Incertidumbre. Este es quizá el sentimiento instalado en gran parte del planeta tras la toma de posesión del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. Oficialmente, el magnate ya es el inquilino del despacho con mayor poder del mundo, al que regresa tras un primer mandato (2017-2021) y con un agitado tablero geopolítico. El republicano puede optar por terminar algunas de las -no faltas de polémica- decisiones que emprendió en su primera andadura y lo puede hacer con un perfil más férreo o, por el contrario, con una postura más pacificadora.
Trump regresa este lunes a Washington tras una investidura que, por primera vez en décadas, se ha celebrado en el interior del Capitolio debido a la previsión de temperaturas mínimas de 12 grados bajo cero. La Explanada Nacional, que sirve de alfombra roja hacia las Cámaras estadounidenses, se veía vacía.
Mientras, el Capitolio se llenaba de personalidades y líderes mundiales afines al magnate y al Estadio Capital One acudían unas 20.000 personas para seguir el evento a través de enormes pantallas y donde, tras una decisión de última hora, el republicano ha optado por ofrecer un discurso el lugar de trasladarse a la Casa Blanca, como estaba previsto.
IMAGEN: Magnates en la toma de posesión de Donald Trump. EFE
También han acudido magnates de Silicon Valley, que coforman la nueva plutocracia que rodeará al republicano durante este nuevo mandato, con Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Suckerberg en primera fila. Además, todos los expresidentes vivos del país y sus esposasa han estado presentes, con la excepción de Michelle Obama, que ha declinado la invitación. La toma de posesión ha culminado con la firma de un centenar de órdenes ejecutivas para revertir las políticas de su predecesor, Joe Biden.
IMAGEN: Barack Obama en la toma de posesión de Donald Trump. EFE
La toma de posesión ha seguido el curso establecido, y teniendo en cuenta de que se trata de Trump, también es una novedad. En el anterior mandato, tras perder las elecciones presidenciales de 2020 frente al demócrata, el mandatario se negó a reunirse con el vencedor en la Casa Blanca antes de la investidura. Tampoco quiso acompañar, como ocurre de forma tradicional, al entonces presidente electo, e intentó revertir los resultados de los comicios, restándoles la credibilidad delante de los medios.
En este caso, parece que el magnate opta, de momento, por un perfil más moderado, al menos respecto a la transición. Ha prometido un cambio ordenado, acompañado por Melania Trump ha sido recibido en la Casa Blanca por Joe y Jill Biden y, juntos en el coche oficial, han acudido al Capitolio. Algo impensable hace semanas.
Eso sí, ha mostrado un semblante más pacífico, pero solo en las formas, ya que su primer discurso como nuevo presidente ha sido una absoluta declaración de intenciones, con duras críticas a sus predecesores en el cargo y, con ellos, sentados justo detrás. Eso sí, vestía con una corbata en tonos lilas, simbología empleada anteriormente por algunas primeras damas para mostrar la unidad del color rojo y azul, del Partido Republicano y Demócrata, respectivamente.
IMAGEN: Joe Biden y Donald Trump. EFE
IMAGEN: Joe Biden y Kamala Harris en la toma de posesión de Donald Trump. EFE
"Seremos la envidia de todas las naciones", dice Donald Trump
El líder republicano regresa al Despacho Oval con una victoria incontestable y con la mirada puesta en la Unión Europea, la guerra en Ucrania, el conflicto en Oriente Próximo, así como en las controvertidas relaciones con Latinoamérica y con Asia. Y su discurso no ha dejado indiferente a ningún asistente o espectador. Su intervención ha durado unos 30 minutos, frente a los 17 con los que contó el de hace ocho años.
Un discurso repleto de promesas y anuncios de los que ya había informado pero que ha ratificado en su primeras palabras como nuevo inquilino del Despacho Oval. Trump ha dicho que firmará órdenes ejecutivas para regular la inmigración o para limitar los derechos LGTBIQ+ y eliminar medidas medioambientales. Así como renombrar el Golfo de México o tomar el control del Canal de Panamá, acorde con su política expansionista.
El magnate llega a Washington con muchas promesas bajo el brazo, pero siendo el primer expresidente del país en tener historial criminal.
El recién proclamado presidente promete una "época dorada" y el fin del "declive de Estados Unidos". Trump ha prometido que va a "aumentar la riqueza" del país, afirmando que "va a florecer " y "va a volver a ser respetado en todo el mundo". "Seremos la envidia de todas las naciones y no vamos a permitir que se aprovechen de nosotros", ha dicho ante un Capitolio repleto. "Pronto EEUU será mas grande, más fuerte y mucho más excepcional, más que nunca antes", ha espetado.
Muchas promesas bajo el brazo
El magnate llega a Washington con muchas promesas bajo el brazo, pero siendo el primer expresidente del país en tener historial criminal y siendo declarado culpable de un delito penal por parte del jurado. También vuelve a dirigir la primera potencia mundial como un icono, la representación de la población hastiada, cansada y descontenta con un Partido Demócrata que no le ha solucionado nada.
El presidente regresa con el respaldo de los cristianos, con la religión como baza, jurando ante la Bilbia -aunque curiosamente sin posar su mano encima- y como el gran renacimiento, como si de un ave fénix se tratase para sus seguidores. Trump ha recordado el intento de asesinato ocurrido en Pensilvania, donde "una bala se quedó cerca" de su cabeza. "Ahora creo aún más, que mi vida la preservo por una razón: que Dios me ha permitido volver para hacer de EEUU un país grande de nuevo", ha dicho.
Trump regresa al Despacho Oval con sus bailes, dialéctica y comportamientos cuestionables y con mucho -mucho- poder. En definitiva, regresa a Washington la promesa del 'sueño americano'.
IMAGEN: Vista del Capitolio de EEUU el día de la investidura de Donald Trump. EFE