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Neo tendencias: algunas de las claves que marcarán 2022

Cambios vertiginosos que se imponen imparables. El presente se transforma en futuro antes de convertirse en pasado. Nos asomamos a algunas de las claves del nuevo año.

Ilustraciones: Del Hambre.

No es difícil adivinar que también generaciones pasadas albergaron un sentimiento similar sobre la época que les tocó vivir, pero la capacidad de modificar los hábitos cotidianos de la revolución tecnológica –la cuarta, dicen– que nos acompaña desde hace quizás décadas admite pocas comparaciones. Desde las formas de producir hasta las de consumir, pasando por el ocio, la movilidad, la creación artística o nuestra relación con el entorno, por mencionar solo algunos aspectos, viven una evolución continua, constante y vertiginosa que, aunque no siempre fácilmente aprehendible por el conjunto de la sociedad, acaba imponiendo su ley de forma irreversible. Así que no queda más remedio que adaptarse a los nuevos tiempos, entre otras razones porque con ellos se están abriendo puertas tan novedosas como sugerentes. Este reportaje es un intento, tan modesto como voluntarioso, de facilitar esa adaptación.

Un paseo por el espacio

La particular carrera espacial que escenificaron en julio pasado, con sus visitas relámpago al espacio, Richard Branson (fundador de Virgin Group y su versión espacial, Virgin Galactic) y Jeff Bezos (Amazon y Blue Origen), y que continuó en septiembre Elon Musk (Tesla y Space X), manteniendo en órbita a cuatro civiles durante tres días, se vislumbra como la antesala de una nueva era que, en el año que entra, llevará al espacio más humanos en viajes privados que en proyectos gubernamentales. Hasta la NASA (la todopoderosa agencia estadounidense que llegó a la Luna) ha decidido aliarse con el turismo espacial para millonarios abriendo la Estación Espacial Internacional –una especie de laboratorio que orbita a unos 400 km de la Tierra– a compañías privadas. De hecho, la NASA y la empresa Axiom Space ya han firmado un contrato para enviar a la estación una primera misión –en enero, decían las previsiones–. Llamada Ax-1, estará comandada por el astronauta Miguel López-Alegría, junto a otras tres personas, y durará unos diez días. Mientras tanto, los viajes al espacio en su formato relámpago –subir entre 86 y 105 km de altura y ver el perfil curvo de la Tierra durante unos minutos– continúan: Blue Origen lanzó a mediados de diciembre su tercer vuelo al espacio y Virgin Galactic, aunque con retrasos, mantiene una lista de espera de 600 personas para sus próximos viajes.

Deportes y derechos

Dos citas, el mundial de fútbol de Qatar y los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing, marcarán la actualidad deportiva en 2022; también por sus derivaciones políticas. El primero (del 21 de noviembre al 18 de diciembre) lleva bajo la lupa internacional desde que, en diciembre de 2010, se anunciara la designación de Qatar como sede. Una investigación del periódico The Guardian cifra en 6.500 los trabajadores inmigrantes muertos en ese país desde entonces, imposible saber en qué medida por causas naturales o problemas de salud y accidentes laborales derivados de las malas condiciones y altísimas temperaturas en las que desarrollan su labor (en la que se incluye la construcción de los estadios que acogerán el mundial). Selecciones como las de Noruega, Dinamarca, Alemania, Países Bajos y Finlandia han exhibido camisetas para reclamar respeto por los derechos humanos en Qatar y el madridista Toni Kroos ha levantado la voz. Mucho antes (del 4 al 20 de febrero), llegarán los Juegos de Invierno, ante los que varios países han anunciado un boicot diplomático –sus autoridades no asistirán a las competiciones– en protesta por la situación de los derechos humanos en China, no solo por las recurrentes sospechas al respecto que persiguen al régimen, sino también por la severa represión de la que está siendo víctima la minoría musulmana uigur. A ello se ha unido la situación de la tenista Peng Shuai desde que el 4 de noviembre denunciara haber sufrido abuso sexual por parte de un alto cargo del régimen.

El dinero no es lo que era

Hace solo unos años, en 2014, el 80% de los españoles pagaba con dinero en efectivo. En 2020, solo lo hacía el 35%, según encuestas del Banco de España. Más de la mitad confiesa que prefiere utilizar tarjetas de crédito –también a través del smartphone– o cualquier otra herramienta tecnológica como bizum. El dinero en papel avanza hacia su extinción, aunque quizás nunca, o no a corto plazo, completa, entre otras razones por la dificultad que el acceso a las nuevas tecnologías sigue entrañando para colectivos vulnerables. En este contexto, las llamadas criptomonedas –de funcionamiento tan difícil de entender como, al fin y al cabo, cualquier otra moneda– continúan su progresiva implantación. Aunque rodeadas aún de algunas lagunas sobre su regulación, lo cierto es que avanzan como un bien de compra-venta cuya principal virtud, según dicen sus defensores, es la posibilidad de eliminar a las entidades bancarias como obligadas, y no siempre baratas, intermediarias en toda transacción. Y, como en tantos otros campos, los portales de compra-venta de criptomonedas han echado mano de una siempre efectiva herramienta para popularizar su uso: la irrupción de famosos. Binance, la mayor plataforma de intercambio de criptomonedas y activos digitales, eligió al futbolista Andrés Iniesta para promocionar, a través de las redes sociales, el uso de esta técnica, mientras que Crypto.com, otro grande del sector, ha fiado su campaña al actor Matt Damon con el animoso lema La fortuna favorece a los valientes. No hay marcha atrás.

Arte con firma digital

Si le gusta coleccionar arte, haga sitio en su salón: probablemente pronto dispondrá de un estilizado dispositivo en el que guardar y exhibir sus obras digitales. La creación artística con herramientas digitales lleva entre nosotros décadas, pero es ahora cuando, gracias al llamado NFT (Non Fungible Token), ha dado un salto cualitativo para entrar de lleno en el mercado del arte. El NFT es algo así como un certificado digital embebido en la propia obra que garantiza su originalidad y autoría y convierte así en único y primigenio un vídeo, una imagen o cualquier otra creación digital por muchas copias que circulen por la red. Esta nueva era del arte digital tiene una fecha de inicio, el pasado 11 de marzo, cuando el archivo JPG Everydays - The First 5.000 Days, un collage digital con 5.000 imágenes del artista Beeple, fue vendido en una subasta por 57,8 millones de euros, aunque el fenómeno NFT sirve también para vender desde memes hasta un cromo digital de Ronaldo. Falta aún, quizás, tiempo y recorrido para fijar los “criterios” sobre qué merece ser llamado arte digital, como explica Diego Iglesias, de Hyper Studio –impulsor del Festival Urbano de Arte Digital–, quien se muestra convencido de que muy pronto ‘colgará’ en las paredes de museos y galerías de todo el mundo junto al arte ‘convencional’. Una iniciativa pionera, en su opinión, Team Lab, un museo creado en Tokio por un multidisciplinar colectivo de artistas en el que cientos de computadoras y proyectores sumergen al visitante en una experiencia irrepetible.

Entre la casa y la oficina

El teletrabajo ha venido para quedarse… a medias. Creció durante el confinamiento, como no podía ser de otra forma, pero la vuelta a una relativa normalidad ha conllevado también la paulatina recuperación de la presencialidad. Vayamos a las cifras: en 2019, en la era prepandemia, solo el 4,8% de la población, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), teletrabajaba al menos la mitad del tiempo (frente al 14% de los Países Bajos o el 13% de Finlandia). Durante el confinamiento –ahora según datos de Red.es–, el porcentaje de trabajadores en casa alcanzó el 16,2%, pero desde entonces esa cifra ha bajado hasta situarse, en el segundo semestre de 2021, en un 9,4%. Eso sí, el doble de lo que había con anterioridad. Los que lo han probado, sin embargo, parecen satisfechos con la experiencia. En otra encuesta del INE, señalan como principales ventajas la de evitar desplazamientos; la posibilidad de autogestionar el tiempo de trabajo y la conciliación con la vida familiar y personal. Entre las desventajas, la falta de contacto social y otras que a muchos de los lectores les sonarán: no se desconecta y se trabaja más. No es el único cambio en el aspecto laboral que ha traído la pandemia: los viajes de negocios –conocidos como MICE por las siglas en inglés de Reuniones, Incentivos, Conferencias y Exhibiciones–, que suponían casi la quinta parte de los desplazamientos, difícilmente recuperarán ese volumen. En este caso sí, las reuniones virtuales han llegado para quedarse: ya han sustituido al 27% de los viajes corporativos, según un estudio de Morgan Stanley.

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