Internacional

Los diarios secretos del último gran capo de la Mafia

Un conglomerado monolítico -escrito en una caligrafía clara, ordenada y legible- al que ha tenido acceso el periódico la Repubblica, y que ahora ve la luz

  • Matteo Messina Denaro

“Recuerda que, pase lo que pase, tú debes ser un gigante ante el dolor. ¿Un gigante lloraría frente a esta gente? Eres una niña singular, por lo tanto, no llores como una campesina porque no eres la pequeña cerillera. Eres Lorenza, mi hija”, firmado en enero de 2014.

Este ha sido uno de los múltiples apuntes, pensamientos y reflexiones que el mafioso Matteo Messina Denaro recogió en trece años de memorias (2003-2016). Un conglomerado monolítico -escrito en una caligrafía clara, ordenada y legible- al que ha tenido acceso el periódico la Repubblica, y que ahora ve la luz gracias a la publicación del libro I diari del boss (Rizzoli), escrito por el periodista Lirio Abbate.

Aunque aparentemente inconexos, los mensajes sí parecen mostrar un hilo conductor: el monólogo infinito destinado a su hija Lorenza. Es el punto fuerte de estos diarios, descubiertos durante la perquisición efectuada tras el arresto de este fugitivo hace dos años. Un lado íntimo, en definitiva, del que fuera uno de los “padrinos corleoneses más importantes de la historia de la Cosa Nostra”. Son las palabras del propio autor que publica esta trama, quizás con una sucinta retórica sazonada con más artificiosidad que sustancia.

Porque sí. El tema de la mafia, en Italia, es nauseabundo, destila podredumbre y, además, se usa de forma arbitraria en ocasiones. A veces, incluso, se banaliza tanto que no se sabe muy bien qué es, mucho menos donde termina y cuándo la indómita araña ha comenzado a tejer. De Messina Denaro -falleció con 61 años, meses después de su captura- presuponíamos por ejemplo su faceta de desertor maquiavélico. Un tránsfuga que durante treinta años había orquestado y urdido matanzas y atentados, quizás en connivencia con el propio estado. Tras el libro, de u Siccu, boss de Castelvetrano, se desvela un lado narcisista, machista y atávico, una especie de macho alfa. Se dice de todo, pero no se cuenta prácticamente nada.

“La versión oficial nos lo ha vendido siempre como un capo de Cosa Nostra, pero nunca lo fue. Llevaba décadas sin ser invitado a las reuniones que organizaba esta organización criminal. ¿Sabes por qué? Porque iba a su aire y trataba de cuidar, proteger su condición de prófugo. Era, en vida, el mafioso moribundo de una mano negra que había muerto hace años. Eso ya no era mafia. Tampoco lo que nos muestran los procesos, las investigaciones…”. Así de contundente se muestra Attilio Bolzoni, una vida entera dedicándose al crimen organizado en el país de la bota. Hoy reportero del diario Domani. Látigo feroz, además, de estos escritos peregrinos de Messina Denaro (dos cuadernos ilustrados con cuadros de Van Gogh) publicados en Italia recientemente.

Con más guarnición que carne, en ellos aparece un uomo d’onore proceloso y compungido, altanero y crepuscular, cínico y manipulador. Atormentado, pues, ante la pésima relación con una hija que no veía desde hacía casi treinta años, y que reconoció como suya pocas semanas antes de morir. “La gente común jamás pudo acabar conmigo. Se necesitaba un estado entero, que no tuve miedo a retar. Recuérdalo para entender quién era tu padre”.

La mafia hoy

Son muchas las conclusiones que pueden sustraerse de los exclusivos diarios de Matteo Messina Denaro, un patriarca agasajado de mujeres envuelto en un manto primitivo lleno de omertà y silencios. De claroscuros y lazos de sangre. “Solo yo podía contarle mi vida (a Lorenza), porque solo yo la conozco tal cual es. Desnuda y sin ambages. El resto de personas han abusado hablando de mí. Yo he conocido la amistad verdadera, el orgullo, el cariño, el respeto y el honor”, anotaba en esa catedral de escritura irregular, durante años en estado de barbecho, como la tierra yerma. Hoy aglutinada en un libro sacro.

“Eso no es mafia. Desde hace tiempo, la mafia ha vuelto a ser mafia. Poder absoluto, discreto y silencioso, como en los setenta y ochenta. Ya no se manifiesta exteriormente con la violencia. Corrompe, tiene vínculos con la política. Controla contratos de adquisiciones, ha vuelto a jugar con la droga… Busca solo el poder. Su silencio hace que no sea reconocida por el estado italiano, que siempre la relacionan con temas de orden público y seguridad. Se equivocan, porque al no encontrar muertos por la calle piensan que ya no está”. Con esta dicotomía, Bolzoni, iracundo, no hace sino subrayar los motivos por los que la malavita resiste enraizada en el país desde hace tres siglos. Siempre sacudiendo conciencias, creando prosélitos y azuzando los ánimos mientras iza banderas de todos los colores y disfraces. “Saben cuándo tienen que distraernos con lo superfluo. De Messina Denaro nos dijeron que usaba viagra, tenía imanes de El Padrino en el frigorífico, las amantes, los selfis con el médico que le operó, los diarios secretos que en realidad nada tienen de secreto… Pero no sabemos lo más importante: ¿quién le protegió durante treinta años?”, espeta quien escribiera a principios de los noventa la biografía de Totò Riina, il capo dei capi.

“Insisto con lo de los diarios. Estas noticias se filtran parar cubrir la ineficacia de una máquina investigativa que le ocultó. Para estar treinta años así debe tener protección horizontal (médicos, asistentes…) y vertical, pero esta última nunca las sabremos. Desde Riina, Cosa Nostra no tuvo más jefes formales. Ni siquiera Bernardo Provenzano. De hecho, e las interceptaciones de Riina, desde la cárcel, se le escuchaba hablar mal de Messina Denaro, siempre más interesado al dinero que al cuidado de la organización. En definitiva, los tres mafiosos -fugitivos durante décadas- fueron siempre protegidos por algo o alguien que jamás conoceremos… Tampoco quién mató a Mattarella, Falcone, Borsellino o el oficial de los carabinieri Alberto Dalla Chiesa”, concluye el autor Attilio Bolzoni.

Italia, en este ámbito, sigue huyendo hacia adelante. Llueve mucho, y no lleva paraguas. No es la única, pero sí es singular su estilo en el caminar mojándose: si bien la relación entre el estado y el crimen está en todas partes, la diferencia entre Italia y otros lugares de Europa es que en el belpaese la mafia tiene la ambición de ser clase dirigente. El ojo de la pirámide que todo lo ve. Es el motivo por el que el paisaje queda tan ambiguo y difícil de descifrar después. Porque todo se mezcla, se edulcora con corbata y ritmos neo melódicos… Se condimenta con financias, masonería, cítricos y gallinas. La vista, después, se nubla porque resta persuadida por la estética. “Acuérdate cuando te mandé vestidos, bañadores, unos pantalones blancos y una camiseta estilo marinerito. También había un foulard Bulgari. Tenías casi diez años, y ya eras un mito para mí. Yo, que nunca tuve mitos y jamás los tendré”, firmado el 20 de mayo de 2006, cuarenta días después del arresto de Bernardo Provenzano.

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