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Zara, Burberry... San Francisco tapia sus tiendas por la oleada de robos sin control

Desde que los hurtos inferiores a 950 dólares son considerados como delito leve ha existido este problema, pero la crisis económica derivada del coronavirus lo ha acentuado

San Francisco robos

Entras a una tienda de San Francisco a comprar y de frente, te topas con un ladrón llenando una bolsa de basura de productos. No piensa pagarlos, pero nadie le detiene. Sale por la puerta, ante la impasibilidad de todo el mundo, incluso de la propia seguridad del local. Un robo que podría haber sido ideado por Ramón de Pitis se convierte en un éxito absoluto gracias a una nula resistencia por parte de la autoridad. Tristemente, este no es un suceso casual en la ciudad californiana. Más bien, todo lo contrario: San Francisco tiene, con diferencia, la tasa de delitos contra la propiedad más alta de entre las 20 ciudades más habitadas del país.

La estrecha historia de desamor entre San Francisco y el robo masivo se remonta a 2014, cuando el 60% de los californianos, a través de un referendum, votaron la 'Proposition 47', que reclasificó los robos no violentos en cualquiera de sus categorías como delitos menores, siempre y cuando el 'botín' fuese inferior a 950 dólares. Si a ello le sumamos una clara ineficacia policial y judicial, la sensación de 'barra libre' es absoluta: la propia policía de la 'Bay Area' afirma que solo el 3% de los hurtos cometidos van a juicio.

La pandemia ha creado la tormenta perfecta. La crisis del coronavirus ha convertido a California en el estado con mayor tasa de desempleo de Estados Unidos junto a su vecina Nevada. La situación del mercado laboral y la pobre persecución al ladrón han hecho que se haya creado un fuerte mercado negro, que se focaliza en San Francisco.

Esto afecta a muchos negocios, cuya economía ya estaba muy mermada por la crisis del coronavirus. Un ejemplo es Walgreens, cadena de farmacias: la compañía afirma que en sus tiendas de la ciudad se cuadriplica el número de robos respecto al resto de comercios del país. Esto, agravado por las pérdidas generadas durante 2020 por el coronavirus, les ha llevado a cerrar 17 establecimientos en lo que llevamos de año.

La pandemia ha creado la tormenta perfecta. La crisis del coronavirus ha convertido a California en el estado con mayor tasa de desempleo de Estados Unidos junto a su vecina Nevada

La negligencia con los ladrones en San Francisco les ha llevado a sofisticar (aunque no mucho) sus acciones. El pasado mes de noviembre vimos el resultado, con serios destrozos en el corazón de la ciudad. Según la policía, los malhechores preparan robos relámpago en redes sociales: ahí acuerdan sus objetivos y una fecha para entrar en masa a robarlos. En apenas dos minutos, con mazas y martillos, revientan los escaparates y se llevan todo lo que les cabe entre las manos.

Estas acciones han arrasado con decenas de tiendas, desde la española Zara hasta marcas de lujo como Louis Vuitton. Pasear por la zona implica, prácticamente, observar una ciudad con sus negocios en reconstrucción, con establecimientos que en lugar de escaparates cuentan con tapias que pretenden impedir otro robo. Según medios locales, la previsión es que esta escena vuelva a repetirse pronto, dado que estos golpes provocan un 'efecto llamada' a otros amantes de lo ajeno: el atraco a Louis Vuitton supuso pérdidas de alrededor de 100.000 dólares.

Ahora, estos locales están custodiados por policías armados. El motivo, según los medios locales, es que las propias empresas instruyen a sus trabajadores, sean miembros de seguridad o no, a no hacer nada en caso de robo. El ladrón podría ampararse en la ley si, en caso de forcejeo, resulta herido, denunciando a la tienda por causarle lesiones de distinto tipo. Es decir, que tratar de interceptar al caco no solo puede ser inútil a la hora de impedir sus actos, sino que puede implicar el pago de una indemnización. Aquí abajo tenemos un ejemplo de ello: la sensación de impotencia es máxima.

De una crisis puede nacer una oportunidad y esta ha sido aprovechada por otras empresas, que han aumentado su facturación. La compañías dedicadas a la cerrajería y a la seguridad han aumentado su demanda de forma exponencial. También las academias de artes marciales, ya que los ciudadanos de San Francisco buscan saber cómo defender su propiedad ante la sensación de desprotección que les ofrece la policía y la justicia. Según un reportaje de San Francisco Chronicle, hay academias que han duplicado su alumnado y todos ellos buscan una forma de protegerse.

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En el punto de mira se sitúa el progresista Chase Boudin, fiscal del distrito de San Francisco, al que se le señala por ser demasiado blando con los malos. En muchas ocasiones ha manifestado estar más a favor de la rehabilitación que del encarcelamiento severo, por lo que se han colocado pancartas en algunos establecimientos cerrados que rezan "este establecimiento ha sido cerrado" por él.

La presión es máxima, más aún cuando algunos grandes comercios se han quejado de manera pública. CVS, también una cadena farmacéutica, ha alertado que desde el inicio de la pandemia se han triplicado los robos en sus establecimientos de la ciudad y ello le supone unas pérdidas de 200 millones de dólares. Target, una franquicia multiproducto, ha limitado sus horas de apertura para reducir el impacto económico de los robos.

La criminalidad de San Francisco, en cifras

Con un golpe de vista a los datos ofrecidos por la policía de San Francisco basta para observar una preocupante realidad: el 62% de los delitos cometidos en la ciudad son hurtos menores, con un total de 28.008 robos. Además, la cifra ha aumentado mucho respecto a 2020: 4.000 sustracciones más, un 16,7% extra.

Si a ello le sumamos otros delitos relacionados, como el robo de coches, el asalto o aquellos que implican objetos de valor superior a 950 dólares, la cifra se dispara para convertirse en el principal problema de inseguridad de la ciudad: implica el 98% de los delitos cometidos, es decir, 44.555 de los 45.008 delitos registrados en 2021.

El robo con violencia ha crecido un 9,2% (de 2.032 casos a 2.219), lo que lleva implícita otra cifra que se cobra vidas: los homicidios han aumentado un 15,6%. Una tendencia que se lleva repitiendo desde 2014 y que desde 2017 se ha disparado de manera alarmante.

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