Quantcast

DolceVita

Álvaro de Marichalar usa ‘Blablacar’ y es un pésimo compañero de viaje

Álvaro de Marichalar ha compartido ‘Blablacar’ con una joven de veinte años, un profesor de Kárate que era el conductor del coche, y la periodista y escritora Sabina Urraca, que ha relatado su mala experiencia con el ex cuñado de la infanta Elena que se ha hecho viral en las redes.

“El viaje desde Logroño transcurría de modo muy ameno. El conductor era un chico muy majo, muy tranquilo, con el que establecí una buena conexión desde el principio. En un viaje de este tipo, una debe ser respetuosa y llevarse bien, sobre todo si dura varias horas. Yo lo he usado mucho y la gente suele ser muy educada. Cuando paramos en Soria para que subiesen los otros dos pasajeros, una chica joven y un señor desconocido, él me recordó enseguida a ese perfil pijo de recién salido de fiesta ibicenca, tipo conde Lequio”, comienza relatando la periodista,

La periodista comienza hablando de las constantes llamadas que hacía con su móvil: ¡Sacó su teléfono y comenzó a encadenar llamadas, presentándose. Gritaba mucho y no dejaba de hablar de negocios, marcas, inversiones y de Soria. Era todo muy disparatado. No era nada discreto y, desde luego, resultaba imposible no oírlo. También fue imposible volver a hablar. Cuando colgaba el teléfono continuaba su monólogo echándose flores: que si era aventurero, empresario...”.

Después, recalca las miradas cómplices de los otros tres compañeros de viaje entre sí, no dando crédito a un personaje propio de “una España decadente”, según la propia periodista.

Blablacar Logo

Durante la parada para repostar, el hermano de Jaime de Marichalar aprovechó para quitarle el sitio a la periodista, sin previa consulta. Se sentó en el asiento del copiloto y no se abrochó el cinturón. “No, yo no me pongo cinturón; tuve una vez un accidente, me quedé enredado y casi me mato”, dijo. “Se negó a ponérselo y cualquiera le llevaba la contraria. 'Me están llevando a Madrid', dijo en un momento dado por teléfono. El coche se convirtió en suyo y el viaje se convirtió en su viaje”, recuerda Urraca.

“Sentí que ese coche era una metáfora de España, en que la gente normal vivimos a merced de lo que quieran los poderosos, que pueden actuar a su entera conveniencia mientras los demás ni pinchamos ni cortamos. España era un coche de Blablacar, un país al que le estaban robando su tiempo su conversación y su derecho a estar tranquilo. Sentí mucha frustración porque yo soy muy reivindicativa, asisto a manifestaciones, me quejo de injusticias y en una situación cara a cara fui incapaz de pararle los pies a este señor. Por eso lo escribí todo en este artículo”, concluye su crítica.

Por su puesto, los puntos que la famosa aplicación para compartir vehículos nos permite indicarle a cada uno de los compañeros con los que hemos viajado, no han sido nada positivos para el tío de Froilán.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.