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Leyendas de la fórmula 1: los grandes pilotos de la historia

El piloto aventurero es ahora un deportista profesional milimétricamente diseñado. pero este deporte mantiene, como entonces, toda su épica e historia. Gracias a ellos.

El piloto francés Alain Prost en una una fotografía de Vittoriano Rastelli (1990).

Difícil encontrar en los actuales campeones aquella leyenda aventurera, temeraria incluso, que acompañó a los primeros. Tampoco los perfiles variados de antaño, desde el superviviente al conquistador tocado por los ángeles. La competición es ahora un descomunal mecanismo milimétricamente diseñado donde los mitos no tienen ya la misma aureola de antaño. Todo lo que importa ahora sucede en la pista, en una obsesiva carrera contra el cronómetro en el que cada milésima de segundo cuenta. El tiempo, entonces y ahora, como principal enemigo; la velocidad como único aliado. 

Tazio Nuvolari es el comienzo. En 1950, cuando nace el Campeonato del Mundo tal como lo conocemos, ya rondaba los 60 años y vivía retirado. Fue Juan Manuel Fangio quien estrenó el campeonato en los 50; Jim Clark domina los 60. Con Jackie Stewart, Emerson Fittipaldi y Nicki Lauda, la Fórmula 1 toma forma. Alain Prost, Ayrton y Michael Schumacher comenzaron a dibujar un presente en el que, de repente, irrumpió una camada de ambiciosos jóvenes dispuestos a batir récords, en medio de una recíproca competitividad que no deja de engrandecer el circuito. Fernando Alonso, Sebastian Vettel y Lewis Hamilton vuelven este año a verse las caras. Carlos Sainz les mira de cerca.

Tazio Nuvolari. Fotografía de Chris Ware (1933).

Tazio Nuvolari

Castel d’Ario, 1892 – Mantua, 1953. Debutó en 1920, tras la Gran Guerra, y junto a Alberto Ascari y Enzo Ferrari formó la generación legendaria de pilotos italianos que dominó hasta 1939. Al contrario que Ascari, nunca participó en el campeonato del mundo de Fórmula 1, que se inició en 1950. Era un aventurero. Tuvo numerosos accidentes, pero murió tras sufrir una embolia.

Juan Manuel Fangio. Fotografía de Hulton-Deutsch Collection (1954).

Juan Manuel Fangio

Balcarce, 1911 – Buenos Aires, 1995. Para muchos, El Chueco sigue siendo el más grande piloto de la historia. Se inició muy joven en su Argentina natal, pero no llegó a Europa hasta finales de los 40. En 1950, se encontraba en su cénit y dominó los primeros años de la Fórmula 1 moderna. Ganó cinco campeonatos del mundo, el último en 1957, con 46 años. Primero a bordo de un Alfa Romeo, después Masserati, Mercedes Benz y Ferrari. 

Jim Clark. Fotografía de Victor Blackman (1965).

Jim Clark

Kilmany (Escocia), 1936 – Hockenheim, 1968. Era un hombre gentil, un farmer escocés que desde joven pilotaba a escondidas de su familia. Tenía un talento natural. Conducía con extraordinaria finura. De no haber fallecido en un trágico accidente en una prueba de Fórmula 2, en el circuito de Hockenheim, Clark hubiera acumulado un palmarés muy difícil de superar. Aun así, ganó dos campeonatos del mundo.

Jackie Stewart. Fotografía de Victor Blackman (1972).

Jackie Stewart

Dumbartonshire (Escocia), 1939. La muerte de Clark le abrió el camino y no decepcionó. No era tímido como su compatriota. Su melena se hizo famosa. Tenía la habilidad de interpretar el comportamiento de sus bólidos. Ganó 27 grandes premios antes de retirarse en 1973. Consiguió tres campeonatos del mundo con Matra, March y Tyrrell, marcas que, sin él, no volvieron brillar de aquel modo.

Emerson Fittipaldi. Fotografía de Miroslav Zajic (1972).

Emerson Fittipaldi

São Paulo, 1946. Fue una sorpresa. Había llegado a Europa en 1969 para correr en la Fórmula Ford británica y, con la muerte del austríaco Jochen Rindt, en el Gran Premio de Italia de 1970, Colin Chapman le llamó para intentar que Rindt obtuviera el campeonato a título póstumo. Desde entonces hasta su retirada a finales de 1980, Fittipaldi ganó 14 grandes premios y dos campeonatos del Mundo, en 1972 con Lotus y en 1974 con McLaren. Entonces se trasladó a Estados Unidos. En Indianápolis tuvo un terrible accidente y abandonó la competición. Rondaba los 50 años.

Niki Lauda. Fotografía de Hulton/Archive (1980).

Niki Lauda

Viena, 1949 - Zúrich, 2019. El hombre que volvió del infierno. Fue en el Gran Premio de Alemania de 1976. Las imágenes del Ferrari ardiendo y el piloto atrapado son difíciles de olvidar. Perdió una oreja, su cara se llenó de cicatrices y lo aprovechó para vender la publicidad del gorro que escondía los costurones. Entonces ya había ganado dos campeonatos del mundo. Lo superó, pero en el Gran Premio de Japón se retiró alegando falta de recuperación en sus ojos. Ferrari le castigó. Tras ciertas vacilaciones, regresó en 1983 con McLaren. Y en plena forma: dos años después consiguió el título.

Alain Prost en 1984. Fotografía: Rob C. Croes / Anefo.

Alain Prost

Lorette (Francia). Conocido como El Profesor, Prost se graduó pronto. En 1980 fichó por McLaren y puntuó en sus dos primeros grandes premios. Lo suyo no fue consecuencia de un talento natural, sino de un duro aprendizaje. En 1985 consiguió su primer campeonato con el McLaren-TAG. Al año siguiente, repitió. Luego llegó su némesis. Compartió equipo con Ayrton Senna y no volvió a ganar hasta que fichó por Ferrari.

Ayrton Sena. Fotografía de Depardon (1988).

Ayrton Sena

São Paulo, 1960 – Imola 1994. Tenía unas cualidades innatas. A sus 34 años, iba camino de su cuarto título mundial. Era el mejor. Un místico, un iluminado. Su muerte, en la séptima vuelta del Gran Premio de San Marino de 1994, conmocionó al mundo del deporte, cuando una pieza de la suspensión delantera atravesó el casco y se le clavó en la cabeza, causándole la muerte instantánea. Además, provocó una histeria colectiva en Brasil, donde era considerado un héroe nacional, eclipsando incluso a los futbolistas más famosos.

Michael Schumacher. Fotografía de Peter Marlow (2001).

Michael Schumacher

Kerpen (Alemania), 1969. Su llegada a la Fórmula 1 fue espectacular. En el Gran Premio de Bélgica de 1991, Eddie Jordan tuvo que buscar un piloto sustituto y se acordó de un joven alemán que había competido con Mercedes en prototipos. Su actuación fue tan sorprendente que al día siguiente Flavio Briattore, entonces patrón de Benetton, lo fichó. Aquel modesto equipo ganaba el campeonato del mundo dos años después y repetía en 1995. Y entonces vino Ferrari. Los resultados tardaron en llegar, pero el alemán rompió luego todos los récords: cinco campeonatos más entre 2000 y 2004. Ya retirado definitivamente –tras alguna idea y venida del circuito–, un accidente de esquí en 2013 le situó entre la vida y la muerte durante meses. La familia le mantiene rodeado de cuidados y silencio sobre su estado, pero dicen que ya puede ver carreras en televisión. 

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