir' en ella: puedes pasar la noche en una de sus celdas (en las que por cierto, no ha habido ninguna remodelación: el cliente duerme en los catres metálicos de hace años). Para los más aventureros tienen el pack completo: 'la noche extrema'. Por el módico precio de 17 euros (y previo consentimiento firmado), el cliente será tratado exactamente igual que un preso de la época: le obligarán a hacer flexiones y a correr por el patio, recibirá gritos y escupitajos en la cara, será despertado en mitad de la noche, tendrá que limpiar el retrete con un cepillo de dientes o ducharse con agua fría. Por supuesto, solo comerá un mendrugo de pan y un poco de té.

Este boom, "excepcional" según los autores, ha venido para quedarse y ya son muchos los países, aparte de España, que deciden abrir las puertas de sus prisiones al público, todas ellas ya en desuso.

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