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Internacional

Geert Wilders, el Trump holandés que pone a Europa frente a sus miedos

El líder del Partido por la Libertad en Holanda, Geert Wilders, el 08/03/2017 en Breda, Holanda.

A Holanda le va muy bien. La economía está en auge, el desempleo está bajando. En la clasificación de los países más felices del mundo, Holanda siempre ocupa uno de los diez primeros lugares. Sin embargo, justamente en este pequeño país de Europa Occidental, el descontento y el malestar pueden imponerse en las elecciones parlamentarias que se celebrarán el 15 de marzo.

Los holandeses se hallan ante una difícil decisión. El populista de derechas Geert Wilders va viento en popa en los sondeos con sus proclamas políticas llenas de odio al islam y a la Unión Europea (UE). Wilders, líder del Partido por la Libertad (PVV), quiere prohibir el Corán y cerrar las mezquitas en su país. A los marroquíes los ha calificado como "chusma". Está en pie de guerra con los medios de comunicación, casi de la misma forma que su gran modelo, el presidente estadounidense Donald Trump. Y al igual que el nuevo inquilino de la Casa Blanca, a Wilders le encanta difundir sus ideas por Twitter.

Mayoría imposible

En realidad, no debería haber mucho motivo para preocuparse: está descartado que Wilders, de 53 años, pueda conquistar una mayoría absoluta y también es seguro que no se va a convertir en el nuevo primer ministro de los Países Bajos. Para formar una coalición de Gobierno estable es necesario el apoyo de al menos cuatro partidos y casi todas las formaciones han descartado una cooperación con el PVV.

Aun así, un éxito de Wilders sería un mal augurio para Europa que podría dar un impulso a formaciones populistas de derecha en otros países. Y eso es exactamente lo que quiere Wilders.

Para todos los que defienden la Europa comunitaria, el escenario más terrible sería una victoria de Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, en las elecciones presidenciales que comenzarán en abril en Francia. A su vez, en Alemania, los partidos establecidos están temblando ante el avance del partido populista xenófobo Alternativa para Alemania (AfD).

En las encuestas más recientes, la popularidad de Wilders ha bajado en beneficio del actual primer ministro, el liberal-conservador Mark Rutte. Sin embargo, cabe cuestionar la fiabilidad de los sondeos, porque pocos días antes de que se abran las urnas, las tres cuartas partes de los electores aún no saben qué casilla marcar en las papeletas. Son los denominados "votantes flotantes".

Pocas veces ha estado tanto en juego en unos comicios en Holanda y pocas veces han ocurrido tan pocas cosas como ahora en una campaña electoral, según coinciden los comentaristas. No hay un gran tema en la campaña. A veces se discute sobre la edad de jubilación, otras veces sobre los gastos destinados al sistema de salud, y poco más.

Sin presencia en los medios

Y para mayor sorpresa, el gran protagonista de la contienda electoral está ausente. El político con su característico peinado teñido de rubio platino apenas ha aparecido públicamente durante la campaña electoral, simplemente porque no ha tenido ganas, como él mismo explica. Solo durante los dos últimos días antes de las elecciones quiere salir a la palestra. Según los analistas, Wilders cuenta con que sus simpatizantes siempre votarán por él en señal de protesta. Hasta el momento no ha habido un duelo entre Wilders y el primer ministro Rutte, a pesar de que el líder populista había centrado su estrategia en presentarse como alternativa de la derecha.

Rutte sabe que un éxito de Wilders hipotecaría gravemente al futuro Gobierno. En Holanda existe una clara preferencia por la formación de gobiernos basados en un consenso o en el mayor respaldo parlamentario posible. No pocos políticos ya se sienten incómodos ante la posibilidad de que quizás el 20 por ciento de los electores no estuviera representado en el Gobierno.

Influencia en un discurso más duro

Por esto, no carece de fundamento el temor de la Comisión Europea en Bruselas a que Holanda pudiera escorarse hacia el grupo de países euroescépticos, aun cuando Wilders tenga que ocupar nuevamente su escaño en las filas opositoras.

Durante los 14 años que lleva en el escenario político holandés, Wilders ha dejado sus huellas, por ejemplo en la introducción de normas de integración más severas o en los acentos claramente más nacionalistas en el discurso político. Cuando Wilders lanzó su eslogan "Holanda debe volver a ser para nosotros", Rutte no tardó en advertir a los inmigrantes: "¡Compórtense de forma normal o lárguense!".

Los demócrata cristianos quieren obligar a todos los niños a aprender de memoria el himno nacional holandés e incluso los socialdemócratas concurren a estos comicios con un "patriotismo progresista".

El paisaje político de los Países Bajos en vísperas de las elecciones está muy fragmentado. Faltan las fuerzas cohesivas. En los comicios del 15 de marzo participan 28 partidos, que representan a todo el abanico de la sociedad holandesa, desde amantes de los animales hasta los migrantes y los empresarios pasando por los pensionistas y los cristianos de derecha o de izquierda. "Es el síntoma de una sociedad dividida que se está desintegrando", advierte el historiador René Cuperus.

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