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Gibson, la leyenda de la guitarra que sedujo a Elvis, Bob Dylan y B. B. King

Mandolinas, banjos y guitarras consagraron a O. Gibson como inventor, y a la marca como la proveedora de instrumentos de la banda sonora del siglo XX.

El lutier Orville Gibson comenzó su carrera revolucionando el mundo de la mandolina, de la que podemos admirar su elaborado clavijero.

Uno de los géneros musicales más importantes desde mediados del pasado siglo, el rock celebra hoy su día internacional (tal día como hoy se celebraba en 1985 de forma simultánea en varias ciudades del mundo como Londres o Filadelfia el histórico concierto Live Aid, donde participaron leyendas del rock como Queen, Mick Jagger, Paul McCartney o The Who), y nosotros con él, la historia de uno de los fabricantes de guitarras más importantes, que ayudó a proyectarlo como la forma contemporánea de hacer música gracias a la aportación técnica que ofrecía la grabación multipista. Desde Bob Marley y Jimi Hendrix hasta la inmortal rivalidad entre los Rolling Stones y los Beatles, las guitarras Gibson contribuyeron a dar forma al nuevo sonido eléctrico del siglo XX.

Hijo de una pareja de inmigrantes –él inglés, ella peruana–, Orville Gibson nace en el estado de Nueva York en 1856. Consta que tiene cuatro hermanos, pero por lo demás, de su infancia y juventud no ha trascendido casi nada. De hecho, no vuelve a saberse de él hasta que reaparece en Kalamazoo, Michigan, con 38 años, un empleo en una zapatería y un sueño por entregas en el taller de lutier de su casa, donde Gibson diseña y construye, con gran dedicación y esmero, un nuevo tipo de mandolina que, a la postre, resulta revolucionaria: la primera con la tapa y el fondo de la caja de resonancia curvados, claramente inspirados en los violines. Surgen así la F y la A, dos mandolinas dotadas de un sonido infinitamente mejor que las mejores del momento, y, además, mucho más fáciles de fabricar.

En 1898 Gibson patenta por fin su nuevo concepto de mandolina, aunque no funda The Gibson Mandolin-Guitar Mfg. Co., Ltd. hasta cuatro años después. Tiempos muy largos incluso para un lutier, y aún más para uno cuyas mandolinas son ya muy celebradas (y solicitadas) en Kalamazoo. Según parece, Gibson –en la mejor tradición de los grandes visionarios de todos los tiempos– sufre desde tiempo atrás de trastornos psicológicos.

A la izquierda, Bob Dylan tocando una guitarra Gibson en los 60. Al lado, Elvis Costello.

¿Será el miedo a perder su tranquilidad, su libertad, sus ritmos y sus manías de genio? ¿Miedo al propio éxito? Las preguntas surgen espontáneas cuando todos a su alrededor le auguran triunfos y él sigue dudando. En cualquier caso, si lo que Orville teme tiene algo que ver con lo mencionado, entonces su temor no sólo es fundado, sino que se queda francamente corto cuando –de nuevo ¡por fin!–, el taller se abre al público.

La gran popularidad de la mandolina a comienzos del siglo XX genera, en muy poco tiempo, una demanda de instrumentos que desborda literalmente a Gibson. Su agobio es tal que, a la primera ocasión, el lutier vende su empresa a cinco 'businessmen' de la ciudad a cambio de 2.500 dólares, un stock de instrumentos y una decente pensión vitalicia, con los que inicia su paulatino regreso al anonimato, en el que permanece hasta su fallecimiento, en 1918.

De izquierda a derecha, B. B. King, Marc Bolan (T.Rex) y Jimmy Page (Led Zeppelin).

El paso de Orville Gibson por el firmamento de la música se parece, así, al de un meteorito en la noche, pero es tan brillante que su estela aún lo ilumina, ya que su idea determina el desarrollo de muchos otros instrumentos de cuerda y, por extensión, el de la propia música del siglo XX y de lo que llevamos del XXI; ello, gracias también a que hasta hoy, los sucesivos dueños de la marca –unas veces adaptándose a los nuevos tiempos, otras, adelantándose a ellos– nunca han dejado de “perseguir el futuro” que Orville Gibson diseñó y construyó con gran lucidez.

En 1921, la marca contrata a Ted McHugh, un carpintero que había tocado con Orville Gibson en un grupo, y que aporta, de golpe, dos de las más importantes innovaciones en la historia de la guitarra, a saber: el tensor del mástil (que sigue usándose hoy en todas las guitarras de la marca, así como de otras) y el puente regulable, muy solicitado por los guitarristas de jazz. Poco después, en un último intento de reavivar el menguante mercado de la mandolina, Gibson lanza la F-5 y, como instrumento de acompañamiento, una guitarra, la L-5, ambas diseñadas por el ingeniero Lloyd Loar y destinadas –aunque a la empresa casi le cuesta la quiebra– a entrar en el Olimpo de las guitarras de leyenda.

En 1964, el bajista de Los Beatles, Paul McCartney, adquiere una Epiphone 'Casino' para sus grabaciones en estudio. Dos años después, John Lennon compró varias más.

Éxito tras éxito, al rugido de los años 20 le sucede, sin solución de continuidad, el de los 30. El número de bandas de jazz aumenta sin cesar y, debido a su éxito, los guitarristas demandan instrumentos cada vez más sonoros, de tapa arqueada y manejables. Con este fin, en 1934 Gibson lanza la célebre 18”-Wide Super 400, que se convierte enseguida en el paradigma de la guitarra 'archtop'. En una suerte de carrera de sorpresas y adelantos, el año siguiente la marca presenta su primera guitarra eléctrica, la EH-150, de estilo hawaiano, seguida de la ES-150, su versión 'spanish'.

La década prosigue con guitarras gigantes (las J-200 o SJ-200) y finaliza con un nuevo, fundamental adelanto: la aparición de las primeras guitarras 'cutaway', dotadas de una caja de resonancia ahuecada en el extremo inferior para facilitar la presión de los dedos en los trastes más agudos. Nace así un tipo de guitarra para una música totalmente nueva, que de hecho ya empieza a apuntar maneras y que, propiciada por Gibson, evolucionará con el tiempo; una música abierta y versátil, para la que, tras la adquisición de la marca por la prestigiosa Chicago Musical Instrument Co., Gibson lanza dos de los mayores 'best sellers' de su historia: la J-45 y la Southerner Jumbo, ambas de tapa plana.

Ron Wood y Keith Richards, de The Rolling Stones.

La chispa, la maña y la fuerza Tras el final de la IIª Guerra Mundial, los esfuerzos de la marca se concentran en el perfeccionamiento de las pastillas P-90 para sus guitarras eléctricas. De ello surgen, entre 1946 y 1951, la ES-5 (la primera con triple pastilla), la ES-175, la L-5CES y, finalmente, la Super 400CES (“Cutaway Electric Spanish”). Casi sin solución de continuidad, en 1952 Gibson lanza una guitarra de cuerpo macizo en colaboración con el popular guitarrista Les Paul, así como varios modelos nuevos (la Explorer, la Flying V y la semi-acústica ES-335, muy apreciadas por Tato Elera y Eric Johnson) que incorporan las nuevas pastillas Humbucker.

En 1957, en pleno auge, Gibson absorbe a su mayor competidora, Epiphone, lo cual, al tiempo que aumenta su producción (hasta alcanzar, en 1965, el récord de 100.000 instrumentos vendidos en un año) genera algún tropiezo. Así, por ejemplo, pese a que la gama Les Paul se vende muy bien, debido al alto coste de su cuerpo (de arce y caoba), en 1961 el modelo es sustituido por la SG, una decisión muy criticada por el propio Paul y por músicos de la categoría de Eric Clapton o Peter Green, gracias a cuya presión las Les Paul vuelven a ser incluidas en el catálogo de Gibson a partir de 1968, para convertirse, junto con las SG, en las preferidas de estrellas como Jimmy Page (Led Zeppelin), Dickey Betts (The Allman Brothers Band) y Slash (Guns N’ Roses), Jorge Constandse Angus Young (AC/DC), Tony Iommi (Black Sabbath), entre muchísimos otros.

A la izquierda, Roy Orbison. A la derecha, Les Paul.

Desde la aparición de Juszkiewicz y Berryman en los años 80, Gibson se ha convertido en un auténtico 'holding' musical, que en la actualidad incluye: Kramer y Steinberger (guitarras), Tobias (bajos), Baldwin (pianos), Oberheim (amplificadores, procesadores de efectos, MIDI y baterías Slingerland. Otra compañía estrechamente relacionada con Gibson es la Heritage Guitars, de Kalamazoo, fundada por los propios empleados de la empresa cuando ésta se mudó a Nashville. Tras remontar el vuelo tras años difíciles, Gibson no ha vuelto a flaquear jamás, ni a variar su rumbo, que sigue, como siempre, marcando los acordes del futuro.

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