Wayne Griffiths, una vida dedicada al motor

Nacido en Dukinfield en 1966, en la región del centro oeste de Inglaterra conocida como Gran Manchester, Wayne Griffiths, nombrado nuevo presidente de Seat en octubre del pasado año, creció ayudando a su padre en su negocio de concesionarios y hoy, a sus 54 años, reconoce que aquellos fines de semana lavando coches cuando aún no alcanzaba el techo e iniciándose en el trato con el cliente en el showroom han determinado en buena medida su carrera profesional. Allí aprendió de primera mano que la decisión de compra de un coche no se rige siempre por impulsos racionales, que hay en ella un componente emocional, una pulsión de deseo. Y allí cobró conciencia en primera persona de la importancia de los concesionarios en la estrategia global de una marca: “Son ellos quienes venden los coches”, afirma.

Vinculado al grupo Volkswagen desde que a los 21 años accedió a una plaza de becario en Audi, Griffiths ha ejercido desde 2016 la vicepresidencia comercial de Seat. Desde ese cargo, ha hecho de la marca la de mayor crecimiento en Europa en el último año, con un perfil cada vez más joven, al tiempo que capitaneaba con ambición y coraje la gestación de otra marca nueva como Cupra. Su nombramiento coincidió en el tiempo, de hecho, con el lanzamiento del Cupra Formentor: un crossover deportivo y sofisticado, diseñado para un conductor exigente que no tiene nada que demostrar.
Como máximo responsable de Seat y Cupra, Griffiths es consciente de que la industria de la automoción se enfrenta en nuestros días a una disrupción histórica, en la que el nacimiento de nuevos modelos dejará de ser el argumento esencial en el diálogo entre la marca y los clientes para ceder protagonismo al desarrollo e incorporación de las nuevas tecnologías. Hacia ese futuro se orientan los nuevos lanzamientos –cinco modelos eléctricos e híbridos enchufables– que las dos marcas del grupo tienen previstos para 2021. Y en esa dirección camina también el sueño de Cupra como marca de coches deportivos electrificados.

Griffiths vive a caballo entre Barcelona y Múnich. Reside en Sitges, aunque tiene un piso en la capital catalana que le permite disfrutar de una ciudad a la que se siente vinculado desde que la visitó por primera vez, a los 25 años, en aquellos Juegos Olímpicos de 1992. Viste de forma desenfadada y se emociona al pensar en algunas de las producciones que traerá la nueva temporada al Teatro del Liceo. Si sus obligaciones se lo permiten, le gusta salir los fines de semana a conducir un vetusto deportivo rojo descapotable fabricado el mismo año de su nacimiento, que suele llevarlo hasta su destino sin problemas, aunque después acostumbra a quedarse allí, exhausto, hasta que la grúa viene a recogerlo.
Siempre hay algo de irracional en la pasión por los coches.