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Gourmet

Cupcake parece, muffin no es: las magdalenas se ponen chulas

Muffins de chocolate (flickr | avlxyz - imagen con licencia CC BY-SA 2.0).

Nuestras madres las adoraban porque eran fáciles de comprar, fáciles de comer y encima nos encantaban, pero las cosas han cambiado. El universo de la magdalena se ha ampliado y complicado tanto que muchas abuelas van a optar por pasarse a otro tipo de bollería menos compleja para sus nietos. Nombres raros y colores imposibles hacen que no sólo ellas se sientan perdidas a la hora de diferenciar una magdalena de un muffin y éste de un cupcake. Como noción básica hay que saber que muffin no es el anglicismo usado para unas magdalenas más gordas. Los cupcakes tampoco son todas las magdalenas artísticamente decoradas. A parte de su origen, la principal diferencia reside en la masa.

Las magdalenas deben su nombre a una muchacha francesa llamada Madeleine que las cocinó por primera vez allá por el S.XVIII, pero no se sabe con certeza si fue la criada de un zar o una posadera del mismo nombre que los servía a los peregrinos del Camino de Santiago. En cualquier caso su característico papel rizado no llegó hasta muchos años después y en sus inicios tenían forma de concha. Se elaboran con huevos, aceite, azúcar, harina y levadura y se distinguen del resto por ser tremendamente esponjosas, tener toques de limón y forma puntiaguda. Creatividades aparte, no se cubren ni se decoran.

Los muffins tienen un aspecto similar a las magdalenas pero son bastante más grandes, pesados y horneados en un papel liso que sobresale. Llegaron a EE.UU. en el siglo XIX  de la mano de los ingleses, pero nada tienen que ver con lo que hoy ellos denominan muffin (los británicos son panecillos planos y esponjosos, a medio camino entre una tostada y una tortita).  En su elaboración suele usarse mantequilla y la masa se bate lo menos posible para obtener un bizcocho más compacto que seguirá resultando jugoso gracias a  trocitos de chocolate o fruta. Son la variedad menos dulce de las tres y lo más interesante es que admiten versiones saladas: de queso y bacon, de salmón y eneldo, de cebolla… ideales para acompañar una comida en lugar de panecillos.

Y por último tenemos los preciosos cupcakes, verdaderas tartas en miniatura. También estadounidenses y del siglo XIX, se llaman así porque hasta la invención de las cápsulas de papel se horneaban en tazas y se sirven siempre acompañando a otra de café o té. Deben su popularidad actual, en gran medida, a las protagonistas de la serie Sexo en Nueva York, que endulzaban sus tardes de cotilleo atiborrándose de estos pastelitos. En cuanto a su masa, son los más parecidos a los bizcochos de tarta y siempre se suele emplear mantequilla y leche. Se hornean mucho más rápido, son planos, se pueden rellenar y siempre se decoran con buttercream de colores, glaseados, fondant… obteniendo un acabado tan bonito que hace que dé verdadera pena comérselos.

Hoy en día son fáciles de encontrar en casi todas las pastelerías por un precio que ronda los 2 euros la unidad, pero yo recomiendo hacerlos caseros porque si nos salen bonitos, foto y a presumir de ‘manitas’ en las redes sociales. Si salen feos, seguro que encontramos a alguien cercano dispuesto a ‘hacernos el favor’ de comérselos…  Con dulces cerca, sobran voluntarios.

Algunas direcciones...

Muffins  

Happy Day Bakery Coffee. Calle del Espíritu Santo 11. Metro Tribunal.

Cupcakes

Cupcakemadrid. Calle de Velázquez 126. Metro Avda. de América.

¡Oh my cup! C/Puentelarra, 40. Metro Santa Eugenia.

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