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Internacional

Rusia avanza en el Sahel, el eslabón entre el golfo de Guinea y el norte de África

Beatriz Mesa disecciona los motivos de la inseguridad que prevalece en el norte de Mali, nudo gordiano del Sahel y donde el Grupo Wagner es la punta de lanza de la presencia armada rusa en la región

Envío de equipo ruso para las Fuerzas Armadas de Mali. EFE / EPA / STR.

Rusia comparte una alianza con el régimen golpista de Mali que confía en extender a otros países del Sahel para convertirse en la potencia más influyente en esa estratégica e inestable región, eslabón geográfico entre el golfo de Guinea y el norte de África. Esa es la tesis de la académica y periodista española Beatriz Mesa, que en un libro de publicación reciente disecciona los motivos de la inseguridad que prevalece en el norte de Mali, nudo gordiano del Sahel y donde el conocido como Grupo Wagner es la punta de lanza de la presencia armada rusa en la región. Con intervenciones previas en conflictos como los de Ucrania, Siria y República Centroafricana, ese grupo de mercenarios está unido con fuertes vínculos al Kremlin y ha venido a sustituir a las tropas de París que permanecían destacadas desde hace una decena de años en Mali con el objetivo de garantizar la unidad de la excolonia francesa.

"La percepción en el Gobierno de Bamako es que Francia ya no era de fiar y había que apostar por nuevos socios",  explica Mesa en una entrevista con EFE en la que anota el fracaso que cosechó la estrategia del contingente galo de enfrentar entre si a los grupos independentistas tuareg y yihadistas que operan en el norte maliense. Junto al sentimiento anti-francés extendido en el pueblo y clase política local, ese fracaso explicaría el traslado en 2021 del cuartel general del contingente de París al vecino Níger, lo que dio vía libre a la penetración militar, política y diplomática rusa en Mali, sostiene la autora de Los grupos armados del Sahel, coeditado por La Catarata y Casa África.

Desplazar a otras potencias

El resultado para Malí ha sido su salida del llamado G-5 -que componía junto al resto de países sahelianos, Mauritania, Níger, Burkina Faso y Chad, con el objetivo de combatir las insurrecciones regionales-, y el  propósito para Moscú no sería otro que desplazar a las potencias también con intereses en la región: Estados Unidos, la Unión Europea y China.

"Rusia está utilizando las relaciones que estableció en la época de las independencias africanas en el siglo XX (durante la Guerra Fría) para reanudar los contactos con los países del continente. Su estrategia es intervenir en el Sahel para convertirse en la potencia más influyente en la región, y ha empezado por Mali", apunta la especialista.

Doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de Grenoble (Francia) y actual corresponsal de la COPE para el Magreb, Mesa subraya los programas de cooperación puestos en marcha por los ministerios de Defensa de Moscú y Bamako, que incluyen el intercambio de información y la instrucción por oficiales rusos de militares malienses. También el envió por Moscú de material bélico.

Según el Kremlin, el Ejército de Mali recibió la semana pasada un nuevo lote de armamento de Rusia compuesto por seis aviones de combate y helicópteros, y el presidente ruso, Vladímir Putin, prometió por teléfono al líder golpista maliense, coronel Assimi Goita, extender la ayuda militar a otros ámbitos, como el alimentario y el energético.

"Lo que ocurre con Mali es muy inspirador para Burkina Faso", precisa Mesa, en referencia al otro país del Sahel donde se han registrado recientes golpes militares y en el que también el yihadismo pone en jaque a las instituciones del Estado. Igual que en Mali, en Burkina se han producido manifestaciones en favor de Rusia por el conflicto en Ucrania.

El culto a las armas

El problema de fondo en la región, precisa la experta, es la transformación de los grupos armados que controlan parcelas de territorio, que surgieron con inspiración ideológica o religiosa para acabar convertidas en bandas criminales con la sola y única actividad de nutrirse de fondos con el narcotráfico, la inmigración clandestina y el secuestro de personas. Entre otros, Mesa cita el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (OSPC), Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), el Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (MNLA) y el Movimiento para la Unidad y la Yihad de África Occidental (MUYAO)).

El origen de esta proliferación de grupos guerrilleros se remonta a la guerra civil en Argelia en los años 90 y a la descomposición del Estado en Libia tras la muerte en 2011 del coronel Muamar Gadafi; "a partir de entonces la región se llenó de armas que traían los activistas huidos de esos países, y que se instalaron en el norte del Sahel", dice Mesa.

"Esos activistas tomaron el liderazgo de la yihad y se instauró una culto a las armas. Los países del Sahel son pobres y no pueden ofrecer nada a sus jóvenes. Un joven del norte de Malí o de Níger no se reconoce sin un arma. Un arma le permite ser alguien.  Y un arma es lo único que le permite lograr sus objetivos, a través de la violencia", subraya.

La autora advierte del peligro que conlleva esta perversión en los objetivos  e identidad de los grupos armados regionales. Y la amenaza que supone un posible efecto dominó. Si el origen de la inestabilidad con visos de crónica que azota la región procedió del norte de África, las consecuencias pueden trasladarse al golfo de Guinea, limítrofe por el sur con el Sahel.

Mesa recuerda la aparición de movimientos yihadistas en países como Benín, vecina meridional de Níger y Burkina Faso y cuyo Gobierno también se ha aproximado a Moscú en busca de garantías en términos de seguridad.

Alberto Masegosa

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