Salvar su cabeza aceptando una suspensión de la reforma de las pensiones, para evitar la moción de censura de los socialistas. Es así como el primer ministro, François Bayrou, piensa esquivar la suerte que sufrió su predecesor, Michel Barnier.
El jefe del Ejecutivo presenta este martes ante la Asamblea su programa de gobierno, que cuenta ya con el voto negativo de La Francia Insumisa, de Jean-Luc Melenchón. Desde su nombramiento y la formación de su gabinete, apenas hace un mes, el empeño del centrista y aliado incondicional del presidente Emmanuel Macron, ha ido dirigido a desgajar del llamado Nuevo Frente Popular a socialistas, ecologistas y comunistas, consciente de que los melenchonistas ya le había jurado decapitación sin ni siquiera conocer sus planes.
Para atraer a los tres grupos de izquierda –y especialmente a los socialistas– Bayrou y su ministro de Finanzas, Eric Lombard, parecen haber cedido a las peticiones para “suspender” la madre de todas las reformas del segundo mandato de Macron, y darse un tiempo para “mejorarla”. Por su puesto, tanto el PSF, como el PCF y los “verdes” no renuncian a abrogarla en el futuro, pero si el gobierno llega vivo al verano y se convocan nuevas elecciones legislativas, cada partido será ya libre para exponer sus programas respectivos sin restricciones.
Si, efectivamente, François Bayrou se pliega a la exigencia número uno de la izquierda no melenchonista, nadie duda que contará con el “nihil obstat” de Macron, que ya encontrará entre sus comunicadores la fórmula para explicar la paralización de una de sus reformas prioritarias.
Lo que parece más complicado es convencer a todo el bloque macronista, que no solo se dejó las plumas en defensa de la reforma en las recientes batallas electorales, sino que tuvo que recurrir a su aprobación mediante el artículo 49.3 de la Constitución, que permite aprobar una ley sin pasar por el voto parlamentario. Será interesante conocer la postura de la hoy número dos del gobierno, Élisabeth Borne, artífice de esa triquiñuela constitucional cuando ejercía como jefe de gobierno, hace solo unos meses, y que le valió la inquina eterna de todas las izquierdas e, in fine, a su destitución por orden del Elíseo.
El propio Melenchón y sus adláteres han agotado las descalificaciones y adjetivos contra sus hasta ahora aliados, especialmente contra los socialistas.
También será un trago difícil para el predecesor de Barnier al frente del gobierno, Gabriel Attal, hoy jefe del partido macronista “Renacimineto” y presidente del grupo parlamentario centrista-macronista, Juntos por la República (ERP en su acrónimo francés). Attal, que no oculta su ambición de presentarse a las presidenciales, fue otro de los acérrimos defensores de la reforma de las pensiones que aumentó de 62 a 64 años la edad oficial para jubilarse.
“Capitulación”, para la derecha
Para la derecha tradicional, la renuncia temporal a la reforma sería un “casus belli” y uno de sus líderes, Laurent Waiquiez, ya ha anunciado que los actuales ministros de Los Republicanos, hoy Derecha Republicana, abandonarán el gobierno, aunque no votarán la censura a Bayrou. Una opinión que no será fácilmente compartida por algunos de esos miembros del gabinete, como el responsable de Interior, Bruno Retailleau, sin duda la figura más rutilante del gobierno, defensor de la firmeza en cuestiones de inmigración e inseguridad y, por supuesto, también eventual candidato a las futuras presidenciales.
Salvar al soldado Bayrou (y a Macron) tiene un precio. Ese precio es, para él y sus apoyos, menos costoso que sufrir una nueva moción de censura que dejaría a Francia de nuevo sin gobierno, alargando una agonía política desde la incomprensible disolución decretada por Emmanuel Macron el 9 de junio pasado. Los defensores de concesiones a los socialistas sostienen que los prestamistas internacionales, las agencias de notación y la Unión Europea prefieren una Francia gobernable, a la prolongación de la inestabilidad, aunque sea a cambio de aumentar la deuda y los déficits.
Con una deuda de 3,22 billones de euros y un déficit estimado de más un 5,5% para 2025, el responsable de Finanzas, Eric Lombard, ha sido el negociador en jefe con socialistas, ecologistas y comunistas. Con un bagaje ideológico cultivado en la izquierda reformista, Lombard se convirtió después en un tecnócrata y banquero de éxito, pero sigue asegurando que es de izquierda. Cuando se le pregunta si es él el responsable de la ruptura entre Melenchón y el resto de la izquierda, responde: “No soy yo el que está rompiendo el Nuevo Frente Popular”, son los partidos que se separan de La Francia Insumisa”.
IMAGEN: François Bayrou y Emmanuel Macron. EFE
Los medios que defienden la voz del empresariado y las finanzas francesas hablan ya de “capitulación” y advierten que socialistas, ecologistas y verdes no se conformarán con la suspensión de la reforma de las pensiones y exigirán el aumento de los impuestos a empresas y “ricos”, entre otras medidas; denuncian, también, la factura que esa renuncia significará para unas cuentas estatales ya en números más que rojos.
Izquierda de gobierno vs “izquierda de la nada”
Si la ruptura entre las diferentes izquierdas se cristaliza esta semana, François Bayrou podría haber asegurado al PSF, PCF y a Europa, Ecología, Los Verdes (EELV) una reforma del sistema electoral que aplique una parte de proporcional, lo que ayudaría a esas tres formaciones a obtener una mayor independencia e, incluso, el fin de la tutela de Melenchón sobre la izquierda.
El propio Melenchón y sus adláteres han agotado las descalificaciones y adjetivos contra sus hasta ahora aliados, especialmente contra los socialistas. El caudillo insumiso acusó al PSF de “venderse por un plato de lentejas”. Olivier Faure, jefe del PSF, le respondió acusándole de haber roto su alianza por su “intransigencia y obsesión presidencial”. Faure insistió en la postura obcecada de Melenchón: “La izquierda del todo o nada, es hoy la izquierda de la nada”.
MCG2023
13/01/2025 21:43
Es básico si quiere continuar en la Presidencia que no se enfrente, con proyectos como el congelas las pensiones contributivas, si tiene una oposición mayoritaria den el Parlamento (cuando se oponen tanto la izquierda como la derecha de Le Pen). Es sorprendente que el Presidente francés anterior decidiese no escuchar a la mayoría.