Las historias del RMS Titanic, Lusitania o el Bismarck resuenan entre los mayores desastres marítimos de los últimos siglos junto a los naufragios, en la historia reciente, del Prestige o el Costa Concordia. Pero la mayor tragedia en la mar fue la del MV Wilhelm Gustloff, y sus más de 9.000 pasajeros, en su mayoría civiles alemanes, ahogados en la noche del 30 de enero de 1945.
El número de muertes en el transatlántico británico en Terranova, 1.500, aun siendo muchísimas, queda muy lejos de las cerca de 9.600 que el 30 de enero de 1945 causó un torpedo soviético cuando impactó en el gigantesco buque alemán. En sus cubiertas y camarotes se hacinaban más de 10.500 personas entre civiles y militares que buscaban huir de una guerra que ya estaba a punto de terminar. Esta es la historia de un transatlántico nacido para el placer y que se convirtió en una tumba.
El Wilhelm Gustloff fue construido en 1937 en los astilleros Blohm & Voss de Hamburgo, en el norte de Alemania. Este proyecto estuvo enmarcado dentro de uno de los proyectos de la organización Kraft durch Freude (KdF), dirigida por el régimen nazi. Esta organización política tenía como objetivo mejorar la calidad de vida de los trabajadores alemanes; y el transatlántico WIlhelm Gustloff fue uno de estos planes destinado a ofrecer a los ciudadanos alemanes una actividad de lujo a través la cual podrían realizar un viaje recreativo por el mar Báltico.
El barco fue diseñado para ser una maravilla de la ingeniera y lograr rivalizar con los mejores transatlánticos de la época. El Wilhelm Gustloff tenía una capacidad para aproximadamente 1 500 pasajeros y estaba destinado exclusivamente para uso recreativo, contando con todas las comodidades de la clase alta de la época, camarotes de lujo, restaurantes e incluso una piscina climatizada. El transatlántico fue bautizado en honor a Wilhelm Gustloff, un prestigioso -entre los suyos- líder nazi de origen suizo que fue asesinado en 1936.
Del ocio a la guerra
Con el recrudecimiento de la Segunda Guerra Mundial y los repliegues de la Wehrmacht, el Wilhelm Gustloff fue requisado por la Marina alemana. En lugar de servir como un barco de lujo para la clase trabajadora alemana, el transatlántico pasó a ser un transporte de soldados y un hospital flotante. La primera misión que le fue encomendada al Gustloff fue la repatriación de los pilotos de la Luftwaffe, concretamente de la Legión Cóndor, que habían sido ubicados en España para ayudar al bando nacional durante la Guerra Civil española.
Posteriormente, fue convertido en hospital flotante, siendo pintado en blanco y verde para su fácil identificación. Más tarde, se requirió para su uso militar, luciendo ya el color gris naval típico y siendo eliminados los distintivos de buque hospital; como cuartel para futuros tripulantes de submarinos de la Kriegsmarine. Por último, al Gustloff se le instalaron en cubierta varias ametralladoras y baterías antiaéreas, para ser utilizado como buque nodriza para la flota alemana. Entre sus múltiples usos durante la guerra fue también un transporte para heridos y prisioneros de guerra.
En los últimos meses del conflicto, especialmente durante a finales de 1944 y principios de 1945, el Wilhelm Gustloff fue parte del esfuerzo -a la desesperada- de Alemania de evacuar a la población alemana del este hacia el oeste, ante el implacable avance del Ejército Rojo que se situaba cada vez más cerca a las puertas de Berlin.
La gran evacuación
En el invierno de 1945, con el imparable avance de las tropas soviéticas a través de Polonia y su entrada en el este de Alemania, el régimen nazi preparó una varias evacuaciones masivas de civiles y soldados de las ciudades próximas al nuevo frente hacia el oeste para escapar de la inminente ocupación. El Wilhelm Gustloff, que en ese momento se encontraba en el puerto de Gdynia (Polonia), fue puesto a punto para su participación en uno de estos traslados. La operación de evacuación se llevó a cabo el 30 de enero de 1945, de donde partió para salvar a varios miles de ciudadanos alemanes de ser capturados por el Ejército Rojo.
Máxima tensión en Gdynia. La necesidad de una evacuación rápida con limitados efectivos desembocó en una ambiente desesperante a bordo del Wilhelm Gustloff. El buque estaba sobrecargado, su capacidad, en condiciones normales, era de 1 500, ese día, el transatlántico llevaba a bordo algo más de 9 000 personas, aunque el número exacto no ha llegado a aclararse, el Gustloff estaba sobrecargado. A bordo no solo se encontraban soldados alemanes, también mujeres, niños y refugiados civiles alemanes que huían del avance soviético.
A pesar de las múltiples advertencias de la situación crítica del barco, ya que llevaba muchas más personas de las que admitía, las autoridades alemanas prosiguieron con el viaje ya que la evacuación era urgente. Además, el clima era muy frío, con temperaturas que llegaban a los -18°C, dificultando cualquier tipo de rescate en las aguas del Báltico. A bordo, la tripulación y los pasajeros vivían la situación con miedo y ansiedad, pues todos sabían que la situación era crítica con las tropas soviéticas cerniéndose sobre ellos, pero muchos obviaron un peligro más que acechaba al barco: los submarinos rusos desplegados en el Báltico buscando presas.
El subarino S-13
A las 21:00 horas el Wilhelm Gustloff zarpó del puerto de Gdynia con destino a Kiel, en el norte Alemania, sin saber que no llegaría a su destino. Mientras el transatlántico navegaba por el mar Báltico, a unas 25 millas de la costa, fue avistado por un submarino soviético, el S-13, que se encontraba bajo el mando del comandante Alexander Marinesko.
Marinesko, que desconocía el número de personas a bordo, reconoció que el barco sería un objetivo de alto valor para la Alemania nazi. Acto seguido, el S-13 lanzó tres torpedos contra el Wilhelm Gustloff, dos de ellos impactaron directamente en el costado del barco, provocando una explosión devastadora, el tercero erró el tiro. El barco, gravemente dañado, no tardó en comenzar a hundirse, en menos de una hora el Wilhelm Gustloff yacía en el fondo del mar.
La tragedia fue a peor por la falta botes salvavidas para unos pasajeros hasta seis veces más numerosos que los admitido por el barco. La sobrecarga del transatlántico, combinada con el caos tras el ataque, dificultó mucho el rescate; y el frío extremo y el oleaje del mar Báltico terminaron lo que el S-13 comenzó. Los pasajeros, en su mayoría mujeres y niños, se ahogaron rápidamente o murieron por congelación.
El Wilhelm Gustloff se hundió a 50 metros de profundidad, haciendo que cualquier esfuerzo por rescatar el navío fuera imposible. Solo unos pocos lograron sobrevivir a la tragedia, se estima que unas 9.400 personas perdieron la vida esa fría noche de invierno, aunque algunas fuentes apuntan a una cifra aún mayor. Comparativamente, el Wilhelm Gustloff fallecieron seis veces más personas que en el accidente del RMS Titanic cerca de Terranova.
El final de la Segunda Guerra Mundial, y la derrota del sangriento régimen nazi, eclipsaron esta tragedia.