Quantcast

Relojes

Relojes

El genio Breguet

El Palacio Real de Madrid atesora una de las piezas más singulares de la productiva creatividad de Abraham-Louis Breguet: el sorprendente Atlas.

Detalle de la caja del reloj Atlas, adornado con las constelaciones policromadas en dorado sobre fondo azul.

A Abraham-Louis Breguet se le recuerda siempre por la invención, entre otras, del tourbillon, pero en realidad habría que considerarle algo más que un inventor: fue un visionario emprendedor que cambió las formas de hacer negocios. En el Palacio Real de Madrid hay una de sus obras más curiosas e interesantes: el Atlas, un reloj planetario que cautiva a los visitantes y que también habla del patrimonio relojero que atesora España –en Patrimonio Nacional se conservan 721 piezas de todo tipo fechadas entre 1583 y los primeros años del siglo XX–. El Atlas llama la atención nada más poner los ojos en esta pieza en la que se combinan el bronce, el oro, el cuero, la madera y el metal; incluso a alguien como Emmanuel Breguet, vicepresidente y responsable del Patrimonio de la firma, además de séptima generación con este apellido, se le percibe el entusiasmo en sus ojos.

El descendiente del relojero es quien mejor conoce los entresijos y la evolución histórica de la marca, en la que lleva 30 años investigando ese pasado: “Recuerdo cuando en 1993 presenté la idea. Me dijeron: ‘Me parece muy bien que tú escribas un libro sobre la historia de Breguet y que estés tres o cuatro años en la manufactura’”. Desde entonces, ha escrito varios libros, organizado exposiciones, y lo que es más importante, ha profundizado en la vida, obra y milagros de su antepasado.

El planetario gira en torno al Sol. Los planetas, Venus, Marte, Tierra, Mercurio, Júpiter, Saturno y Urano –Plutón aún no había sido descubierto–, y sus satélites, giran en torno al astro en círculos concéntricos.

Volviendo a esta creación, hay que decir que este reloj no aparecía en documento alguno, lo que hizo sospechar a los responsables de Patrimonio Nacional que habría llegado a través de Fernando VII, que era un apasionado de la relojería, y traído a España por Rafael Garreta, un comerciante de la época. Aunque sin duda, en esta transacción –por la que se pagaron 15.000 francos de oro–, la figura fundamental es Agustín de Betancourt. Él fue quien intermedió entre Breguet y el monarca. De hecho, Emmanuel Breguet conserva toda la correspondencia desde que el reloj llega a España, desmontado, porque así se conservaba mejor, hasta que fue presentado al rey. Con casi toda probabilidad, el montaje fue realizado por el propio Betancourt, pues entre sus múltiples conocimientos y habilidades tenía formación de ingeniero. Canario de nacimiento, le unió a Breguet una gran amistad y, sin duda, fue el responsable directo de que el relojero tuviera un buen número de clientes españoles, y no solo de la familia real.

El resultado final fue tan impactante que incluso al rey le pareció un buen precio el pagado por el reloj planetario. De lo que no hay duda “es que es absolutamente único y también uno de los mejores”, como explica Emmanuel Breguet. “Nunca hizo otro planetario y es la demostración de que tenía una rara habilidad, como demostró en los relojes Simpáticos o en las creaciones de bolsillo, de que era un relojero con una gran capacidad para hacer realidad y afrontar cualquier proyecto”. Y da una clave interesante de la importancia de esta pieza: “La próxima edición del libro de la historia de Breguet incluirá al Atlas”.

Estamos ante un reloj al que se le da cuerda una vez a la semana, que ofrece el movimiento de los planetas a demanda y que, sobre todo, es un compendio de una mecánica excepcional, única, y que a Emmanuel Breguet cautivó como lo hace con cada persona que atraviesa la Sala de Porcelana del Palacio Real.

Detalle del planetario que acoge el Palacio Real de Madrid.

Cuando a Emmanuel Breguet se le pregunta por el alcance de la obra de su antepasado, y sobre todo qué es lo que tras tres décadas de investigación más le ha sorprendido, la respuesta es directa y clara: “La gran sorpresa para mí ha sido descubrir la multifacética expresión de la genialidad de Breguet. Era tan capaz de crear grandes complicaciones como de hacer los relojes más simples, como por ejemplo los relojes de Suscripción de una sola aguja, o patentar el tourbillon”. Y va más allá: “Era muy organizado y debo decir que era un genio en la técnica, en el diseño y también en la promoción de su trabajo. Se anticipó a su tiempo. No solo fue famoso en España, también en países como Alemania o Rusia. Se puede concluir que era un hombre de mente abierta, un visionario hombre de negocios, además de un genio creador”.

A las pruebas hay que remitirse: Abraham-Louis Breguet fue el primero en tener agentes en los distintos países. Él tenía una idea, tenía amigos y al final siempre encontraba al cliente. Tampoco hacia series de relojes; “siempre hacía piezas únicas. Es uno de los detalles que le distinguieron. Pero además creaba piezas que no hacían el resto, por lo que en puridad no tenía una competencia directa. Por otro lado, nadie hacía relojes con su nivel de calidad. Es algo más que un relojero”. Y productivo, porque a lo largo de su vida –teniendo en cuenta también el periodo protagonizado por su hijo–, Breguet creó unos 5.000 relojes, del orden de 100-120 piezas por año. Un detalle más de su carácter excepcional: realizó también el primer catálogo en la industria relojera.

De todo ello hay un completo registro, porque Breguet era meticuloso en todo lo que hacía y cada pieza tiene especificados componentes, quiénes intervienen e incluso el coste en el momento de su venta. “De hecho, el registro sigue haciéndose en copia de papel”, añade Emmanuel Breguet. Hay otro hecho evidente: nunca ha sido un reloj barato. El elegido por reyes, nobles, científicos y diplomáticos… ha sido sobre todo un reloj que ha cautivado por su estética y soluciones técnicas. Para muestra, este Atlas.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.