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Internacional

El 'ensanchamiento' del Canal de la Mancha y el nuevo eje anglosajón

Boris Johnson y Donald Trump en la Asamblea General de Naciones Unidas

2020 va a ser el año del Brexit y de Donald Trump. Prácticamente los mismos protagonistas que el año pasado, pero con dos diferencias importantes: la salida de Reino Unido de la UE, esta vez sí, parece que se va a consumar; y el presidente de los Estados Unidos tendrá que enfrentarse a las urnas para buscar la reelección en unos comicios presidenciales donde la clave va a estar en el candidato demócrata que le haga frente. 

Si el Brexit se lleva a cabo sin un cambio de poder en Londres y Trump es reelegido, podría formarse un nuevo eje de poder anglosajón que uniría, a través del Atlántico, a dos de las principales potencias económicas y políticas mundiales. El mandatario estadounidense ya ha dicho en varias ocasiones que quiere cerrar un acuerdo comercial importante con el Reino Unido cuando este se desligue de Bruselas.  

Sin embargo, las elecciones presidenciales en EEUU no tendrán lugar hasta noviembre. Mientras tanto, el líder republicano debe superar un proceso de impeachment en el que se le acusa de abuso de poder y obstrucción al Congreso. La mayoría republicana en el Senado hará complicado que los demócratas logren la destitución de Trump, y este podría aprovechar el apoyo de la Cámara Alta para tomar impulso e iniciar una larga precampaña frente al Partido Demócrata en bloque. Además, el magnate es un experto en marcar la agenda mediática, esquivando o minimizando los escándalos que le rodean. 

Los tres candidatos demócratas que lideran las encuestas son, respectivamente, el exvicepresidente Joe Biden, el senador Bernie Sanders, la también senadora Elisabeth Warren y el alcalde de South Bend, Pete Buttigieg. Pero a finales de noviembre anunció su candidatura Michael Bloomberg, multimillonario y exalcalde de Nueva York, que se presentó más tarde que los demás para intentar romper el tablero. Al igual que ocurrió en las primarias demócratas previas a la elección de Trump, la izquierda estadounidense se debate entre revolución y reforma. Los más radicales en sus medidas económicas son Sanders y Warren, mientras que Biden, Bloomberg y Buttigieg representan una opción más centrista y moderada.

De izquierda a derecha, Bernie Sanders, Joe Biden, Elizabeth Warren y Pete Buttigieg

Los resultados de las elecciones en el Reino Unido no han pasado inadvertidos en el Partido Demócrata estadounidense. Al otro lado del Atlántico, el candidato laborista Jeremy Corbyn, con un programa de medidas marcadamente izquierdistas, sufrió una severa derrota frente al populista Johnson, algo que ha sido interpretado por algunos sectores como un mensaje de que los demócratas deben apostar por la vía moderada. Sin embargo, en las anteriores presidenciales estadounidenses el populista Trump ya ganó de forma inesperada frente a la candidata del establishment, Hillary Clinton. El debate está servido.

Ahora sí, Brexit 

En el largo y tedioso proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea, casi nada ha salido según lo previsto. Empezando por el propio referéndum de 2016, cuando parecía clara la victoria del remain (permanecer en el bloque comunitario). Tras lograr el difícil consenso entre los 28 países para redactar un acuerdo de salida, el Parlamento británico impuso un bloqueo que costó el puesto a la ex primera ministra Theresa May y llevó al país al borde del Brexit duro.

Boris Johnson, un premier más eurófobo y populista que su predecesora, logró volver a abrir el melón del acuerdo en la UE para cambiar puntos del mismo que no convencían a un sector criticó del Partido Conservador. Su victoria en las elecciones desbloqueó el acuerdo en la Cámara de los Comunes, desactivó al Partido Laborista y encendió la llama nacionalista en Escocia e Irlanda del Norte, que seguramente darán más de un dolor de cabeza al líder tory tras el Brexit.

Manifestación independentista en Escocia, 2019

La fecha definitiva, el 31 de enero. Ese día, jurídicamente, el Reino Unido dejara de formar parte de la Unión Europea. Durante once meses a partir de entonces, lo que durará el conocido como periodo de transición, el Reino Unido y la UE deberán negociar su futura relación, especialmente el comercio y las fronteras. Si dicho periodo concluye sin acuerdo, hay riesgo de que finalmente se produzca el Brexit duro.

La negociación con el Reino Unido centrará buena parte del debate de una UE amenazada por una posible recesión económica. Si la ruptura entre ambas partes resulta ser beneficiosa para Reino Unido y la economía europea vuelve a números de crecimiento negativo, esto podría alimentar los discursos euroescépticos y desencadenar más procesos terminados en -exit

Guerra económica

La guerra económica entre EEUU y China entró en diciembre del año pasado en una nueva fase: las dos superpotencias alcanzaron un principio de acuerdo para solucionar la disputa comercial.

Los siguientes pasos de la administración Trump van a estar muy marcados por la campaña electoral. Al mandatario estadounidense podría beneficiarle una fotografía en la que apareciese firmado un acuerdo con su homólogo chino, Xi Jinping. De esta manera, podría reforzar la imagen de buen gestor económico que tanto se ha esforzado en construir.

Febrero será un mes clave para las negociaciones entre ambos países, en caso de que para entonces no se haya firmado ya un acuerdo de máximos. En dicho mes termina la moratoria que decretó Trump para que el fabricante de móviles chino Huawei pueda hacer negocios con empresas estadounidenses. El futuro del veto a Huawei podría marcar las relaciones entre ambos países, a la espera de lo que ocurra si finalmente se produce un cambio de inquilino en la Casa Blanca.

Libia, la nueva Siria

El conflicto bélico en Siria prácticamente ha terminado. Los grupos rebeldes y yihadistas van a perder próximamente su último bastión, la región de Idlib, a manos de las fuerzas gubernamentales de Bashar al-Assad, que ya han comenzado su ofensiva tras recuperar las principales regiones del país y lograr una victoria que parecía muy poco probable antes de la intervención rusa.

Los países por los que más se está extendiendo la influencia de ISIS y otros grupos islamistas radicales son los situados en el norte de África y el Sahel. Y entre ellos destaca uno: Libia. La inestabilidad, el yihadismo y la guerra proxy (donde las potencias regionales intervienen a través de terceros para defender sus intereses) que desde 2011 ha arrasado Siria no han cesado aún en el país antaño dirigido por Muamar Gadafi. La intervención occidental desató una guerra tribal que con el paso de los años se ha convertido en un conflicto entre dos bandos apoyados por diferentes potencias y organismos. Por un lado está el Gobierno reconocido por la ONU y por el otro lado los ejércitos dirigidos por el mariscal Jalifa Haftar, respaldado por Rusia y Emiratos Árabes Unidos, entre otros.

Otra de las similitudes de este conflicto con Siria es su cercanía a Europa y el flujo de inmigrantes que está provocando, en este caso a través del Mediterráneo. Durante este año, los países europeos deberán hacer frente a una nueva crisis migratoria debido al gran número de personas que quieren huir del país africano.

Operación de rescate de inmigrantes en el Mediterráneo

La inestabilidad en África es el caldo de cultivo perfecto para el crecimiento y la expansión de los grupos islamistas, al igual que ocurrió en Siria e Irak. Los grupos terroristas como ISIS, al Qaeda, Al-Shabbaab y Boko Haram van a suponer un gran desafío para los países en los que operan. Probablemente África va a ser el próximo año la región en la que más crezca la influencia de los grupos terroristas.

La seguridad va a ser también un tema de debate fundamental en Europa, como ya lo ha sido en los últimos años, especialmente a raíz de los atentados terroristas que han sacudido el Viejo Continente sembrando centenares de víctimas mortales. El trabajo de las fuerzas de seguridad y de los servicios de inteligencia será clave para desmantelar los intentos de ataques yihadistas por parte de lobos solitarios o células de ISIS. 

Desafíos nucleares y ciberataques

La relación entre Corea del Norte y Estados Unidos alcanzó su mejor momento en julio del año pasado, cuando Trump y Kim Jong-un se dieron la mano en suelo norcoreano. Sin embargo, desde ese momento las negociaciones se han estancado por las diferentes posiciones que mantienen las partes. Corea quiere que EEUU retire las sanciones económicas, mientras que Trump exige al país comunista que elimine su programa de armamento nuclear.

En cualquier caso, el hermetismo de Corea del Norte y su firme voluntad de no deshacerse del armamento nuclear que posee hacen muy difícil que se produzca un tratado de paz entre las dos naciones a corto plazo.

Irán va a ser otro de los ‘puntos calientes’ durante este año. El país persa ya ha comenzado a aumentar su producción de uranio enriquecido tras la retirada de Estados Unidos del tratado nuclear que firmó el expresidente Barack Obama. De esta manera, el Gobierno iraní quiere presionar a Europa para que exija a Estados Unidos su vuelta al tratado, algo que ya parece imposible que ocurra antes de las elecciones en el país norteamericano.

Trump ha hecho gala durante estos años de su dureza con respecto a Irán, un país con grandes reservas de gas y petróleo al que le interesa el levantamiento de unas sanciones que ahogan la economía y disparan el conflicto social interno.

Los ciberataques, el ciberespionaje y el uso de las redes para influir en la política de terceros países van a ser también objetos de debate durante el año que entra. La posible influencia rusa en los comicios que llevaron a Trump a la presidencia ya puso en jaque la credibilidad del líder republicano durante los últimos años. La red se ha convertido en el nuevo gran campo de batalla, y desde ella se puede espiar a países rivales o aliados, robar información para luego filtrarla o directamente hackear la seguridad de un país.     

Cambio climático

Cambio climático, emergencia climática, calentamiento global… son diferentes nombres para un mismo fenómeno: la influencia del hombre en el aumento de la temperatura en la Tierra.

El año que viene, probablemente, se hablará más del cambio climático que en 2019. Y en 2021, aún más. Los grandes países productores de CO2 a nivel mundial (EEUU, China, Rusia…) se niegan a adoptar medidas de reducción de emisiones, lo que complica la toma de decisiones de carácter radical para atajarlo.

Los próximos meses revelarán si todas las alarmas y palabras grandilocuentes de los organismos internacionales tienen un efecto real en la lucha contra el cambio climático o se quedan en pequeños parches que pospondrán la solución al problema.

Una de las claves para la toma de decisiones conjuntas a nivel internacional, al igual que sucede con muchos de los desafíos globales comentados anteriormente, van a ser las elecciones estadounidenses. Frente al negacionismo de Trump, los candidatos demócratas apostarán por reforzar el discurso ecologista y la necesidad de que EEUU sea una referencia en la lucha contra este desafío global. 

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