Quantcast

Personajes

Fotografía

Fernando Mansó, el arte de saber esperar

Armado con una cámara de placas de siglo y medio de antigüedad, el madrileño consagra a la búsqueda de la belleza una fotografía cargada de romanticismo, artesanía y mucha paciencia.

Retrato de Fernando Mansó. Además de exponer, el fotógrafo vende su obra en gran formato (de 70 x 200 cm hasta, en ocasiones, de 160 x 400)

Fernando Mansó (Madrid, 1961) es un hombre paciente. Dice que es una de sus cualidades, para conversar, para escuchar o para esperar horas, días si hace falta, la fotografía perfecta. Para realizar uno de sus últimos trabajos, un proyecto sobre la Alhambra expuesto estos días en Marrakech, se pasó 14 meses dentro del recinto. No quiere ni imaginar cuánto necesitará para el siguiente: poner en valor la historia y el patrimonio de España desde el siglo I hasta el XIX recorriéndola de punta a punta. Solo en Galicia lleva desde 2019 y casi 1.500 kilómetros recorridos para hacer nueve fotos. Porque esa es otra de sus peculiaridades: dispara con una antigua cámara de placas, una de esas de gran formato con un extraño fuelle y un velo negro bajo el que el fotógrafo se oculta mientras enfoca. Tiene dos, de cerca de siglo y medio de antigüedad.

Palacio de Cristal, en El Retiro de Madrid. ”Estuve 20 meses recorriendo toda la comunidad buscando lugares, nieve, tormentas, amaneceres, anocheceres, siempre buscando luces más pictóricas y evitando el sol..

Por supuesto, Mansó ha conocido, y ejercido con indiscutible éxito, otras formas de hacer fotografía. De hecho, participó de lleno en la era dorada –al menos desde el punto de vista lucrativo– de este arte, lo que le permitió entre 1990 y 2017 firmar algunas de las más grandes campañas publicitarias de este país, para marcas como JB, Loewe o Coca-Cola entre otras muchas. Hasta que la deriva que todo aquello comenzó a tomar le hizo parar. “Yo era hiperpurista. Vi que en la fotografía publicitaria todo valía, se retocaba todo en detrimento de la creatividad. Así que creí llegado el momento de hacer algo personal, más de autor”, cuenta a GENTLEMAN. Y lo primero que hizo en esta nueva etapa, un libro sobre Madrid al que dedicó año y medio, lleva ya cinco ediciones de 3.000 ejemplares cada una, números nada habituales para una publicación fotográfica.

A la izquierda, Proa de barco, Filipinas. A su lado, La habana.

Desde entonces, ha convertido la búsqueda de la belleza en el leitmotiv de su trabajo, lo que quizás sea más evidente en sus colecciones paisajísticas, de bodegones o deportivas, pero a la que tampoco renuncia cuando se acerca a grises procesos industriales o duros mundos marginales. “Es uno de los retos que siempre me planteo: buscar la belleza donde no la hay; no solo consiguiendo una luz o un encuadre especiales, sino buscando algo que transmitir”. Y la utilización de esas viejas cámaras, sin duda, le ayuda a conseguirlo: no solo es una cuestión de romanticismo; de ellas admira también su capacidad para transmitir algo más plástico, la vertiente artesanal y la posibilidad de crear ampliaciones grandes de calidades sorprendentes y un sutil grano de película que aporta armonía y realismo. A veces, todo es cuestión de paciencia.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.