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Internacional

La heredera del golpismo que quiere ser Dios

La candidata a la presidencia de Perú, Keiko Fujimori.

“Desde tiempos del virreinato, cuando elegimos un presidente elegimos a Dios”. En estos términos se expresaba este martes en Madrid el exministro de Exteriores de Perú hasta 2013 y ahora embajador en España, Rafael Roncagliolo, durante el desayuno informativo de Executive Forum cuando se le preguntaba por el mandato del actual presidente del país, Ollanta Humala. Ese peso que, según el embajador, supone que los peruanos confían en que el mandatario “resuelva todos los problemas”, hace que cuando éste abandona a los hombres es visto como un traidor, tal y como ahora abandona su cargo el presidente Humala, que puede ser sustituido por su antigua rival y vencedora de la primera vuelta de las elecciones peruanas del pasado domingo, Keiko Fujimori.

Y es que a ese olimpo en los Andes, por el que ya paseó a una edad a la que muchos aún no han pisado una universidad, aspira la hija del expresidente peruano, Alberto Fujimori –de quien fue primera dama durante casi seis años-. Su padre cumple una condena de 25 años de prisión por corrupción y vulneración masiva de los derechos humanos, y además figura en la historia negra del país por el triste episodio del 5 de abril de 1992, cuando dio un autogolpe en el que acabó con el Congreso de la República, se intervino el Poder Judicial y se persiguió a los miembros de la oposición. El pasado domingo, Keiko rozó el 40% de los apoyos, volviendo así a pasar a una segunda vuelta de las presidenciales peruanas, después de haber perdido las de 2011 contra Humala.

Vargas Llosa criticó que "hay toda una leyenda de que Fujimori acabó con el terrorismo y trajo prosperidad a Perú"

La heredera de este legado lucha hoy contra la inercia del archiconocido aforismo del filósofo español George Santayana: “Aquellos que no conocen su historia están condenados a repetirla”. Pero esta guerra interna con el pasado que la oposición dice que quiere reeditar tiene un problema: gran parte de su rédito electoral está en aquello que este lunes el premio Nobel peruano y antiguo rival electoral de Alberto Fujimori, Mario Vargas Llosa, denominó “leyenda”: "Hay toda una leyenda de que Fujimori acabó con el terrorismo y trajo prosperidad a Perú", y añadió que "Fujimori practicó un terrorismo de Estado contra el terrorismo de Sendero Luminoso –el grupo terrorista que acabó con la vida de 69.000 personas entre 1980 y 2000- y del movimiento Túpac Amaru, que llenó de sangre y de cadáveres el país", criticó el escritor.

“Las política no se heredan”, dijo Roncagliolo este martes en Madrid, en unas palabras que chocan con las de Vargas Llosa, que el día anterior alegó que si Fujimori gana las elecciones “la dictadura será legitimada”. No es el único. Ya en 2011 el voto se aglutinó en torno a Ollanta Humala, que batió a la ex primera dama con un 51,4% frente al 48,5%. Fujimori no desea que su pasado vuelva a impedirle alcanzar la presidencia y por ello ha tomado distancias con su padre: ha firmado un documento titulado Compromiso de Honor con el Perú en el que asegura que sabe “mirar la historia de mi país. Sé qué capítulos se deben repetir y tengo muy claro cuáles no”, por lo que promete a respetar el orden democrático, los derechos humanos, la libertad de expresión y de prensa, así como a luchar contra la corrupción –ella misma ha sido acusada de usar dinero robado para pagar sus estudios – o “reparar a las víctimas de la violencia, así como a las mujeres afectadas por el programa de salud reproductiva”, un plan impulsado por su padre entre los años 1996 y 2000 que acumula más de 2.000 denuncias y unas cifras pendientes de confirmación de más de 300.000 mujeres y hombres esterilizados. “Nunca más un 05 de Abril”, recoge el último de sus puntos, reflejando como Fujimori quiere huir de la leyenda negra de Fujimori.

De primera dama a candidata a la presidencia

Pero Keiko no es una ajena al Gobierno de su padre. Fue su primera dama a los 19 años después de que su padre se divorciara de su madre, Susana Higuchi, que denunció haber sido víctima de torturas por parte de las fuerzas de seguridad del Estado tras acusar a su marido y a la hermana de éste de robar las donaciones japonesas para niños del Perú. Con la familia rota y el poder abierto en canal, en 1994 y contra su voluntad, según ella misma definió, se convirtió en primera dama de un Gobierno que llegó a definir como “el mejor de la historia en Perú”. Cuando todo se hundió y su padre dimitía por fax desde Japón, la primera dama se quedaba en el país haciendo frente a las acusaciones, lo que le valió cierto respeto por parte de la oposición.

Actualmente en el país solo hay dos 'partidos políticos': el fujimorismo y el antifujmorismo

Su matrimonio y sus dos hijas, la reconciliación con su madre y la vuelta a la política ocuparon los años inmediatos al fin de la dictadura. Aupándose en la cresta de la ola de la historia de los ‘méritos’ de su progenitor y huyendo de los puntos negros. Fujimori ha heredado además ese discurso populista, con una mano dura de hierro contra el crimen, algo que le hace recabar una multitud de apoyos. Cuando algún candidato le recuerda su tiempo como primera dama de la dictadura, Fujimori se limita a citar su experiencia actual y a hacer bandera del apoyo del pueblo peruano como ejemplo de que no es lo que le acusan ser.

Pero ese pueblo al que cita la hija del expresidente en prisión está completamente dividido. Actualmente, tal y como relataban diversos periodistas peruanos, en la práctica en el país solo hay dos partidos: el fujimorismo y el antifujimorismo. De esta forma, el próximo 5 de junio de 2016, los peruanos tendrán que elegir entre Keiko y Pablo Kuczynski, candidato de la derecha moderada. Las aspiraciones de Fujimori están directamente relacionadas con la capacidad de Kuczynski para aglutinar al voto antifujimorista y el voto de izquierda, que ve como tras el Gobierno de Humala, un socialista de corte liberal, su representación se ha visto mermada. 

En 1948, cuando el poeta peruano Martín Adán se enteró de cómo el general Manuel A. Odría había dado un golpe de Estado, pronunció unas palabras que se han convertido en proféticas para las nuevas generaciones: “Perú ha vuelto a la normalidad”. Hoy, 68 años después, tras otro golpe de Estado y tres legislaturas democráticas –por primera vez en la historia de Perú habrá cuatro presidentes seguidos sin un golpe de Estado-, el país se enfrenta a unos nuevos comicios para elegir a su nuevo “Dios”, una persona que lo resuelva todo y que no los devuelva a la ‘normalidad’.

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